lunes, 7 de mayo de 2007

Una chica normal

La conocí en verano en casa de un amigo hace 2 años. Yo volvía de mis vacaciones de Gijón y fui directamente a la barbacoa, acompañando de unas botellas de sidra para amenizar el festejo. Al principio me encontraba un pelín desubicado porque no conocía a nadie, pero en cuanto me puse a escanciar, la cosa cambió.

Llegó la hora de la comida y coincidí con ella sentado en el mismo banco junto a la gran mesa de madera. Hasta entonces no me había dirigido la palabra y el hecho de verme en bañador comiendo las chuletas y la panceta grasienta no le hizo cambiar de opinión. Fue el gran recurso de la sidra el que abrió la veda.

Me gustó, me pareció una chica interesante, natural, guapa y que tenía gracia. Estuvimos una hora hablando en ese banco ajenos a los murmullos que ya empezaban a circular entre el resto de gente. Y eso no gustó. No a mi, no, que yo estaba encantado! Sino a otros que ya le habían puesto el ojo encima. El resto del día fue imposible entablar otra vez conversación con ella, por lo que intenté conseguir su teléfono por medio de una amiga en común.

Gracias a la ayuda de esa amiga y tras 3 meses de llamadas por fin consigo convencerla para quedar un día a solas con ella. No sé si la palabra convencer refleja en toda su extensión el trabajo que me costó tener aquella cita, ufff!!!. Era la primera vez en mi vida que hacía eso, lo de quedar así como así con una chica que no conocía de nada, de ahí que no resultara todo como esperaba.

Se barajaban distintas opciones para esa primera cita, como lo de ir a cenar, aunque es muy tenso el primer día porque, o tienes mucha labia, o puede haber momentos de silencio difíciles de sostener, y si eso te pasa la primera vez, luego es difícil de levantar más adelante. Y al cine? Es lo más sencillo, porque ahí comentas tres tonterías antes y después de la peli y luego estás callado mientras la ves. Te crees que ha sido una buena cita pero eso no cuenta para nada porque has gastado una oportunidad y no has sacado nada en claro.

Por eso decidí innovar, había que ser original y sorprenderla desde el primer momento. La cité para tomar una coca-cola y un helado y quedamos en que ella me pasaba a recoger en una gasolinera cerca de su casa. Ya lo sé, ya sé que no es la mejor forma de empezar, pero es que no tenía ni idea de llegar a su casa y es mejor eso a perderte y llegar tarde.

Una vez resuelto este primer inconveniente del sitio de vernos, estaba el otro ... nos reconoceríamos?!?! Bueno, mejor dicho, me reconocería ella a mi? Porque yo estaba claro que sí que lo haría pero, y ella? Sólo nos habíamos visto 1 vez en la vida 2-3 meses atrás y en bañador. El verano había pasado y no me cuadraba mucho la idea de verme en una gasolinera en mitad de Majadahonda con la crema bronceadora, chanclas, toalla y bañador para que ella me recordara mejor. Tampoco, como en las pelis americanas, el aparecer con un libro y una rosa, no era el lugar apropiado. Así que desvelé el primer secreto ... 2 días antes ya le dije cómo iba a ir vestido. Luego, no me pareció que era lo mejor, pero ya no podía cambiar de ropa no fuera que se liase y recogiera a otro tipo en lugar de a mi. Nunca se sabe cuánta gente tiene citas a ciegas en gasolineras en mitad de la nada. No había que arriesgar ahí, en eso, no!.

Dejé el coche aparcado en un lateral de la carretera y a esperar. Se estaba retrasando un poco, lo cual me hizo pensar si me había equivocado de sitio y entré a preguntar al gasolinero por la ubicación del sitio en cuestión. Ante la cara de sorpresa de éste cuando no vas ni a la tienda a comprar, ni a echar gasolina, ni a lavar el coche ni a preguntar por dónde se va a tal sitio, sino que es el punto de tu cita a ciegas (creo que le di demasiadas explicaciones al buen hombre que no necesitaba saber), me cercioré que estaba en el lugar correcto.

Por fin llegó ella, nos montamos en su coche y nos fuimos a una terraza a tomar la famosa coca-cola, que para eso habíamos quedado. Pronto comprendí por qué llegó tarde. No por lo que hacen todas las chicas de llegar un poquito tarde la primera vez para hacerse las interesantes, nooo, sino porque daba dos vueltas en cada rotonda porque se orientaba de pena! Jo, qué mal conducía!!!.

La mitad del tiempo de mi cita se me estaba esfumando metido en un coche y casi mareado entre los botes de los badenes de las calles de Majadahonda y las vueltas a las rotondas. Aparcamos en cualquier sitio y nos fuimos dando un paseo hasta una terraza para despejarme un poco. Ahí, pues hablas de lo que sea, fundamentalmente tonterías porque como no te conoces de nada no te atreves a sacar ciertos temas.

Pronto entendí por qué la gente queda a cenar, porque es más largo y pasas más tiempo. Hay silencios, sí, pero al menos disfrutas de más tiempo con la chica. Porque una coca-cola ... pero si se la bebió casi de un trago!!! Creo que ese hielo lo utilizaron para otra bebida más tarde porque vamos .... Creo que me quiso poner a prueba, así que reaccioné pronto e hice lo mismo y pedí sin tiempo a reacción una jarra grande de cerveza. Ahí ganaría tiempo, porque como no me gusta la cerveza pues tardaría en bebérmela y por tanto en irnos.

Y llegó la hora fatídica, o te vas a cenar o hasta ahí hemos llegado. Pagué y le propuse ir a cenar y aceptó. Me arriesgué a que cogiera otra vez el coche pero llegamos al restaurante. Sitio preparado para la ocasión, con su terracita, sus velitas, perfecto. Seguimos hablando de chorradas y llegó el primer silencio, pero lo corté de raíz. Hablé de mi exnovia. Por qué narices hablé de ella? Y yo que sé! Supongo que en aquel momento me pareció mejor eso que el silencio, aunque ahora ya tengo mis dudas. A ella no le debió parecer tan buena la idea porque a partir de entonces ya se encargó de que no hubiera más silencios.

Acabó la cena y pagó ella. Sí, qué pasa! Pagó ella, insistió. Es cierto que yo también podía haber puesto un poquito más de mi parte, pero pensé que era mejor que yo le debiera una cena (que así tenía excusa para seguir llamándola e invitándola) que no al revés. De todas formas y como no nos podíamos ir así como así, le ofrecí ir a un bar a tomar una copa, que esa vez pagaba yo.

En el bar, más de lo mismo. A pesar de que al día siguiente los 2 trabajábamos, nos dieron más de las 2 a.m. hablando sobre todo en general y nada en particular. Sentados en otra terracita por 3ª vez en la noche y aún no sabía si sentarme en frente o a su lado. No parece un punto sin importancia, no, puesto que ahí está la complicidad, las miradas, la posibilidad de un pequeño contacto físico ....

Y llegó la hora de irse. Como le había dicho, pagué las copas sin escatimar y nos fuimos del bar. Hasta entonces y salvo pequeños detalles, yo pensaba que tampoco había ido del todo mal la cita. Sí, había pequeñas cosas que se podían mejor y pulirlas con el tiempo, pero también hubo risas, promesas de próximas citas, en fin, que me había defendido más o menos. Le había dejado claro que yo no era como algunos de los que había en la barbacoa y que tanto pánico le habían dado, según me dijo.

Pero cómo puedes echar por tierra todo en un plis plas? Pues muy sencillo. A algunos allegados les había comentado con antelación lo de mi quedada con ella (durante 2-3 meses creo que fue mi único tema de conversación) y me dieron consejos, algunos de los cuales no me ayudaron mucho, la verdad. Me martillearon durante todo ese tiempo en contra de mis pensamientos y al final lo pagué.

Estábamos los dos dentro de su coche, a las 3 a.m. de un jueves ocupando uno de los dos carriles de la carretera, parados junto a mi coche que estaba en el arcén. Y es ahí, en el momento de la despedida, cuando sufro un debate interno del que no salí bien parado. En un determinado momento y sin ninguna malicia por ninguna de las 2 partes sino fruto de la conexión de conversaciones anteriores, me abre los brazos para que le dé dos besos de despedida. Era mi oportunidad?

Ahí es cuando no debes dudar, y yo dudé. O te lanzas o no, pero no dudes. En circunstancias normales, le hubiera dado los 2 besos y me hubiera ido como hago siempre. Tienen que pasar muchas, pero que muchas citas para que intente hacer algo pues apenas la conocía. Pero ese martilleo de los amigos de si tengo que ser más lanzado de si no hay que dejar pasar oportunidades de si ya no se lleva lo de pedir salir de si ... de si narices, joe!!! Que lo único que me supuso es pasar uno de los momentos más vergonzosos de mi vida!!. Que cada uno actúe con naturalidad y como es, que si no pasa lo que pasó.

Cruce de cables y cuando le doy un beso en una mejilla y voy a la otra para dar el segundo, me entran las dudas de si hacer algo más o no y tiro por el camino de en medio. Me encontré dándole un abrazo lleno de sentimiento de esos que no recuerdo ni habérselo dado a mis padres. Pero qué narices se me pasaba por la cabeza para abrazarla así?!?!? Vamos, que me faltó darle palmaditas en la espalda! Tras 2 segundos que parecieron dos mil años me intento retirar al darme cuenta de lo que estoy haciendo y me engancho con su pelo rizado. La cadenita que antes llevaba al cuello se me enganchó un poquito y me costó retirarme. Qué demonios, pero qué demonios estaba haciendo!!!

Un tanto sofocado por el ridículo que comenzaba a sentir, me pongo de nuevo en mi asiento y tardo en mirarle a los ojos. Se portó muy bien porque no me dijo nada, por esa vez no me dijo nada, aunque motivos tenía. Como no me podía ir con una despedida tan lamentable, intento sacar un tema de conversación que mejore mi autoestima.

Se está haciendo tarde y había que despedirse, pero no podía cometer el mismo error. Y volví a dudar. Y lo volví a cometer. Mientras pensaba una y otra vez, Rafa no lo hagas, Rafa no lo hagas, me encontré de nuevo fundido en el mismo abrazo que anteriormente. Otra vez la maldita cadenita y otra vez el sonrojo, aunque ahora mayor aún si cabe.
- Qué te pasa, Rafa, te encuentras bien?
- Sí, claro, por qué lo dices
- No, porque te noto raro, como si te hubiera entrado un bajón.
- Se me nota por fuera?
- Hombre....
- No, es que, no verás ... pues, esto, vamos que ... las despedidas, sí, vamos ... que son las despedidas, que me afectan mucho, que soy muy sensible y ... (y una porra las despedidas!!!! La vergüenza que sentía por los 4 besos y 2 abrazos que le había plantado sin venir a cuento).

No recuerdo bien lo que hablamos en los siguientes 5 minutos en el coche porque desconecté. No podía quitarme de la cabeza lo que acababa de hacer y estaba deseando meterle una paliza a los amigos que me habían dado esos consejos. Quería salir de ahí cuanto antes. Así que tras cruzar un par de frases más abrí la puerta del coche y me bajé.

Pero por qué sucedió? Por qué tuvo que decirme algo? Por qué bajó la ventanilla y me habló? Acaso estaba disfrutando con mi inutilidad? Y por qué pensé que aún no me había despedido? No tengo muy claro que se me pasó por la cabeza en aquel momento para volver a entrar en el coche y plantarle otros dos besos uno en cada mejilla e irme. Por lo menos esta vez no le di el abrazo, algo había mejorado! Y ahí que me quedé, o mejor dicho, se quedó, con 6 besos y 2 abrazos en un abrir y cerrar de ojos. Así me las gasto, ja!.

Después de esto me costó volver a tener una cita con ella, la verdad. Y era comprensible, no la juzgo por ello. Aunque es psicóloga de profesión dudo que aún tenga bien definido un comportamiento así. Pero de nuevo y tras arduas negociaciones logré de quedar con ella. Obviamente no a solas, no se atrevía, así que un día que ella salía con sus amigas y yo con los míos nos citamos en un bar en Madrid. La primera vez fue en su campo y yo me sentí un poco abrumado por ello, así que ahora, jugando en casa, sería mi momento.

Ella tenía pensado quedarse a dormir en casa de una amiga aquí, en Madrid, pero la convencí para que se quedara con nosotros y a las 6 a.m., cuando cerraron la última discoteca en la que estábamos, la llevé a Majadahonda. Se empeñó en que me invitaba a desayunar, que conocía una churrería en su pueblo muy buena pero no tenía muy claro dónde estaba. Como soy un tipo de soluciones rápidas, paré en una gasolinera y llamé al timbre. A la 2ª vez salió una chica bostezando y quitándose las legañas de la cara mientras me preguntaba qué deseaba. Le pregunté por la churrería, si ella conocía una que estuviera abierta a esa hora por ahí. Qué mal despertar tenía la chica, Dios Santo! Qué barbaridad! Menos mal que había un cristal de antirrobos que nos separaba porque si no me mete una paliza por despertarla para esa chorrada.

De regreso al coche y ante la imposibilidad de desayunar a esas horas, aparco el coche en una calle y nos ponemos a hablar. 3 horas de conversación dan para mucho, para contar cosas interesantes, anécdotas, cosas serias, risas, estupideces, los tan temidos silencios ... Y, como tenía no muy gratos recuerdos de mi última estancia con ella en un coche, me conciencié para que no me pasara de nuevo. Esta vez conducía yo, así que me pasé las 3 horas con una mano en el volante y otra en el freno de mano para evitar posibles arranques impetuosos y volverla a abrazar.

Mientras hacíamos tiempo para que abrieran los bares y poder desayunar tranquilamente, nos dió tiempo a hablar de todo, pero una vez más, hubo una conversación que me marcó
- (...) Te acuerdas del día que nos conocimos, en aquella barbacoa en verano? Me preguntó ella.
- Sí, claro, cómo no me iba a acordar!
- Me acuerdo que no parabas de darme sidra y ...
- No, no, a ver, que yo no te daba la sidra, que yo escanciaba para todos y alguno te la daba para emborracharte.
- (...) Pues sabes lo que me gustó de ti? Que sabes escuchar. Que al resto de tíos les cuentas algo y que pasan y solo te hablan de lo suyo, de su trabajo, de su vida ... y tú no, tú prestabas atención a lo que yo te decía.
- Bueno, tampoco es que sea bueno escuchando, simplemente es que no tenía nada interesante que contarte jeje (Creo que a ella no le pareció tan buena la broma porque no se rió ni un ápice).
- Y bueno, tú que viste en mi? Por qué te fijaste?

Este era el momento. Nunca me lo iban a poner más fácil para decir todo lo que pensaba sobre ella y dorarle los oídos y decirle que me pareció guapísima y me cayó muy bien, simpática, atractiva, natural, maja, lista, con las ideas claras, con encanto ... pero por qué no lo hice? Si tenía un momento preciso, en una conversación sin más, cuando ya nos íbamos conociendo, era ese. No tenía ni que fingir para intentar nada, saldría natural. Pero cómo expresar todo eso sin parecer pedante ...
- De ti? Qué vi en ti? Pues ... pues que eres una chica normal.
- Normal?! Normal!?! Te fijaste en mi porque te parezco normal?
- Sí, vamos, es que a mi no me van las chicas despampanantes que se creen la bomba. Me pareciste ... normal.

En ese momento sentía que había soltado el piropo más grande de toda mi vida que le podía haber dicho a una chica. Qué le iba a decir, que estaba tremenda, buenísima ... eso es muy vulgar. Había hecho bien, en una sola palabra había condensado todo mi pensamiento sobre ella y se lo había dicho. El caso es que nunca le llegué a explicar lo que significaba para mi decirle “normal”, que lo era todo. Así que la idea con la que se quedó es que me parecía una chica del montón, vamos, que ni fú ni fá, normalilla, sin atractivo.

El resto del tiempo que estuvimos ahí aparcados no sé ya ni de qué hablamos porque me lo pasé pensando en cómo volver a sacar ese tema y explicarle que para mi “normal” era la bomba, pero no hubo forma, parecería muy artificial la manera de volver a sacar el tema y como si me estuviera justificando por algo. Todo esto lo pensaba mientras seguía con una mano en el volante, otra en el freno de mano y ella me hablaba. Claro, así pensaba que sabía escuchar, estaba a lo mío lamentando la ocasión perdida que ....

Nos dieron las 9 a.m. y seguíamos en el coche. Estaba agotado física y psicológicamente porque además me daba la sensación que cuanto más tiempo estuviera ahí sin hacer nada iba a ser peor, y ya no iba a hacer nada después de haberle llamado “normal”. Si intentaba algo parecería que no tenía otra cosa mejor que hacer y que intentaba enrollarme con cualquiera.

Había que poner fin a todo aquello, así que le puse disculpas otra vez para no desayunar churros, que mejor otro día, que ya era tarde (qué curioso, que ya era tarde! Pero si precisamente estábamos esperando ese momento para que abrieran los sitios e ir a desayunar porque antes era pronto!) y que estaba cansado. La llevé a su casa y con dos simples besos, ni abrazos ni ná, me fui para la mía.

Al llegar, recibo un sms preguntándome por cómo me encuentro, que si había llegado bien, que gracias por todo. No se me ocurre otra cosa que contestar que sí, que llegué muy bien, aunque con hambre por no haber desayunado.
Por su contestación de luego me parece que no captó muy bien la broma

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