Ese sábado me levanté pronto pues tenía muchas cosas que hacer, había que aprovechar el fin de semana al máximo. Me puse mis zapatillas, pantalón corto, camiseta naranja llamativa, calcetines blancos de rayitas de colores y cogí la raqueta para irme a jugar al padel. Era la indumentaria apropiada para este tipo de acontecimientos.
Cuando bajo a la calle, primer inconveniente. Al parecer el viernes no debí llegar muy fresco del todo y no me acordaba bien dónde había aparcado el coche, es lo que tiene que te presten un coche tus hermanos y no tienes plaza de garaje para guardarlo. Una pequeña vuelta a la manzana y ahí lo veo. Pero no arranca. Lo intento una y otra vez y nada, que no se mueve. No hacía ni ruido. Ya está! Miras si es la llave correcta la que has metido en el contacto y cuando te cercioras que sí, ya no se te ocurren más soluciones. Te has quedado sin partido de padel, no tienes forma de ir.
Llamo a mis amigos y digo que llegaré más tarde porque he tenido un pequeño contratiempo … después de un cruce dialéctico tenso, me centro en el problema. Qué hago con el coche? Pues como no hace ni contacto, es un problema de batería, que se ha quedado sin batería. Quizá me dejé las luces encendidas o … no sé, ya qué más da! A pensar en un taller cercano. Hay uno cerca de casa, así que ahí que me encamino.
Cuando llego al taller, les explico el porqué de mi indumentaria y lo que le pasa a mi coche. Creo que lo primero les dio un poco igual porque enseguida se centraron en lo que les interesaba, el coche (buenos profesionales). Que si dónde lo tengo aparcado que si qué ruido hace que cuál es la marca de mi batería que si tengo pinzas que … el caso es que llegamos a la conclusión de que lo mejor es que el chico del taller se acerque conmigo y lo vea.
Mil problemas porque dicen que están muy liados pero por fin me acompaña con una batería y unas pinzas. La idea era que me cargara la batería y yo arrancara el coche y me fuera de nuevo al taller para que me pusieran una nueva.
Cuando llega el chico, lo mismo. Me meto en el coche y él desde fuera:
- A ver jefe, dale al contacto …
- Qué?
- Que bajes la ventanilla y le des al contacto!
- Vale, ya le estoy dando!
- Que le des al contacto!
- Que ya le estoy dando!!! Es lo que os comenté, que no suena ni nada
- Pues no lo entiendo, porque no veo nada raro, está cargada. A ver, dale de nuevo a ver si ahora …
- No, como si nada, esto no va.
- (Pasan unos pequeños segundos y se acerca a mi ventanilla) Oye, que lo que le pasa no es nada de batería,
- Ah, no?!?! Entonces …
- Es que no tienes gasolina!
- Cómo?!?!?
- Pues eso, que no tienes gasolina
- No, no, noooo es posible. Cómo no voy a tener gasolina si ayer llegué y …
- Pues macho, que no tienes gasolina, que la batería está perfecta.
En ese momento tuve una sensación extraña; por un lado sentí alivio porque el problema de la avería no era tal, que solo era un susto y podría usar el coche el resto del fin de semana, pero por otro notaba que el chaval intentaba mantenerse serio por fuera aunque por dentro se estaba riendo de mi. Sí, lo percibí en su cara. Y lo peor, que encima le tenía que pagar por eso! Pagar a un tío por decirte que tu coche no tiene gasolina, alucinante!. Tuve que regatear un poco con él porque su hora de trabajo era muy cara y tampoco es que se hubiera esmerado mucho, ni siquiera empleó 1 minuto en ver el problema … vamos! que vio la solución casi sin poner las manos en el motor!
Mientras él se iba de vuelta al taller (supongo que ya riéndose abiertamente de mi), yo llamé a mis amigos y les comuniqué que en media hora llegaría al partido. Que nada, que un pequeñito problema de contacto y poco más … no les iba a contar la verdad! Así que a toda prisa me encaminé a la gasolinera a pedir una bolsa de gasolina tal y como me había indicado el chico. Porque claro, yo pensaba comprar una botella de coca-cola de 2 litros, bebérmela y utilizar el recipiente para llenarlo de gasolina, pero él me explicó que existen bolsitas especiales para estos casos.
La verdad es que es fácil, es como ir al burger y pedir comida para llevar. Pues aquí, igual, lo que pasa es que pides gasolina para llevar. Ya ya, ya os pasará a vosotros, ya … iba pensando yo mientras me cruzaba a gente que sonreía al verme. Una vez regresé al coche, vacié la bolsita … que digo yo, que ya te podían dar una más grande, que un poco más y me quedo a medio camino de nuevo! Yo creo que te las dan así de pequeñas para que vuelvas de nuevo a echar gasolina con el coche al mismo sitio y así que notes que se siguen riendo de ti.
Finalizado el partido de 15 minutos al que asistí, vuelvo a casa a comer. Aparece mi hermano protestando de su coche, que si se le ha estropeado y demás y que lo ha llevado a un taller detrás de casa. Yo, hasta entonces, ni una sola palabra de lo mío en casa, esto quedaba para mi. Pero he aquí que da la maldita casualidad que mi hermano llevó su coche al mismo taller que yo y …
- (…) sabéis lo que me ha pasado? Que llevo el coche al taller y hay un chico venga reírse y contándole a su jefe no sé qué historia de si una batería de si …
- (A mi todo aquello me empezaba a resultar familiar, pero no me atrevía a lanzarme al vacío por si no era yo y quedar en evidencia) El qué, pregunté, que decía?
- Pues un chaval que le estaba contando a su jefe entre risas, que el chico que había ido antes a cambiar la batería, pues que había ido con él a su coche y no era la batería, que era que no tenía gasolina y …
- (No sé cómo! No sé si fue la cara que puse cuando contaba la historia o qué fue pero mi hermano me descubrió. Enseguida pensó en mi …) Has sido tú!!!!
No puede negarlo, no tenía escapatoria. Intenté maquillar un poco la historia diciendo que venía arrastrando problemas de batería para darle un poco de credibilidad al asunto pero nada, la risa de mi hermano era tal que el resto de comensales a la mesa no pudieron oír mis explicaciones. Pensé que a partir de ese momento no volvería a ese taller más, aunque solucionan rápido los problemas, se ríen de la gente a sus espaldas y se lo van contando a cualquiera.
Después de una siesta bien merecida tras el desgaste del partido de pádel, pienso que sería bueno lavarle el coche a mi hermano y que vea que se lo devuelvo lleno de gasolina y bien limpito, ganándome su confianza para que me lo deje más a menudo. El taller de la mañana era el más cercano y barato para lavar el coche, pero me juré no volver, así que me fui a otro que era un poco peculiar … maldita la hora. Si lo hubiese sabido hubiera preferido que se rieran en mi cara los de un único taller y no todo el barrio!!!.
Este lavado automático, al que tampoco he vuelto desde entonces, era curioso. Estaba en un parking descubierto para coches debajo de la estación de Chamartín. Accedes al parking y al pasar la barrera, te bajas del coche dejándolo en marcha para ir a la garita y pedirle al vigilante una tarjeta para lavar el coche. Aquí ya tienes la primera incidencia porque al que está detrás de ti entrando en el parking no le hace mucha gracia que tú dejes el coche ahí parado mientras reza para que no se le baje la barra de acceso sobre su coche y se lo abolle.
Una vez con la ficha y los insultos del otro, te vas a la susodicha máquina. Cuando después de varios intentos consigues meter la rueda delantera izquierda por donde se indica, apagas el motor y te bajas del coche para meter la tarjeta en su sitio y que la máquina se ponga en funcionamiento. No es el coche el que avanza, sino es la máquina la que va de delante a atrás y viceversa echando primero aguan, jabón, aire …, vamos, el típico sistema de lavar coches.
Introduje la tarjeta y me pegué una carrera frenética de 10 metros para meterme en el coche antes de que pasara por primera vez aquel monstruo escupiendo agua por todos sitios y verlo desde dentro. Pues sí, tenía esa manía de verlo desde dentro, que se le va a hacer!. Pues tras evitar las roderas, los raíles por los que va aquello, y pasarme de frenada de la puerta de mi coche porque al estar todo con agua me resbalo, por fin estoy a salvo.
Y qué hace un tipo dentro de un coche mientras éste se lava, os preguntareis? Pues nada, absolutamente nada, a lo sumo pasar calor porque hacía buen día y como todo está cerrado a cal y canto, pues te asas. No podía poner la radio porque si la enciendo y se eleva la antena la puedo liar, así que me pongo el cinturón para ganar tiempo, enfoco las salidas del aire hacia mi cara para que me haga cosquillas cuando pasa con el secado y a esperar.
La primera pasada, la del remojo, creo que fue la culpable, aunque no me fijé mucho porque yo estaba preparando el interior. Y ya en la segunda, uy con la segunda!!!! Ahí empezó todo mi calvario.
No sé porqué, quizá porque como no tienes nada que hacer ahí dentro, pues te pones a mirar a todos lados. La primera mirada es a mi izquierda, la típica mirada de aburrimiento que echas por la ventanilla para mirar nada en concreto, pero en la que notas que algo no va bien, que algo pasa pero aún no sabes lo que es. Mirada al frente, al vacío, como cuando alguien te está hablando pero tú estás pensando en tus cosas, mirada perdida, inquietante, que refleja tu desazón interior. Aferrado con ambas manos al volante para encontrarte a ti mismo y lo que está pasando, aislarte del mundo (bueno, no imagino situación más aislada que dentro del coche cuando este se está lavando), abstraerte de tus problemas y echar una rápida pensada a qué es eso que te ha extrañado tanto al mirar por la ventanilla cuando no esperabas nada.
Y sí, la segunda pasada de los rodillos fue la que me dio la pista definitiva … había desaparecido mi espejo retrovisor izquierdo!!!! Pero cómo era posible?!?!?!?! Yo juraría que había entrado con todo en perfecto estado, pero eso ya era una suposición y el que no tenía espejo retrovisor, por desgracia, era un hecho. La máquina ni se había inmutado, me había arrancado de cuajo el espejo sin dejar ni rastro y ella seguía a lo suyo, venga echar agua, espuma y de todo por la boca. Aquello parecía un demonio más que un lavadero de coches!!!.
Por momentos me sentí como Mr. Bean, porque miré en todos sitios, durante unos segundos tuve unos movimientos frenéticos y compulsivos dentro del coche mirando por todas partes a ver si es que, antes de lavar el coche, desenrosqué los retrovisores y los metí dentro por si acaso. Pero no, ahí no había nada. Ni en el asiento del copiloto, ni en los asientos traseros, ni debajo de las alfombrillas, ni en el cenicero … no aparecía por ningún sitio y fuera no estaba por mucho que mirara. Pensé que quizá era un espejismo, una ilusión óptica producida por una gama de colores al mezclarse el agua, la luz, la espuma, el aire, y decidí esperar a ver qué sucedía cuando pasara de nuevo el rodillo, a ver si me devolvía el espejo al mismo sitio del que lo había quitado.
Pero no, no lo hizo. Pasó de nuevo sin compasión ajeno a la agonía que yo estaba viviendo ahí dentro … hacía una o dos pasadas que ya no me hacía gracia que el aire de las toberas me soplara en la cara. Y una luz me iluminó … el otro retrovisor!!!! Miré rápido hacia el lado derecho y vi que el otro estaba corriendo la misma suerte, que estaba agonizando, sujetado solo por los cables a puntito de arrancarse del todo. Sólo tenía una oportunidad y era ahí y ahora para salvarlo. Sin más dilación me tiré en plancha para socorrerle antes de que volviera el rodillo asesino y se lo llevara de mi lado para siempre como hizo con el otro … qué sería lo próximo Dios Santo!!!! Sería yo el siguiente?!?!? Iba a ser abducido en un túnel de lavado??!?.
La primera de las intentonas fue en vano, porque el cinturón de seguridad funcionó a la perfección. Tiene narices la cosa, que hasta en esos momentos el cinturón funciona. Antes de ser abducido casi muero ahorcado ahí dentro … qué daño, joé! Creo que aún tengo la marca del cinturón en el cuello estrangulándome cuando me tiré en plancha hacia la ventana y reboté de nuevo hacia la mía. Ostrás! (luego a mis padres les dije que era un chupetón porque no podía contar la verdad). Aún así, me desabroché y agradecí que el coche era antiguo y no tenía ventanillas automáticas porque eso ya hubiera sido la puntilla … ya veía los titulares:”Joven muere electrocutado en túnel de lavado cuando pone en marcha el motor y se juntan el agua y la electricidad”.
Las ventanillas eran de manivela, de las de antes, así que con rápidos movimientos la bajé, encajé como pude el espejo en su sitio y la volví a subir para que no entrara agua en el coche. Pasó la turbina del avión con más fuerza que antes y de nuevo se desenganchó. Repetí esta operación durante 5 minutos más hasta que el lavado se acabó. Estaba exhausto, chorreando de sudor, casi con asma, me faltaba ya el aire y con un solo espejo retrovisor. Necesitaba un respiro … había sobrevivido!!!!.
Me quedé unos segundos sentado en mi asiento, intentando controlar la taquicardia que tenía y pensando en porqué a mi hasta que el intransigente de turno me pitó para que me fuera que quería lavar él su coche. Pero no había visto lo que había sucedido? Aún así quería lavarlo … allá él!
Saqué el coche, lo aparqué y con las piernas aún temblorosas me bajé. Me apoyé en él para tomar aire y mientras miraba a mi alrededor a ver si veía algo por el suelo parecido a un espejo retrovisor. Es que no había restos de cristales por ningún sitio?!?!? Alucinante!. El de la derecha lo coloqué como pude y a buscar el otro. Por fin lo divisé en el suelo a 20 metros del lugar de los hechos y sin rastro de cristal, ni pequeños trozos rotos, ni grandes, ni nada de nada … se había evaporado.
Lo recuperé e intenté ponerlo en su sitio pero me fue imposible, aquello no tenía solución. Me monté en el coche y me fui a la salida, a la garita del vigilante a pagar e irme a casa a ducharme, pensar, recapacitar … no sé, tenía que salir de ahí cuanto antes.
Él vio todo. Sus ojos, su cara completamente congestionada de haberse reído a mandíbula batiente, colorado que parecía que iba a estallar, esa sonrisa difícil de contener, camisa abierta y con un ventilador a 2 cm de su cara para airearse, los cristales de la cabina empañados, no quería mirarme fijamente a la cara. Lógico, yo tampoco me atrevía a hacerlo. Como me diga algo, cualquier cosa, incluso un “hasta pronto”, algo, sólo con que me haga una insinuación sobre lo limpio que está el coche … le mato, sin más!. Hubo silencio.
No he sentido nostalgia de ese sitio ni me ha quedado trauma, pero tampoco he vuelto.
Cuando bajo a la calle, primer inconveniente. Al parecer el viernes no debí llegar muy fresco del todo y no me acordaba bien dónde había aparcado el coche, es lo que tiene que te presten un coche tus hermanos y no tienes plaza de garaje para guardarlo. Una pequeña vuelta a la manzana y ahí lo veo. Pero no arranca. Lo intento una y otra vez y nada, que no se mueve. No hacía ni ruido. Ya está! Miras si es la llave correcta la que has metido en el contacto y cuando te cercioras que sí, ya no se te ocurren más soluciones. Te has quedado sin partido de padel, no tienes forma de ir.
Llamo a mis amigos y digo que llegaré más tarde porque he tenido un pequeño contratiempo … después de un cruce dialéctico tenso, me centro en el problema. Qué hago con el coche? Pues como no hace ni contacto, es un problema de batería, que se ha quedado sin batería. Quizá me dejé las luces encendidas o … no sé, ya qué más da! A pensar en un taller cercano. Hay uno cerca de casa, así que ahí que me encamino.
Cuando llego al taller, les explico el porqué de mi indumentaria y lo que le pasa a mi coche. Creo que lo primero les dio un poco igual porque enseguida se centraron en lo que les interesaba, el coche (buenos profesionales). Que si dónde lo tengo aparcado que si qué ruido hace que cuál es la marca de mi batería que si tengo pinzas que … el caso es que llegamos a la conclusión de que lo mejor es que el chico del taller se acerque conmigo y lo vea.
Mil problemas porque dicen que están muy liados pero por fin me acompaña con una batería y unas pinzas. La idea era que me cargara la batería y yo arrancara el coche y me fuera de nuevo al taller para que me pusieran una nueva.
Cuando llega el chico, lo mismo. Me meto en el coche y él desde fuera:
- A ver jefe, dale al contacto …
- Qué?
- Que bajes la ventanilla y le des al contacto!
- Vale, ya le estoy dando!
- Que le des al contacto!
- Que ya le estoy dando!!! Es lo que os comenté, que no suena ni nada
- Pues no lo entiendo, porque no veo nada raro, está cargada. A ver, dale de nuevo a ver si ahora …
- No, como si nada, esto no va.
- (Pasan unos pequeños segundos y se acerca a mi ventanilla) Oye, que lo que le pasa no es nada de batería,
- Ah, no?!?! Entonces …
- Es que no tienes gasolina!
- Cómo?!?!?
- Pues eso, que no tienes gasolina
- No, no, noooo es posible. Cómo no voy a tener gasolina si ayer llegué y …
- Pues macho, que no tienes gasolina, que la batería está perfecta.
En ese momento tuve una sensación extraña; por un lado sentí alivio porque el problema de la avería no era tal, que solo era un susto y podría usar el coche el resto del fin de semana, pero por otro notaba que el chaval intentaba mantenerse serio por fuera aunque por dentro se estaba riendo de mi. Sí, lo percibí en su cara. Y lo peor, que encima le tenía que pagar por eso! Pagar a un tío por decirte que tu coche no tiene gasolina, alucinante!. Tuve que regatear un poco con él porque su hora de trabajo era muy cara y tampoco es que se hubiera esmerado mucho, ni siquiera empleó 1 minuto en ver el problema … vamos! que vio la solución casi sin poner las manos en el motor!
Mientras él se iba de vuelta al taller (supongo que ya riéndose abiertamente de mi), yo llamé a mis amigos y les comuniqué que en media hora llegaría al partido. Que nada, que un pequeñito problema de contacto y poco más … no les iba a contar la verdad! Así que a toda prisa me encaminé a la gasolinera a pedir una bolsa de gasolina tal y como me había indicado el chico. Porque claro, yo pensaba comprar una botella de coca-cola de 2 litros, bebérmela y utilizar el recipiente para llenarlo de gasolina, pero él me explicó que existen bolsitas especiales para estos casos.
La verdad es que es fácil, es como ir al burger y pedir comida para llevar. Pues aquí, igual, lo que pasa es que pides gasolina para llevar. Ya ya, ya os pasará a vosotros, ya … iba pensando yo mientras me cruzaba a gente que sonreía al verme. Una vez regresé al coche, vacié la bolsita … que digo yo, que ya te podían dar una más grande, que un poco más y me quedo a medio camino de nuevo! Yo creo que te las dan así de pequeñas para que vuelvas de nuevo a echar gasolina con el coche al mismo sitio y así que notes que se siguen riendo de ti.
Finalizado el partido de 15 minutos al que asistí, vuelvo a casa a comer. Aparece mi hermano protestando de su coche, que si se le ha estropeado y demás y que lo ha llevado a un taller detrás de casa. Yo, hasta entonces, ni una sola palabra de lo mío en casa, esto quedaba para mi. Pero he aquí que da la maldita casualidad que mi hermano llevó su coche al mismo taller que yo y …
- (…) sabéis lo que me ha pasado? Que llevo el coche al taller y hay un chico venga reírse y contándole a su jefe no sé qué historia de si una batería de si …
- (A mi todo aquello me empezaba a resultar familiar, pero no me atrevía a lanzarme al vacío por si no era yo y quedar en evidencia) El qué, pregunté, que decía?
- Pues un chaval que le estaba contando a su jefe entre risas, que el chico que había ido antes a cambiar la batería, pues que había ido con él a su coche y no era la batería, que era que no tenía gasolina y …
- (No sé cómo! No sé si fue la cara que puse cuando contaba la historia o qué fue pero mi hermano me descubrió. Enseguida pensó en mi …) Has sido tú!!!!
No puede negarlo, no tenía escapatoria. Intenté maquillar un poco la historia diciendo que venía arrastrando problemas de batería para darle un poco de credibilidad al asunto pero nada, la risa de mi hermano era tal que el resto de comensales a la mesa no pudieron oír mis explicaciones. Pensé que a partir de ese momento no volvería a ese taller más, aunque solucionan rápido los problemas, se ríen de la gente a sus espaldas y se lo van contando a cualquiera.
Después de una siesta bien merecida tras el desgaste del partido de pádel, pienso que sería bueno lavarle el coche a mi hermano y que vea que se lo devuelvo lleno de gasolina y bien limpito, ganándome su confianza para que me lo deje más a menudo. El taller de la mañana era el más cercano y barato para lavar el coche, pero me juré no volver, así que me fui a otro que era un poco peculiar … maldita la hora. Si lo hubiese sabido hubiera preferido que se rieran en mi cara los de un único taller y no todo el barrio!!!.
Este lavado automático, al que tampoco he vuelto desde entonces, era curioso. Estaba en un parking descubierto para coches debajo de la estación de Chamartín. Accedes al parking y al pasar la barrera, te bajas del coche dejándolo en marcha para ir a la garita y pedirle al vigilante una tarjeta para lavar el coche. Aquí ya tienes la primera incidencia porque al que está detrás de ti entrando en el parking no le hace mucha gracia que tú dejes el coche ahí parado mientras reza para que no se le baje la barra de acceso sobre su coche y se lo abolle.
Una vez con la ficha y los insultos del otro, te vas a la susodicha máquina. Cuando después de varios intentos consigues meter la rueda delantera izquierda por donde se indica, apagas el motor y te bajas del coche para meter la tarjeta en su sitio y que la máquina se ponga en funcionamiento. No es el coche el que avanza, sino es la máquina la que va de delante a atrás y viceversa echando primero aguan, jabón, aire …, vamos, el típico sistema de lavar coches.
Introduje la tarjeta y me pegué una carrera frenética de 10 metros para meterme en el coche antes de que pasara por primera vez aquel monstruo escupiendo agua por todos sitios y verlo desde dentro. Pues sí, tenía esa manía de verlo desde dentro, que se le va a hacer!. Pues tras evitar las roderas, los raíles por los que va aquello, y pasarme de frenada de la puerta de mi coche porque al estar todo con agua me resbalo, por fin estoy a salvo.
Y qué hace un tipo dentro de un coche mientras éste se lava, os preguntareis? Pues nada, absolutamente nada, a lo sumo pasar calor porque hacía buen día y como todo está cerrado a cal y canto, pues te asas. No podía poner la radio porque si la enciendo y se eleva la antena la puedo liar, así que me pongo el cinturón para ganar tiempo, enfoco las salidas del aire hacia mi cara para que me haga cosquillas cuando pasa con el secado y a esperar.
La primera pasada, la del remojo, creo que fue la culpable, aunque no me fijé mucho porque yo estaba preparando el interior. Y ya en la segunda, uy con la segunda!!!! Ahí empezó todo mi calvario.
No sé porqué, quizá porque como no tienes nada que hacer ahí dentro, pues te pones a mirar a todos lados. La primera mirada es a mi izquierda, la típica mirada de aburrimiento que echas por la ventanilla para mirar nada en concreto, pero en la que notas que algo no va bien, que algo pasa pero aún no sabes lo que es. Mirada al frente, al vacío, como cuando alguien te está hablando pero tú estás pensando en tus cosas, mirada perdida, inquietante, que refleja tu desazón interior. Aferrado con ambas manos al volante para encontrarte a ti mismo y lo que está pasando, aislarte del mundo (bueno, no imagino situación más aislada que dentro del coche cuando este se está lavando), abstraerte de tus problemas y echar una rápida pensada a qué es eso que te ha extrañado tanto al mirar por la ventanilla cuando no esperabas nada.
Y sí, la segunda pasada de los rodillos fue la que me dio la pista definitiva … había desaparecido mi espejo retrovisor izquierdo!!!! Pero cómo era posible?!?!?!?! Yo juraría que había entrado con todo en perfecto estado, pero eso ya era una suposición y el que no tenía espejo retrovisor, por desgracia, era un hecho. La máquina ni se había inmutado, me había arrancado de cuajo el espejo sin dejar ni rastro y ella seguía a lo suyo, venga echar agua, espuma y de todo por la boca. Aquello parecía un demonio más que un lavadero de coches!!!.
Por momentos me sentí como Mr. Bean, porque miré en todos sitios, durante unos segundos tuve unos movimientos frenéticos y compulsivos dentro del coche mirando por todas partes a ver si es que, antes de lavar el coche, desenrosqué los retrovisores y los metí dentro por si acaso. Pero no, ahí no había nada. Ni en el asiento del copiloto, ni en los asientos traseros, ni debajo de las alfombrillas, ni en el cenicero … no aparecía por ningún sitio y fuera no estaba por mucho que mirara. Pensé que quizá era un espejismo, una ilusión óptica producida por una gama de colores al mezclarse el agua, la luz, la espuma, el aire, y decidí esperar a ver qué sucedía cuando pasara de nuevo el rodillo, a ver si me devolvía el espejo al mismo sitio del que lo había quitado.
Pero no, no lo hizo. Pasó de nuevo sin compasión ajeno a la agonía que yo estaba viviendo ahí dentro … hacía una o dos pasadas que ya no me hacía gracia que el aire de las toberas me soplara en la cara. Y una luz me iluminó … el otro retrovisor!!!! Miré rápido hacia el lado derecho y vi que el otro estaba corriendo la misma suerte, que estaba agonizando, sujetado solo por los cables a puntito de arrancarse del todo. Sólo tenía una oportunidad y era ahí y ahora para salvarlo. Sin más dilación me tiré en plancha para socorrerle antes de que volviera el rodillo asesino y se lo llevara de mi lado para siempre como hizo con el otro … qué sería lo próximo Dios Santo!!!! Sería yo el siguiente?!?!? Iba a ser abducido en un túnel de lavado??!?.
La primera de las intentonas fue en vano, porque el cinturón de seguridad funcionó a la perfección. Tiene narices la cosa, que hasta en esos momentos el cinturón funciona. Antes de ser abducido casi muero ahorcado ahí dentro … qué daño, joé! Creo que aún tengo la marca del cinturón en el cuello estrangulándome cuando me tiré en plancha hacia la ventana y reboté de nuevo hacia la mía. Ostrás! (luego a mis padres les dije que era un chupetón porque no podía contar la verdad). Aún así, me desabroché y agradecí que el coche era antiguo y no tenía ventanillas automáticas porque eso ya hubiera sido la puntilla … ya veía los titulares:”Joven muere electrocutado en túnel de lavado cuando pone en marcha el motor y se juntan el agua y la electricidad”.
Las ventanillas eran de manivela, de las de antes, así que con rápidos movimientos la bajé, encajé como pude el espejo en su sitio y la volví a subir para que no entrara agua en el coche. Pasó la turbina del avión con más fuerza que antes y de nuevo se desenganchó. Repetí esta operación durante 5 minutos más hasta que el lavado se acabó. Estaba exhausto, chorreando de sudor, casi con asma, me faltaba ya el aire y con un solo espejo retrovisor. Necesitaba un respiro … había sobrevivido!!!!.
Me quedé unos segundos sentado en mi asiento, intentando controlar la taquicardia que tenía y pensando en porqué a mi hasta que el intransigente de turno me pitó para que me fuera que quería lavar él su coche. Pero no había visto lo que había sucedido? Aún así quería lavarlo … allá él!
Saqué el coche, lo aparqué y con las piernas aún temblorosas me bajé. Me apoyé en él para tomar aire y mientras miraba a mi alrededor a ver si veía algo por el suelo parecido a un espejo retrovisor. Es que no había restos de cristales por ningún sitio?!?!? Alucinante!. El de la derecha lo coloqué como pude y a buscar el otro. Por fin lo divisé en el suelo a 20 metros del lugar de los hechos y sin rastro de cristal, ni pequeños trozos rotos, ni grandes, ni nada de nada … se había evaporado.
Lo recuperé e intenté ponerlo en su sitio pero me fue imposible, aquello no tenía solución. Me monté en el coche y me fui a la salida, a la garita del vigilante a pagar e irme a casa a ducharme, pensar, recapacitar … no sé, tenía que salir de ahí cuanto antes.
Él vio todo. Sus ojos, su cara completamente congestionada de haberse reído a mandíbula batiente, colorado que parecía que iba a estallar, esa sonrisa difícil de contener, camisa abierta y con un ventilador a 2 cm de su cara para airearse, los cristales de la cabina empañados, no quería mirarme fijamente a la cara. Lógico, yo tampoco me atrevía a hacerlo. Como me diga algo, cualquier cosa, incluso un “hasta pronto”, algo, sólo con que me haga una insinuación sobre lo limpio que está el coche … le mato, sin más!. Hubo silencio.
No he sentido nostalgia de ese sitio ni me ha quedado trauma, pero tampoco he vuelto.
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