viernes, 17 de julio de 2009

La 1ª cita

Sin duda la peor parte de ser soltero son las citas a ciegas. Quizá para los que se encargan de organizar una entre dos personas que no se conocen sea algo divertido, pero para los involucrados puede llegar a resultar de lo más incómodo que hay. Es cierto que nadie te obliga a ir, pero muchas veces te coge por sorpresa.

Fui muy precoz en esta tradición tan arraigada entre las parejas consolidadas que, cuando se aburren entre ellos, organizan una cita entre amigos comunes para pasar el rato. Ya con 17 años empecé a coger experiencia en este arte y casi hasta nuestros días no he parado de recabar la suficiente información como para una tesis al respecto.

Es conocido por todos que en la 1ª cita, mientras el chico se va a casa con la esperanza de no haberlo hecho del todo mal y poder tener un 2º encuentro, la chica a los 5 minutos ya sabe de sobra si va a haber una 2ª cita o no y si hay posibilidades de algo más que amistad entre ellos.

La 1ª cita es importante porque es la 1ª impresión que se causa, pero si la pasas, la 2ª y 3ª son vitales, esenciales, son las que marcarán tu futuro con esa chica. Si las desaprovechas sin demostrar algo, como mucho en el futuro sólo seréis amigos sin opción a nada más. Podrás llegar a ser un “chico majo” … y ese es el pero piropo que puedes escuchar de alguien que te gusta.

Como tengo la misma teoría de un amigo, la primera vez que le propuse quedar a cenar fue entre semana, porque si las cosas van mal no nos estropeamos mutuamente el fin de semana. Y no podía ser al cine, ya que es malgastar una cita sin apenas hablar y conocernos. Además, ya tuve una mala experiencia en una 1ª cita metiéndome en una película de lucha libre en versión original, que para qué contar!.

Yo ese día estaba nervioso, no era como otras veces que me habían hecho una encerrona y bajo la apariencia de una comida familiar en la que iba en chándal después de jugar al fútbol y sin duchar, me encontraba con dos desconocidas compartiendo mesa y mantel. No, aquella vez ya la había conocido antes en una fiesta pero era la 1ª cita a solas.

Ante todo tenía claro que jamás se puede llegar tarde la 1ª vez. Al menos tú, ella se hará un poquito de rogar, pero tú tienes que estar a tu hora, sino antes.

Llegué con tanto tiempo de sobra que pude dar varias vueltas a la manzana y elegir un sitio estratégico, perfecto. Ni en la puerta para que no se sintiera agobiada ni necesidad de tomar un taxi para llegar a donde había aparcado. La distancia justa para un breve paseo charlando.

Mientras esperaba me quedé un buen rato escuchando música dentro del coche intentando relajarme. El reloj no corría y en vez de tranquilizarme me estaba poniendo más y más nervioso al darme cuenta que de tantas vueltas que había dado para aparcar, había perdido un poquito la orientación de dónde estaba y dónde había quedado, así que decidí salir del coche y analizar la zona. Le puse el antirrobo y allá que me fui a rastrear.

Por fin la eterna espera finalizó y tras 45 minutos de vueltas en el coche, escuchar música haciendo tiempo y paseos por el barrio, ella apareció. Todo estaba tan bien organizado que nada podía fallar: ella muy bien arreglada, coche lavado, restaurante bueno con reserva, bares de copas pensados pero haría que parecieran improvisados …

Y no sé muy bien cómo, todo se torció desde el principio. Al llegar al coche tras el breve paseo …
- No! no me lo puedo creer
- Qué! Qué pasa? Me pregunta
- No me lo puedo creer!
- Pero qué pasa, Rafa?
- Pues que le he puesto el antirrobo al coche y … que … que no puedo abrirlo, que no tengo la llave!
- Cómo que no tienes qué?!?!
- Pues eso! Que no tengo la llave! La maldita llave … que se me ha olvidado en casa!
- Estás de broma, no? - Sólo me lo preguntó una vez. No me conocía de nada pero le bastó preguntármelo una sola vez y mirarme a la cara para darse cuenta de la situación. Y ahora? Qué hacemos ahora?
- Pues … pues … ufff! y yo qué sé! Bueno, pues como aún tenemos tiempo, vamos a mi casa en metro, cojo la llave y volvemos.
- Que vamos a … a qué?!
- Sí, vaya! Que vamos a por la llave que no tardamos nada y luego nos vamos a cenar. Dónde está el metro?
- El metro?!?!
- Claro! Qué quieres hacer entonces?
- Mira, vamos a coger un taxi y …
- No, hombre, no! Un taxi con el atasco que hay, no llegamos en la vida! Venga, vamos al metro.

El paseo hacia el metro lo definiría como bonito. Sí, creo que sí … agradable quizá también. Sí, quizá esa es la palabra adecuada. A un comienzo como este, si lo sabes llevar, pues sacarle mucho partido. Y empezó a llover. Supongo que mientras yo aprovechaba los largos silencios para pensar en que se me estaba ensuciando el coche, ella pensaba en qué hacía con un desconocido camino del metro, vestida casi para una boda, mientras se tapaba en los soportales para que no se le rizara el pelo.

Tras muchos silencios y recuperar las llaves, por fin volvimos al lugar donde había aparcado el coche. Abro la puerta del conductor con la llave y cuando me dispongo a entrar, veo que se mete ella primero por mi puerta. Tardé unos segundos en reaccionar porque no me podía creer lo que estaba viendo y en mi cabeza se agolpaban multitud de preguntas sin respuesta lógica … Por qué entraba por mi puerta y se iba a gatas hasta el asiento del copiloto? Por qué no entraba por su puerta? Por qué me llenaba todo el asiento de barro con los zapatos mojados? Por qué me movía el espejo retrovisor de un cabezazo? Por qué … por qué!

Estas cosas o las afrontas en el momento y pasas ahí el mal trago o luego ya no tiene sentido volver atrás, remover el pasado, así que se lo pregunté a pecho descubierto … por qué lo has hecho? Me respondió que creía que le estaba abriendo la puerta como un caballero para que pasara ella antes!!!! Ni se sonrojó, oye! Como una princesa, sí señor! Con el pelo chorreando por la lluvia y la cara de tonto que se me quedó con la contestación, intenté arrancar el coche en estado de shock sin mediar palabra.

Mira, sinceramente, a esas alturas de la cita y con todo lo vivido en ese rato, ni me inmuté cuando el coche no me arrancó. Tanto escuchar música con el coche apagado mientras la esperaba no podía ser del todo bueno. Me dio absolutamente igual. En otros momentos te preocupas, te acuerdas de todos los antepasados habidos y por haber del creador del coche y juras en arameo. Pero allí sentado, sin saber porqué narices no podía tener una cita como cualquier otro mortal de la tierra y calado hasta los huesos, me daba todo igual.

Salí del coche, le dije que se pusiera ella en el volante (me daba igual si reptaba por dentro del coche o usaba las puertas o prefería pasar resbalando por encima del capó, el caso es que se colocara en el volante) y mientras yo empujaba que metiera 2ª y … me vino de lujo para pensar y recomponer la noche.

Con todos los planes trastocados y ya sin llegar al restaurante que tenía reservado, nos fuimos a uno que ella conocía. Tras la cena, no estaba el tiempo como para ir de bar en bar buscando uno agradable para tomar algo tranquilo y la noche parecía estar tocando a su fin. Estábamos un poco incómodos con la ropa algo mojada, así que para salvar la situación y poderse cambiar de ropa, dio un paso al frente y me ofreció tomar una copa en su casa. Había hecho tiramisú, que según ella era su especialidad y quería que lo probara.

Como relatarlo … en fin! Su especialidad puede que lo fuera y dudo mucho que alguien lo haga igual. No le quito su mérito. Aquello era … era … era como comer cola-cao a cucharadas. Pero ni siquiera el turbo que se disuelve antes en la boca, uy! quita quita, qué va!!!! Era el de toda la vida, el de antaño, el que tardas días en disolverlo con la leche … pues sin leche. Ahí, a palo seco. Nada, sin leche ni galletas ni magdalenas ni nada para acompañarlo. Pero si mi madre le echaba menos polvos al de mi desayuno!!!
- Qué tal está? Te gusta?
- Mmmmm … sí, sí, … glup … claro, claro … está muy rico. Contesté con la boca llena a ver si con un poquito de suerte escupía algo de cola-cao al hablar y no tenía que tomármelo entero.
- Es que lo he hecho por la mañana y ha sobrado algo de la comida. Mi compi de piso no ha podido con todo. Sabes cocinar? Quieres que te de la receta? Es muy fácil!
Nos ha fastidiado que es fácil, cómo no va a serlo, pensé, si hasta yo puedo!!!! Basta con abrir el bote de cola-cao y ya está! Si quiero la receta la miro en el prospecto.
- No, no, gracias, gracias, no te preocupes … soy muy malo cocinando. Pero … glup … muy bueno, sí.

En la tiritona que me empezaba a entrar no sé si tenía más peso el seguir empapado o el postre asesino que no conseguía acabar. Tras una lucha sin cuartel y repetir una vez por educación y querer ligar (no precisamente en ese orden), se levantó a poner música.
- Sabes qué disco me encanta? Un disco que lo escucho muchísimas veces y me evade, me hace olvidar lo malo, me transporta, me …
- No sigas! Le interrumpí. Con la intuición que tengo y lo que sé de música, como si lo viera, no me digas más … Dirty Dancing con los bailes de Patrick Swayze.
No tengo ni idea de porqué se me ocurrió aquella estupidez ni que vi o que sentí o qué pensé para decirlo, pero me salió así.
- La Misión, me contestó un poco perpleja.

Estaba claro que esa cita ya había tocado a su fin. Eso era imposible levantarlo y no me sentía con fuerzas ni para intentarlo. Por suerte llegó al instante su compañera de piso y tras una breve charla de 10 minutos y un número mayor de retortijones, me despedí hasta más ver.

Estaba claro que nos debíamos una 2ª oportunidad, o al menos eso es lo que pensaba yo. Puse tanto interés que, mirándolo con la perspectiva que da el tiempo, creo que ella fue medio por compromiso para cerciorarse de si lo que pasó fue la realidad o un espejismo.

Como había quedado claro en la 1ª cita que la noche no era lo mío, decidí quedar a comer. Sí, me manejo mejor a plena luz del día, comiendo soy bueno.

Con los errores anteriores bien aprendidos y dejando que se subiera al coche por donde le pareciera oportuno sin hacerle preguntas incómodas, nos fuimos a un asiático. La comida no iba mal, de hecho iba de lujo, hasta que llegó el primer plato, ese me mató. Echó por tierra la buena gestión de los primeros 20 minutos de cita.

Yo estaba estrenando brakets y no quería estropearlos por lo que pedí un plato fácil de comer, arroz. Bueno, cómo explicarlo para los que no hayan llevado nunca hierros en los dientes. Si ya de por sí notas algo raro en la boca, piensas que cada vez que hablas todo el mundo te mira los dientes, hablas raro y te duele todo, no se me ocurrió otra cosa que pedir arroz. Fue en el primer tenedor que me eché a la boca cuando sucedió … la mitad de los granitos encajados en los hierros!!!!

Con la lengua lo intentas, pero nada, no salen. Te tapas un poquito con la servilleta mientras te hurgas pero es inútil, no hay manera. Quizá con la púa del tenedor saldrán? Ni por esas. Tampoco me ayudó mucho en mi ya de por sí a esas alturas mellada autoestima, el que ella me hiciera ver que estaba sangrando un poquito por la boca. Con la educación que no tuve al hurgarme, pedí permiso para ir al baño y cuando me miré en el espejo aquello era la guerra. Parte de los brakets se habían soltado, algunos habían desaparecido entre los granos de arroz (ya noté alguno un poco duro) y el hierro suelto me estaba rajando la boca por dentro.

Volví a la mesa sabiendo que ya estaba todo el pescado vendido y no probé más bocado. Observé cómo ella acababa de comer y yo hablaba poco para que el hierro no atravesara el carrillo hasta fuera como un piercing.

Una tercera cita!!!! Tenía claro que me merecía una 3ª cita, que sólo podía mejorar! Pero ella no pensaba lo mismo y me lo dejó claro con un: “Me caes casi casi casi tan bien como yo a ti”.

Una pena, la cosa iba por buen camino.