lunes, 17 de septiembre de 2007

Cadena de serenos

Me levanté pronto ese día y tras despedirme de Sergio después de una semana de vacaciones con él visitando Galicia, la tierra de nuestras familias, abandoné el hotel en el que estábamos dejando el aviso de que pagaría él. Metí todo el equipaje en el coche, incluido el balón gigante que con gran esfuerzo gané la noche anterior jugando a los dardos en una tómbola en Pontevedra y me puse en marcha camino de Gijón.

Se me había estropeado el GPS así que con un mapa de los de siempre extendido en el asiento del copiloto me encaminé hacia la 3ª y última semana de mis vacaciones. Después de dar un par de vueltas absurdas por Pontevedra buscando la salida camino de Vigo y haber solucionado el primero de mis problemas con relativa facilidad, se me enciende el indicador de la gasolina, por lo que todos mis esfuerzos se reconducen a encontrar una estación de servicio.

No estaba la cosa para ir descartando ninguna por no ser Repsol o Campsa que me regalan puntos, así que en la primera que vi allí que me metí. Como estaban todos los surtidores llenos me pongo detrás del más torpe, o al menos eso creí en aquel primer momento. El típico señor parsimonioso que se baja de su flamante coche, chequea las ruedas a ver si tienen la presión adecuada, mirada exhaustiva para ver si su esposa le hizo un rascón al coche el último día que lo cogió, busca los guantes de plástico para no mancharse, lee con detenimiento los tipos de carburante que hay, coge la manguera correcta, echa gasolina, deja la manguera, se quita los guantes, se va a pagar, al servicio a hacer sus cosas y lavarse las manos, comprar una botellita de agua, el marca para él y el hola para ella ... y yo mientras tanto siendo el primero de una hilera de coches que se formaba detrás por momentos.

Por fin llega mi turno e intento demostrar con qué firmeza y resolución actúa la gente joven en estos casos. Me bajo del coche, casi por instinto cojo una manguera, la acerco al depósito y ... vaya! Me he puesto en el lado contrario. Da igual, no pasa nada, estiro la manguera pasándola por encima del maletero y ... joe!! Se habrá atascado?!?! No llega!!! Qué raro? Vuelvo a tirar. Pero tiro como sin darle importancia, sin querer demostrar al resto de la gente que quizá no llegue la manguera, un tirón suave, estirándola poco a poco y, sí, es cierto, no llega más allá de la mitad del maletero!. En fin, no pasa nada, cuelgo la manguera, me monto rápidamente en el coche y chirriando un poquito de rueda echo el vehículo hacia delante y en una rápida maniobra luego hacia atrás arrimándolo todo lo que puedo al surtidor. Me bajo de nuevo, cojo esta vez la manguera correcta y estirándola de nuevo por encima del maletero sin miedo a rayarlo ... Dios, casi! qué poco falta, si le embocadura está tocando el depósito! Bueno, en milésimas de segundo veo la forma de la manguera y pienso que si aprieto saldrá la gasolina como si regara, a presión entrará disparada en el depósito, como si escanciara sidra, vamos! así que lo hago. Y sí, salió disparada sí, y escancié, sí, pero hacia fuera del coche y empezó a chorrear por todo el lateral acabando en mis zapatillas.

No sé por qué la situación me resultó bastante familiar, como si ya la hubiese vivido anteriormente hace muchos años, así que mientras veía la cola de gente que había formado tras de mi que casi llegaba a la carretera y oía un “chaval, que eso no lo puedes hacer!!!, deja ya eso!!!”, me encaminé con aire desenfadado al cajero sin quitarme las gafas de sol en ningún momento para no ser reconocido.
- Hola! Verá soy el del ...
- Sí, el del volvo!
- Eeehhhhh!! Sí, ese mismo. Verá, es que la manguera no me llega hasta el depósito y todo lo que ponga el contador no está en el coche. Bueno, en el coche sí, pero por fuera, y otro poco en el suelo y en mis zapatillas.
- Ya! Si ya te hemos visto, ya! Me dice con una sonrisilla que no me gustó nada. No importa esto, tú saca el coche de ahí que menuda cola has montado y ponlo en otro surtidor de tu lado del depósito.
- Vale, gracias!

Ni que decir tiene que al salir de ahí y ver la cara con la que me estaba mirando todo el mundo y los comentarios que se escuchaban de fondo, cogí el coche y me fui de la gasolinera como si nada. Bueno, no como si nada, muerto de vergüenza, enfadado conmigo mismo y rezando porque en el atasco en el que me había metido nadie tirara una colilla por la ventanilla de su coche, no por que les pusieran una multa, que en esos momentos era lo menos importante, sino porque con el reguero de gasolina que había dejado por el lateral del coche y las ruedas podía salir de ahí ardiendo como una falla de Valencia.

Y vuelta a empezar, a buscar otra gasolinera y esta vez con la premisa de que no fuera autoservicio, porque si a alguien le daba un cortocircuito o algo que no fuera a mi, sino a un profesional de este sector que sabría cómo actuar. Por fin encontré una que reunía todos los requisitos y que aún no tenía mi foto colgada en la vitrina con un “se busca”, es peligroso. Tras comprar unos donuts para el camino y dejar una buena propina por el trabajo que me habían ahorrado, emprendí de nuevo camino a Gijón.

Desde Pontevedra puede parecer que la mejor ruta para ir a Gijón es por el norte, pero no es tal porque no todo son autopistas así que me iría por Benavente para luego subir. Sí, lo sé, desde Astorga hay autopista a León y te ahorras unos cuantos kilómetros, pero en ese momento no se me ocurrió. En fin, que con la boca seca de tanto donut sin tener ni gota de agua me llama mi amiga Laurita y tras varias conversaciones telefónicas con ella desde mil teléfonos distintos porque no tenía batería en el suyo, finalmente me confirma, tal como habíamos hablado días antes, que se venía unos días conmigo a Asturias, el problema es que ella estaba de camino a León. No te preocupes, le dije, que por casualidades de la vida yo voy a pasar por ahí, así que te recojo y en marcha!. Estas casualidades de la vida que sólo existen cuando te equivocas de carretera.

Como no teníamos sincronizados los relojes y ella calculó mal el tiempo, llegué 4 horas antes, horas que empleé en dar una vuelta por la ciudad, seguir paseando, ir de reconocimiento al punto de encuentro en el que habíamos quedado para no perderme luego, seguir comiendo donuts y ponerme a jugar en la PDA a un juego absurdo de bolitas. Cuando llegó la hora h me quité la camiseta de conducir (claro, como cuando salí de viaje no estaba claro que viniera, pues iba con la camiseta que tengo para conducir, una cómoda y vieja que no me agobia en viajes largos y que, ahora, apestaba también a gasolina por motivos obvios) y me puse la que menos usos le había dado en mis vacaciones rociándola en colonia. Todo esto en mitad de León con el coche aparcado en una calle ... parecía un ... no sé, no sé lo que parecía la escena, la verdad!.

Serían las 5 de la tarde cuando llegó Laura con su amiga Gema. Estaban hambrientas y tras varias intentonas en distintas terrazas por fin nos sirvieron algo de comer en una de ellas cerca de la catedral, eso sí, todo frío porque ya no había cocina. Mientras Laura se bebía toda mi cocacola, yo escuchaba la historia tan surrealista que me contaba Gema que habían vivido las 2 el día anterior en Cangas, de donde venían. Habían tenido un problema de liquidez momentáneo y les supuso una gran discusión con la dueña de un hostal por usar la ducha de la habitación antes de pagar. El resto de clientes de la cafetería seguía tomando café ajenos a estar compartiendo terraza con un prófugo de las gasolineras y 2 guapas y peligrosas okupas de duchas.

Mientras hacíamos tiempo a que llegara Rubén, un amigo de Gema y tomarnos unas cañas con ellos antes de partir a Gijón, decidimos dar un paseo para bajar esa comida que ya empezaba a hacer estragos en ellas. Primero, una visita guiada a la catedral de León y sus vidrieras, con las perfectas explicaciones de Gema ... ole, ole y ole! Entre la lección de historia que nos dio, lo bien que lo contó y lo bonito del lugar íbamos flotando ... qué digo flotando! levitando entre los bancos, hasta que nos habló del topo gigante. Por qué, por qué lo hizo?!?! Al ver encima de una de las puertas de entrada lo que parecía un cascarón enorme mezcló la historia con una fábula sobre un topo gigante que una y otra vez echaba abajo la construcción de la Catedral, que no sé yo no sé yo, en fin, me lo creeré pero ... uummmmm, uuuummmm, con reservas, con bastantes reservas. Luego completó la lección magistral con la visita por otra iglesia cercana y las calles más típicas de León. Un placer, sí señor!.

Seguimos haciendo tiempo y nos metemos en una librería para que Laura se comprara cualquier cosa ya que, según ella, se le iban a hacer los días muy largos en mi compañía y necesitaba distraerse de alguna forma. Lo peor de todo es que me convence para comprarme un libro del que no pude ni acabar de ver la película en vídeo de lo que me aburrió. En fin, personalidad que tiene uno. A la hora de pagar temen que les suceda como con la señora del hostal y que no pase la tarjeta, pero no tienen ningún problema y la máquina lee la banda perfectamente, cosa lógica teniendo en cuenta que estábamos en una librería.

Una vez que llega Rubén recorremos de nuevo las calles típicas y nos metemos en un par de bares a tomar unas cañitas rápidas porque ya se acercaba la hora de irnos a Gijón, se hacía de noche y aún nos quedaban más de 2 horas de camino. Insistieron mucho en llevarnos a un bar en el que pides la cerveza y te ponen un aperitivo muy típico de ese sitio y que, según ellos, estaba muy bueno. La verdad es que habrá que volver otra vez a probarlo porque no lo sabemos, fue poner el aperitivo y sólo catamos el nuestro y gracias. Al final, sólo al final, se dieron cuenta que la idea era que Laura y yo probáramos todos y ... bueno, lo entiendo, a ellos también les gustaba, joe!.

Muy amablemente nos ofrecieron quedarnos en León esa noche e irnos al día siguiente a Gijón, pero preferíamos ya descansar allí y levantarnos sin prisas y con calma al día siguiente. Qué majetes, pero Laura estaba agotada de los días anteriores y yo también prefería llegar a mi casa porque al día siguiente había quedado con amigos a comer. Lo agradecimos igual de cualquier forma y quedando pendiente para otra vez emprendimos la marcha a los coches para irnos. Desde el coche de Laura fuimos a por el mío, cosa buena porque así vimos la otra parte de la ciudad que no habíamos llegado a ver en los paseos anteriores. No lo tengo muy claro aún, pero o León tiene un solo sentido de circulación o nos perdimos, porque dimos vueltas alrededor de la muralla que ni te cuento.

Una vez cada uno en su coche, las indicaciones precisas para el viaje ya que Laura tenía el móvil sin batería y sin cargador: Yo, le decía, iré delante todo el camino y cuando quieras algo me haces luces y paro o me adelantas y nos echamos a un lado. Tienes gasolina suficiente? Sí, sí, de sobra. Vale, pues en marcha. Como suele suceder siempre, el chico, en este caso Rubén, nos encaminó casi a la salida y desde ahí nos dio las indicaciones claras y precisas para salir a la autopista en dirección a Gijón, acabando con el típico “es un camino para tontos”. Acto seguido la chica, en este caso Gema, le mira con una cara mezcla de comprensión y paciencia y nos explica otra vez el camino de salida pero más resumido y directo. “Es un camino para tontos” seguía escuchando decir de fondo a Rubén mientras Gema nos daba las últimas explicaciones...

Como acordamos, yo delante en mi coche y Laura detrás en el suyo nos vamos siguiendo las explicaciones recibidas y, en el primer cruce con cierta dificultad, tomo la dirección opuesta a la indicada porque soy despistado, pero no tonto y como el que nos indicaron era para tontos pues no lo cogí. Vamos, que supongo que un poco más largo sí que fue pero llegamos al final, que es lo que importa.

En mitad de la noche y de la autopista de montaña me hacen luces, no me lo podía creer, Laurita me estaba haciendo luces y eso significaba que pasaba algo. Sigo unos metros más para intentar detener el coche en el arcén en una zona que no sea demasiado peligrosa y me bajo corriendo y nervioso hacia su coche...
- Qué pasa Laura, te pasa algo?
- Que no tengo gasolina, que voy en reserva.
- Ya! No pasa nada, tranquila, en la siguiente gasolinera que vea me paro. Para que no se asustara no le quise decir que justo la gasolinera que acabábamos de pasar era la última en unos 50 km.
- No te habrás asustado, no?
- Nooo, qué va! Si siempre suelo parar en este punto en mitad de la noche cuando voy a Gijón, pensé.

Continuamos el viaje y en el 2º y último peaje se acerca a mi coche con la cara desencajada diciendo que está en las últimas últimas, que no llega más. Por suerte, ya estaba cerquita la gasolinera y paramos al poco. Éramos los únicos y aprovecho para llenar el depósito e ir al servicio. Laura fue primero al servicio y tardó en salir, lo que me preocupó un poco y no se me ocurrió pensar otra cosa que si la habían raptado en esa noche tan tenebrosa ... siempre pensando en positivo.

Me pongo a echar marcha atrás para acercar mi coche al de Laura y cambiar las maletas de su coche al mío y a la chica de la gasolinera no se le ocurre otra cosa que pasar por detrás ... pero sí sólo estábamos nosotros!!!! No había ni un solo coche más (salvo el de los posibles raptores, claro!), el de Laura parado en el surtidor y yo maniobrando y ... vamos, que no la atropellé de milagro!! Que casi me atropellas y me dan la baja, me dice. Se puso a echar combustible al coche de Laura y al ver en su maletero que llevaba una tienda de campaña y sacos de dormir entabló una conversación, bueno conversación, un monólogo con nosotros de 5-10 minutos que ni pá qué! Poco le importó que hiciera un frío de narices, lloviera y yo estuviera tiritando o que Laura se encontraba de pena, la cara desencajada y agotada ... pues cuando yo era pequeña, nos decía, me iba con una amiga al prau, ahí cerquita, lo conóceis? No, bueno, pues me iba con ella el viernes al salir del cole al prau y nos cogíamos la tienda y los sacos y nos íbamos a pasar el fin de semana de acampada. Estábamos a unos 2 km de casa, pero aprovechábamos para fumarnos unos porrines y echarnos unas risitas jijijijiji ... qué divertido! Una noche que no avisamos aparecieron nuestros padres y nos vieron riendo por todo y al ver fuera cervezas que habían dejado los de otra tienda se creyeron que estábamos borrachas y no nos dijeron nada jijijiji, menos mal que no pensaron en los porrines jijijiji ... Aguantamos estoicamente porque se lo debíamos ya que casi la dejo debajo de las ruedas. Otro día, a lo mejor hasta entablábamos conversación, pero ese día no era el momento.

Por fin llegamos a casa a eso de las 11.30 de la noche. El viaje había sido duro pero ya sólo teníamos que descansar y al día siguiente ir a comer con mis amigos y dar una vuelta por la ciudad andando, porque en coche ya se la di al entrar. Le enseño la casa, que elija habitación ya que dos días más tarde llegarían otros amigos a la casa y que se ponga cómoda. No le dio tiempo a ponerse cómoda pues lo primero que hizo fue ir al baño. Normal, pensé, cuando uno llega de viaje pues ... y cuando ella salió entré yo porque ese es el baño que siempre uso cuando estoy ahí. En fin, cómo relatarlo ... ufff ... vamos a ver vamos a ver ... las sensaciones no fueron las esperadas, por así decirlo. Cuando salí, me encontré a Laura en el pasillo ... perdona, Rafa, perdona, pero es que ... no sé lo que me pasa, no me encuentro bien, te tenía que haber avisado, perdona, qué vergüenza qué vergüenza ... por favor, no vuelvas a entrar en este baño y déjamelo sola a mi, tú vete al otro ... que vergüenza ... En aquél momento no sé muy bien quién de los dos estaba más sofocado, aunque por distintas razones.

Después de vaciar cada uno sus maletas y hacer las camas, me dice que se sigue encontrando muy mal, que empeora por momentos y que dónde hay una farmacia cerca. Como le da un poco de palo decirme lo que necesita que le compre me acompaña a la farmacia que hay justo enfrente al portal pero, es salir del mismo, y que se va, que se dobla, que no se tiene en pie, que se empieza a poner blanca, pálida, a tener arcadas y conatos de vómito y se sienta en un saliente para tomar aire. Tras unos minutos aguantando parece que el aire le empieza a hacer efecto y se recupera un poco.

Nos acercamos a la puerta de la farmacia que estaba cerrada para ver dónde había otras de guardia y en esas que miro alrededor y ... diantre! Un sereno!!! Corriendo que me voy hacia él y le paro en mitad del paso de cebra
- Hola, buenas noches!
- Buenas noches!
- Perdone, sabría decirnos dónde está la farmacia de guardia más cercana? Es que se encuentra mal, le digo al sereno indicando a Laura, y necesitamos comprar algo para el estómago y alguna cosa más. No era cuestión de especificarle al señor con pelos y señales lo que necesitábamos.
- Pues déjame que piense ... ahh sí! hay dos farmacias de guardia pero están por el centro. Sois de aquí?
- Bueno, no lo soy pero conozco más o menos esto.
- Vale, pues si coges la calle ... bla bla bla ...
- Vaya, pues no lo conozco tanto. Se puede ir andando? Hay que coger coche?
- El sereno se me queda mirando, mira a Laura que sigue con sus convulsiones y tapándose la boca para no vomitarle encima y se hace cargo de la situación. Mirar, si no sabes ir podemos hacer otra cosa, si queréis, podemos hacer una cadena humana de serenos ...
- Laura y yo nos miramos boquiabiertos ... bueno, yo boquiabierto y ella atónita porque si abría una vez más la boca no sabría decir qué podía salir por ahí. Qué?!?!
- Sí, una cadena de serenos. Yo llamo por el walkie a mi compañero de aquella zona, le digo lo que queréis comprar y que lo compre él en la farmacia y luego nos lo vamos pasando uno a uno al hacer la ronda hasta llegar aquí. Eso sí, tardará un poquito hasta que nos pongamos todos de acuerdo.
- Estoooo, bueno, no no no se preocupe, muchas gracias, no no importa, ya vamos nosotros, si nos dice dónde es ya voy yo con el coche y lo buscaré como sea. Gracias de todas formas.

Tras despedirnos del primer eslabón de la cadena de serenos, Laura no se tiene en pie y se sube a casa a descansar mientras yo cojo el coche en busca de la farmacia de guardia. Ahí no le queda más remedio que escribirme en un papel lo que quiere y, de nuevo, a sentirse avergonzada porque no son sólo cosas de estómago, sino también de mujer las que necesita. Entre risas nerviosas, medio lloros, convulsiones y un poco de tiritona se pone sus calcetines rosas para dormir y se mete en la cama a la espera de que yo llegue con el encargo.

Para llegar a la farmacia necesité de la colaboración de otro sereno, del último eslabón de la cadena, el que estaba en ese barrio y que probablemente ya tenía indicaciones de su compañero de hacerme llegar perfectamente a mi destino. Al volver a casa 10-15 minutos más tarde con todo lo indicado, se me cae el alma a los pies al verla llorando en la cama hablando por teléfono con Manu, su novio, porque se encontraba avergonzada.

La cosa no mejoraba mucho ni en lo físico porque seguía mala ni en lo psicológico porque cada minuto que pasaba la cosa se iba enrareciendo. Ahora, a gritos desde el baño, que le dejara papel que se le había acabado. Menos mal que esas lágrimas se convirtieron en risas al ver la situación tan atípica que estábamos viviendo. Estuve un ratillo haciendo guardia hasta que me entró el sueño, pero me fui tranquilo a dormir porque la cama tenía un protector que usan mis sobrinas por si las moscas y le facilité una toalla y un par de palanganas para que no mezclara arriba y abajo si tenía algo que expulsar y si no le daba tiempo a llegar al baño que las tuviera a mano.

Durante la noche fue unas 12-13 veces al baño y optó por el viejo truco de abrir el grifo del agua para que no se oyera nada desde fuera. Por suerte y pese a estar el baño pegado a mi habitación, no oí nada, me dormí del tirón de lo cansado que estaba. A ella le salió bien ese recurso el resto de los días que estuvo en mi casa, pero no sé si mi hermana estará tan contenta cuando llegue la tarifa del agua, ya veremos.

A la mañana siguiente nos despertamos pronto, pero tras una breve charla la dejo durmiendo en el salón y me voy de compras, había que comprar productos para la dieta blanda tipo yogures naturales, yogures con bifidus, jamón york, leche, aquarius, huevos ... y sobre todo papel higiénico que podía escasear visto lo visto. El tipo de dieta que hizo no lo tengo muy claro, porque acabaron las vacaciones y estuve comiendo en Madrid esto durante una semana porque ella lo único que tomaba era una especie de suero bebible que sabía a rayos y, eso sí, mi yogur bebible para el desayuno.

Cuando vuelvo a casa me siento como un okupa ya que no puedo entrar en mi baño y ahora tampoco en el salón porque ella está durmiendo y ha cogido mi sofá. Llama a su amiga Gema para contarle lo que le ha pasado y preguntar si ella va a subir unos días con nosotros y, cual es nuestra sorpresa, cuando ella nos dice que se encuentra igual, que tiene lo mismo!. Por momentos disfruté pensando que las 2 se podían venir unos días de vacaciones conmigo, sería un sueño hecho realidad, pero en aquel momento agradecí que no fuera así porque no sabría que hacer con 2 en el mismo estado ... ufff!!!

Se corrió la voz entre las amigas de Laura de la situación que estaba viviendo conmigo, de esa reacción extraña que había sufrido su cuerpo al solo pensar que íbamos a pasar unos días solos en Gijón, y empecé a recibir llamadas y más llamadas porque Laura estuvo todo el tiempo sin móvil. Nunca tanta chica me había llamado antes al móvil y aunque no eran para mi, qué! me hacía ilusión ... Bea, Gema, Gema, Bea ... y Manu, claro está. Yo tenía otro móvil de repuesto, pero quiero pensar que no se me ocurrió dejárselo en vez de compartir el mío (bueno, es un decir, ya lo sacaba ella a la calle porque lo usaba más que yo) y no que no quise hacerlo para seguir hablando con sus amigas.

Al principio le pasaba pronto el teléfono o lo cogía ella directamente, al final yo estaba hablando 15 minutos y luego se lo pasaba para que hablara un pelín, ya que me habían contado todo a mi. Como ya habíamos compartido lo menos sexy que 2 amigos pueden vivir en un viaje, a partir de ahí se perdió todo tipo de compostura y miramientos ... el poner la lavadora y tender luego la ropa interior del otro estaba a la orden del día.

Tras dormir la siesta nos fuimos a dar una pequeña vuelta por el paseo marítimo y de nuevo comprar ciertos productos para cenar y alquilar un par de pelis, ya que la noche podía ser larga. Además, como seguía sin tarjetas tampoco tenía dinero, por lo que le dejé yo. No le bastaba el consumo del móvil, quería algo más material. Menuda joyita me llevé de vacaciones, no me extraña que al novio no le importara en absoluto. Incluso me tenía que haber pagado!. En fin, intentó recompensar haciéndome unos huevos estrellados de cena para que yo también me pusiera malo y estar en igualdad de condiciones, qué barbaridad qué cacho plato!!! Estaban ricos, todo hay que decirlo.

Ni por la noche dejaba de sonar el teléfono. Ni baño, ni sofá, ni manta, ni móvil, ni dinero, cada vez me iba sintiendo menos en mi casa, pero que ni una peli se pueda ver tranquilo porque mi móvil no dejaba de sonar por ella!!! Tras las pelis una conversación hasta altas horas de la mañana y a descansar.

Al día siguiente se levantó mejor y nos fuimos a comer a Cudillero, pueblo pesquero muy muy bonito que se caracteriza porque tiene una tienda de artículos varios con 2 puertas, pero como una de ellas está al doblar la esquina te hace pensar que son dos tiendas distintas y entras una y otra vez todo ilusionado pensando ver cosas nuevas ... y no.

Teníamos la intención de volver pronto a Gijón porque venían Gordo y Garagorri a mi casa, descansar viendo una de las pelis del día anterior que tantas veces nos interrumpieron y recoger la ropa tendida porque era demasiado premio que ellos vieran la ropa interior por ahí sin haber vivido lo anterior, y a punto estuvimos de no hacerlo porque como las indicaciones de las carreteras están mal, nos pasamos la entrada a la ciudad a la ida, dimos la vuelta y nos la pasamos de nuevo, rectifiqué otra vez y me confundí, y a la 4ª ya me dio Laura un toque de atención y que entrara como fuera en la ciudad de una maldita vez.

Mis amigos encontraron la casa sin problemas, si bien les sorprendió no ver la puerta del piso abierta de par en par como es costumbre ahí. Aún recuerdo la última vez que subí con éstos y otros y salimos por la noche. Me volví antes a casa dejándoles un juego de llaves a cada 2. A la mañana siguiente me levanto y veo la puerta que da al descansillo de la escalera abierta del todo, pienso que menudo pasillo tiene la casa, la retiro, paso a la cocina y ... joe! Qué narices de pasillo ni qué! Vuelvo y veo la puerta abierta. Me asomo al descansillo y no veo a nadie, entro en casa dejando aún la puerta igual pensando que alguien está entrando y saliendo y sigo sin ver a nadie, voy a las habitaciones y todos durmiendo que roncaban. No me lo podía creer, se habían acostado a las 7 de la mañana y pensaron que las llaves sólo se las dejé para entrar y que no me despertaran, pero no para luego cerrar la puerta ... si es que, cómo se me pudo haber pasado decirles eso, aaayyyy!!!

Esa noche salimos todos a cenar y al día siguiente a Tazones de ruta turística. Por la tarde quedamos con Carlitos en Covadonga y fuimos a visitar la Santina. Debajo de la gruta hay una pequeña cascada y una fuentecilla donde la gente tira monedas y pide un deseo. Pues estábamos arriba en la cueva donde está la Santina y Laura me pide una moneda para lanzarla al agua y pedir un deseo. Bueno, me pareció que se anticipaba un poco pero como íbamos a bajar ya, supuse que lo quería ir pensando y demás y le di 1 €. Cuál fue nuestra sorpresa cuando vemos que se retira un poco, medita, cierra los ojos y tira la moneda.
- Pero qué narices estás haciendo?
- Pues pidiendo un deseo! Pero con tan mala suerte que la moneda ha caído entre las rocas y no ha llegado al agua!
- Pero cómo va a llegar si aquí no se piden los deseos, que se piden allí! Le decimos todos señalándole abajo del todo el sitio donde se amontonaba la gente haciendo fotos y pidiendo cosas.
- Y yo qué sabía!?!?! Cómo he visto que esta niña lo hace aquí! Y nos señala a una niña de 2 años que estaba a su lado.
- Sí, bueno –dice el padre- es que la pobre se ha encaprichado y quería tirar desde aquí la moneda. Aunque ya le he dicho que no es el sitio.

Claro, abajo le tuve que dejar otro euro y que lo hiciera correctamente. Sólo espero que con 2 euros que le dejé se acordara de mi en sus peticiones porque da para mucho!!!

Faltaba más de una hora para que abrieran al tráfico el acceso a los Lagos así que Laura y yo en un arranque de insensatez decidimos empezar la subida andando y que nos cogieran por el camino. Vaya idea peregrina! 14 km de subida por una carretera que en algunos tramos no cabe casi más que un coche, arriba con cabras por la carretera, vacas, llena de curvas infernales y ella y yo picados haciendo cómo que disimulábamos: Oye, que si estás cansada, que paramos un poco, eh! ... No, no, tranquilo, yo pararía por ti, si tú lo necesitas ... Yo?!?! Estás tonta? Yo no yo no, tú si acaso ... bueno, pues seguimos un poco entonces porque voy muy bien ... Al final paramos un par de veces tragándonos el orgullo porque no había quién subiera eso!

Al día siguiente, el viernes, dejé bien encarrilada a Laura con las indicaciones perfectas para ir a Madrid, si bien con la condición de que llamara al llegar para saber si estaba bien o no. La primera de las llamadas fue a mitad de camino antes de echarse la siesta en un área de servicio y la última desde Madrid...
- Oye chavales, que dice Laura que ya ha llegado a Madrid, que está muy bien y que se lo ha pasado muy bien aquí con vosotros –dije a mis amigos mientras hablaba con ella por teléfono- que un beso a todos. Aprovecho que está con nosotros Mica, la novia de Gordo y le digo a ella, oye, que dice que eres muy guapa, que ha visto fotos tuyas y que muy guapa.
- Ah, sí! De verdad?! de verdad te ha dicho eso?!?! En serio? Gracias gracias qué ilusión –oigo al otro lado del teléfono-
- Laura! Que no es para ti, que es para Mica, que eso es lo que me dijiste tú de ella...
- Ay, ay, qué vergüenza qué vergüenza!

Finalmente el último día nos fuimos a las fiestas de Quintueles, un pueblo cercano a Gijón. Iba bastante nervioso porque fue mi reencuentro con el perro del masaje. Él también lo estaba, se lo noté. Me vino a saludar nada más bajarme del coche, pero uno de esos saludos de cortesía y poco más ... me había olvidado. Me usó para una noche y ya, sin más. No le dio la mayor importancia. El resto de la noche nos rehuimos las miradas. Acabé la fiesta envuelto en barro por un resbalón desafortunado en un baile frenético en mitad de un lodazal.


A Laurita, mi musa en esta historia, por ser una chica natural y “normal” desde los calcetines rosas que se pone para dormir hasta el pelo escarola que se le pone después de la ducha.

lunes, 10 de septiembre de 2007

El mundo de los dardos

Ya desde muy pequeñito me di cuenta que tenía un Don. Lo que para algunos era una simple afición para mi cobraba un sentido especial, era ver unos dardos sueltos y sentir un deseo irrefrenable de hacerlos volar, ya fuera hacia una diana o hacia la cabeza de mi cocinera cuando aquel día se cruzó por delante de su envenenada trayectoria.

Este hecho aislado no seccionó mi meteórica carrera en este mundo de gente peculiar pero hasta unos años más tarde no encontré con quién ni dónde practicar de forma continuada, teniéndome que conformar con las tómbolas del colegio cuando estaba en fiestas o las verbenas de los pueblos.

Fueron mis amigos los Javi’s los que hicieron renacer en mi esta virtud que durante años estuvo saliendo y ocultándose como los ojos del Guadiana. Teníamos unos 17 años cuando dimos cerca de casa con un bar de esos en los que además de beber sin más podíamos jugar a los dardos y nos aficionamos del todo ... a los dardos, me refiero, que a lo otro ya lo estábamos!.

Los comienzos no fueron como esperaba. Si bien éramos de los más jovencitos del bar que empezábamos a jugar a esto, yo traía tras de mi un gran curriculum de peluches, llaveros y muñecotes ganados por aquellas tómbolas del pasado, que mi dinerito me habían costado y que me hacían creer un gran jugador, pero pronto me pusieron los pies en la tierra.

En aquellos tiempos recuerdo cómo podías jugar con quién quisieras siempre que se respetaran unas reglas bastante sencillas: las partidas en diana de piel eran gratis y si querías jugar, caso de que alguien lo estuviera haciendo ya, tenías que apuntar la anotación de aquellos que estaban jugando en la pizarra y luego tú participabas contra el ganador. Si con los 3 dardos conseguías menos de 10 puntos en el 501, metías una moneda en una botella que había junto a la diana. Era fácil, si ganabas estabas jugando hasta que alguien te echara.

Las primeras veces me sirvieron bastante para el futuro, ya que me harté de hacer cálculos mentales de las puntuaciones que hacían los jugadores porque nunca llegaba a jugar un par de partidas seguidas y me tocaba apuntar siempre. La gente llevaba sus propios dardos para jugar, yo llegué a plantearme el llevar mi propio equipo de tizas y borrador para anotar! No había manera de ganar ni una sola partida y la botella se iba llenando a mi costa para un sorteo futuro ... Joe! Ni sorteo ni gaitas, que me lo dieran a mi directamente porque era mi dinero!!.

Iba pasando el tiempo y los Javi’s y yo nos íbamos aficionando cada vez más y más, hasta el punto de tomar por costumbre todos los fines de semana ir a jugar ahí antes de salir de marcha. La afición empezó a convertirse en un poco de obsesión cuando, con el paso del tiempo, íbamos jugando mejor y mejor hasta el punto de haber días que nadie nos echaba hasta las 2-3 a.m., momento en el cual dejábamos el bar para irnos a casa ... nunca gustó en el bar esa actitud porque cuando perdíamos la primera nos íbamos.

Era la época de la universidad y muchas veces los novillos (palabra casi en desuso que hay que retomar) consistían en ir hasta por la mañana a jugar ahí desde bien tempranito. Pasaré por alto esa época en la que algunos días mis amigos no podían venir a jugar entre semana por diversas razones y yo me iba solo al bar a jugar. Claro! después de tantos años seguro que tengo algún conocido ahí con el que echar alguna partidita que otra, pensaba yo. El problema es que a las 6 de la tarde de un martes de marzo, por poner un ejemplo, no suele haber mucha gente en estos bares, por lo que me pasaba 3-4 horas jugando solo contra mí mismo hasta que llegaba alguien y le pedía si quería jugar conmigo. Era triste acercarse a alguien en la barra de un bar con 21-22 añazos que tenía uno y preguntarle si le apetecía jugar conmigo porque estaba solo, pero más triste eran las horas anteriores en las que no tenía ni la opción de pedírselo a nadie.

Pasada esta etapa escabrosa de mi vida, decidí cambiar de bar e ir a jugar a otro cercano y comprarme mis propios dardos ... ya era uno de ellos! Atrás quedaron las penurias de pedir dardos prestados y manos llenas de tiza de tanto apuntar, ya tenía mi propio estuche Harrows con dardos de 21 gr y podía hablar sin tapujos de dónde los había comprado, de su peso, de si son mejores las dianas de piel de cabra u oveja, de si había que mojarla un poco para que no estuviera muy seca y el dardo no rebotase mucho, de la “media” de puntuación que tenía en los juegos, de si son mejores las colas largas o cortas o incluso del mismísimo diseño de la pluma ... ahhhh!!!! Por fin, ya era uno más de ellos!!!.

Mi amigo Álvaro de la universidad siempre me recuerda la primera vez que fue conmigo a este bar. Habíamos perdido el contacto después de acabar la carrera y tras 2-3 años sin vernos más que en unos simples partidos de fútbol quedamos para tomar unas cañas y hablar y ponernos al corriente de cómo nos había ido la vida en este tiempo. Tras unas pequeñas conversaciones en las que no profundizamos mucho en ningún tema porque no teníamos demasiada confianza, se le ocurre que podíamos jugar a los dardos y así romper un poquito el hielo y que la cosa fuera más animada. Por supuesto, le dije! Me levanto, me acerco a la diana, preparo todo, saco mi cajita con los dardos, los monto y cuando me giro para empezar a tirar le veo con una cara de pasmado que ni te cuento ...
- Qué co... estás haciendo, Rafa?!?!!?
- Cómo que qué hago?!?! Qué voy a hacer? No me has dicho que si jugábamos una partida? Pues eso, vamos ...
- Y qué has sacado de esa funda?
- Pues mis dardos!
- Qué?!?! Que tienes tus qué ...?!?!? Su cara de pasmado pasaba a incomprensión, a pena, a alucine, a pensar en qué narices estoy haciendo aquí con este friqui de los dardos, a lástima, a arrepentirse de haberme insinuado nada ...
- Bueno qué, vamos?! Yo a lo mío

Bueno, se calló todo lo que pensaba al respecto y cuando empezamos la partida me quiso dar conversación. Nooo!!! Noooo, no! Chhsss, no!!! Alto ahí! Alto ahí ... no nos equivoquemos ni por un momento. Todo el mundo sabe que cuando juegas a los dardos ... no se habla!!! No se habla porque pierdes la concentración en la partida, te distraes y si apuntas al 20 puedes dar al 1 y, claro, hay una sutil diferencia!!. Se lo expliqué y tras pegarle una paliza sin mediar palabra el resto de partida no quiso volver a jugar otra.

Mientras recogía mis dardos en la funda pensaba para mi que claro, en el fondo lo entendía, no le iba a reprochar nada por no querer seguir jugando, llevo tanto tiempo haciéndolo que no quiere que le humille de nuevo. Él, por su parte, también en silencio mientras apuraba su último trago de cerveza desde la mitad de la jarra, pensaba que con este friqui no volvía a jugar en la vida y que se plantearía el volver a quedar de nuevo. No deja ni que le hable después de años sin vernos!!!

Pasó algún tiempo y seguíamos jugando con asiduidad a los dardos, aunque uno de los Javi’s emigró y ya iba a jugar sólo con el otro. Como se nos daba bien, nos planteamos hacer un equipo de dardos y competir en una liga entre semana con gente de otros bares a ver si de verdad éramos buenos o no, por lo que se lo dijimos a Beltrán (El novio de “Testigos de Boda”), a Garrote (amigo de mi trabajo) y a Baile (amigo de Garrote). Eran equipos de 4 así que nos iríamos turnando ya que al ser entre semana a veces no todos podíamos ir.

Con estas nos apuntamos a una liga de Dardos Electrónicos. Nunca jugábamos con este tipo de dardos porque, además de costar dinero las partidas, nos gustaban menos, pero el premio al ganador era ir al Campeonato de España en Salou con todos los gastos pagados y estábamos convencidos de ello. Bueno, lo dejamos de estar tanto cuando vimos a Beltrán y Garro jugar ... en fin!.

Como esperábamos fue fácil y ganamos, pero llegó la hora del Campeonato de España y comenzaron las complicaciones. Baile y Beltrán no podían ir, así que necesitábamos un 4 jugador para ir al campeonato y no lo teníamos. Tras un sondeo de mercado no conseguimos a ningún amigo de mínimas garantías para ir y el dueño del bar donde jugábamos nos dio la solución, él conocía a un chaval que jugaba muy bien y se había quedado sin equipo y que podía ir con nosotros. Ninguno le conocíamos de nada ni le habíamos visto en la vida, pero como me recordó mi época de jugador solitario sin amigos con los que competir apoyé desde el primer momento esta opción.

La organización nos pagaba el alojamiento, la comida y las partidas que disputáramos en el torneo, corriendo sólo por nuestra cuenta el transporte, así que la opción de ir en el coche de Garro fue la más acertada teniendo en cuenta mis percances automovilísticos por todos conocidos y el viaje en avión que recientemente habíamos realizado a Londres.

Estábamos en medio de la liga y nos apeteció ir a conocer Londres, por lo que nos fuimos Javi, Beltrán, Garro y yo para hacer equipo, mayor cohesión. El avión salía un jueves de octubre a las 7 a.m. por lo que teníamos que estar en el aeropuerto a las 5 a.m. para facturar, cosa que hicimos sin mayor problema. Las complicaciones llegaron en el primer control policial:
- Quién es Fernando Garrote? Preguntó el policía.
- Yo! contestó Fernando.
- Sabes que tienes el DNI caducado? Tú con esto no puedes viajar a Londres.
- Cómo que caducado?!? Que no puedo viajar a dónde? Pero si ...
- No! Con este DNI no puedes ir. Bueno, no es que no puedas ir, porque volar puedes, lo que pasa es que cuando vayas a entrar en el país y te pidan el DNI no te van a dejar entrar porque lo tienes caducado, por eso no te dejamos pasar. No tienes otro documento que te identifique ... el pasaporte?
- Pues no, aquí no lo tengo, le dijo al policía mientras ambos mirábamos en su cartera el carné de jugador de dardos internacional y yo rezaba todo lo que sabía porque no se le ocurriera sacarlo para identificarse con eso.
- Pues entonces nada!
- Cómo que nada?!?!? Pero si acabo de facturar la maleta y no me han puesto ningún problema?
- Ese no es mi problema. Tú con el DNI caducado no puedes pasar y si no tienes el pasaporte, nada. Si has facturado será porque no lo han visto.

Llegados a este punto, solo había una salida, así que les dije a Javi y Beltrán que se fueran ellos en el avión y cogieran nuestras maletas, que yo me quedaba con Garro y le acompañaba a su casa a por el pasaporte y cogeríamos el vuelo de las 12.

Tras una primera intentona infructuosa en la comisaría del aeropuerto para hacer un DNI de emergencia que no resultó debido a que era demasiado temprano y estaba cerrada ya que no se trataba de un 24 horas, me volví con él a su casa a por el pasaporte, hacer tiempo, darle un par de collejas bien dadas y volver al aeropuerto a coger el siguiente vuelo, pero al llegar al mostrador de la compañía ...
- Fernando? Sí, ya me han comentado los compañeros, perdona que antes se me haya pasado lo de tu DNI caducado. Sí, no tienes ningún problema en coger el siguiente vuelo porque ha sido error nuestro. Disculpa las molestias.
- Hola, le digo dándole mi DNI, yo también quiero plaza en el siguiente vuelo.
- Y tú? Y tú por qué? Por qué no has ido en el anterior si tenías todo en regla?
- Hombre! Pues porque no le iba a dejar solo!!
- Se me queda mirando con cara atónita y ... la verdad, es que es un gesto muy bonito por tu parte, sí, pero tú no puedes ir. Él volará gratis porque ha sido error nuestro pero tú, tú has renunciado a ir antes y por tanto te costará dinero volar ahora.
- Qué?!!? Que me costará qué ...?!?? Qué ha dicho del gesto?!?!?
- Pues que tú no has querido ir antes y ...
- No, no ... un momento, yo no es que no haya querido ir, vaya si quería! Cree que me levanto a las 4 a.m. y no he volado antes porque me hacía ilusión quedarme? Lo que pasa es que como él no pudo pues no le iba a dejar solo!
- Te repito que buen gesto, pero veremos si incluso hay plazas para ti aún pagando porque ...
- Vale, vale, muy bien ... mientras le quito el carné de la mano le digo: Pues ahora voy a ir al otro mostrador de la compañía y les voy a decir que yo también facturé antes pero que al llegar al control policial me di cuenta que había perdido mi DNI y por eso a mi tampoco me dejaron volar, que no es que yo renunciara, sino que no pude. Le mantuve la mirada.

Estoy convencido que no fue el argumento en sí, que podía ser un argumento de peso si no se lo dijera con el DNI en la mano, ni mi cara desafiante cuando sabíamos ambos que ella tenía razón, sino que pensó que sería la bomba que yo me quedara en tierra mientras Garro podía volar cuando todo había empezado por él. Creo que la situación le pareció demasiado sangrante para mi dignidad y nos dejó embarcar ya que el avión iba medio vacío. Y ya en el avión cuando la azafata se enteró que nuestras maletas habían ido en el vuelo anterior, alucinó. Todo esto justo después del 11-S, por lo que me imaginaba a Javi y Beltrán arrestados en el aeropuerto de Londres por llevar unas maletas que no son suyas porque viajaban a nombre de unos pasajeros que no iban en el avión y que estaban con armas blancas (se me ocurrió llevar mis dardos para competir allende los mares).

En fin, que siendo este nuestro más reciente precedente, nos decantamos por el coche de Fernando, eso sí, los 3 solitos y al chaval que iba a jugar con nosotros nos lo encontraríamos ya en Salou.

Me habían dado el teléfono del chaval para quedar con él en el aparta-hotel y vernos ahí, pero ya por el camino nos llamó unas cuantas veces para adelantarnos cómo eran las habitaciones y contarnos que estaba nervioso. Simplemente nos dijo que le reconoceríamos fácilmente en la recepción pese a que a esa hora estaba llegando casi todo el mundo de todas las partes de España ... y así fue, tenía razón.

Mira que por el camino íbamos debatiendo entre nosotros cómo sería y no nos pusimos de acuerdo, pero fue entrar en el hotel en medio de una jauría de fanáticos de los dardos cuando los 3 nos miramos y sin mediar palabra, supimos que era él ... delgado, bajito, zapatillas de gimnasia rítmica, pantalones pitillo tan ajustados en los que casi ni entraba él y de los que colgaba una cadena de una trabilla del pantalón a su bolsillo trasero sujetando la cartera, camiseta aún más ajustada marcando todos y cada uno de los huesos del cuerpo y pelo largo con coleta hasta la mitad de la espalda.

Una vez que nos identificamos en el aparta-hotel de la 2ª guerra mundial y que suponíamos con refugio antinuclear y nos dieron las 2 habitaciones dobles, subimos a dejar las cosas e irnos al hotel de enfrente donde se disputaría el campeonato al día siguiente para entrenar un poquito. Yo iba vestido con la ropa del trabajo y como la idea era jugar un poquito e irnos pronto a dormir porque al día siguiente empezábamos bien pronto, ni me cambié y salí con los pantalones del traje, zapatos y camisa. Pero Garro no quiso que “el coletas” se sintiera fuera de lugar y se plantó una camiseta de colores de Custo Barceló con el número 2 a la espalda con la que un día no nos dejaron entrar en ningún bar en Madrid, que ni pá qué!

Entramos en el hotel del campeonato y me bastaron cero coma segundos para darme cuenta que el que estaba fuera de lugar así vestido era yo. Era una sala inmensa con unas 100 máquinas de dardos electrónicos una junto a la otra y todas a tope de gente jugando y nadie iba de traje, iban normal, con ropa cómoda, como se suele ir a jugar a los dardos y no en plan boda.

En fin, que conseguimos una máquina y ahí que nos pusimos a jugar, a ver qué tal era este chaval. Bueno, yo cuando juego a los dardos no suelo hablar para no desconcentrarme, pero aquel día no hablaba del mosqueo que tenía. Si bien era cierto que simplemente era un entrenamiento y no pasaba nada, es que se me cayó el alma a los pies: Javi, que aunque tenga la mano temblorosa como si tuviera Parkinson juega muy bien, aquél día no metía ni una y fue preludio de un fin de semana bastante normalito para como suele jugar; Garro en su nivel, pero decidió que tenía que cambiar de estilo y se puso a jugar a pie cambiado e innovar (sí, sin duda era el día para hacer probaturas, pensé!); y por último “el coletas”, que nos lo vendieron como bueno y que no sabía si tiraba los dardos o los porros que no dejaba de fumarse.

Después de unas horitas apedreando la diana, salimos del hotel dispuestos a irnos a dormir pero con tan mala suerte que hay un tipo en una furgoneta aparcada en la puerta ofreciéndonos un chupito gratis en un bar de la ciudad. Llovía a mares y aunque sólo teníamos que cruzar la calle para ir a nuestro hotel, nos gustó la idea de no mojarnos y nos montamos en la furgoneta todos menos el chaval. Casi le tuvimos que prometer, jurar y perjurar que sólo era una copita y que volveríamos pronto ... ya!

Aún no sé cómo nos dejamos engañar de esa manera, aunque supongo que estábamos tan fumaos con el olor de sus porros que fue fácil convencernos para entrar en la furgoneta con otra gente que no conocíamos y que no sabíamos si se trataba de trata de blancos o qué narices era aquello. El hecho es que tras 20 minutos de camino nos sueltan en un bar, nos ponen un chupito y, hala, a hacer lo que queráis!.

Creo que la 1ª de las 10 llamadas que me hizo nuestro compañero esa noche ya fue en ese bar, que dónde estábamos y que si íbamos a tardar mucho, que estaba nervioso y no se podía dormir. Claro, al ser la 1ª, me hizo gracia y se lo comenté a estos y nos echamos unas risas, pero cuando cada media hora se repetían las llamadas ya no me hacía tanta gracia y algunas veces no se lo cogí.

Debían ser las 2 a.m. más o menos cuando Garro dijo que se iba de vuelta al hotel quedándonos Javi y yo a tomar la penúltima. Finalmente a eso de la 6ª-7ª llamada más o menos decidimos que era hora de volver al hotel, influenciados también porque nos cerraban el bar. Ingenuos de nosotros pensábamos que la furgoneta que nos había llevado hasta allí nos estaría esperando en la puerta para devolvernos al hotel ... ja!!! Allí ni taxis ni furgonetas ni coches ni ná de ná, aquella noche con lo que llovía sólo se veía agua, tiburones y windsurfistas por las calles.

Era la 1ª vea que estábamos en Salou y no teníamos ni plano ni nada por el estilo para guiarnos, por no tener ni la dirección del hotel. No sabíamos cómo ir de vuelta al hotel, sólo nos acordábamos que estaba en cuesta, fíjate tú! Al principio nos pusimos a deambular por debajo de los pocos toldos de tiendas o soportales que veíamos ya que lo único que nos preocupaba era no mojarnos ya que cualquier dirección de regreso podía ser buena porque no sabíamos dónde estábamos, bueno sí, sí lo sabíamos, estábamos perdidos en mitad de una ciudad a punto de inundarse.

Las llamadas se repetían con más insistencia que si estás un mes sin aparecer por casa, alucinante!!! y ya me daba miedo hasta coger el teléfono por si me daba una descargaba ya que iba calado hasta las rodillas, el agua que caía por las calles casi nos arrastraba, y el traje encogía por momentos. En una de las innumerables llamadas me dice que debido a la tormenta se ha ido la luz de toda la zona y que no se quiere dormir hasta que yo llegue porque tiene miedo a las tormentas ... en fin!

Después de casi hora y media vagando sin rumbo fijo por la ciudad, aparecemos en el hotel, que si el aspecto a luz del día era tenebroso no quiero ni contar cómo era en medio de una tormenta, sin luz y las habitaciones repletas de jugadores de dardos ... me daba miedo subir por las escaleras por si nos hacían una emboscada.

Tras un último intento de engañar a Javi para cambiar de habitación, por fin rezo todo lo que sé y abro la puerta. La imagen que vi al abrirla aún hoy la veo cada vez que abro una puerta ... Calado como estaba hasta los huesos como quien está una hora vestido debajo de la ducha, exhausto por las vueltas que di por la ciudad, las gafas empapadas y el pelo chorreando, veo al fondo del pasillo, en el salón, con la luz de la luna en la lejanía, una silueta envuelta en una nube que viene y va. Al olor a porro ya me estaba acostumbrando, pero, qué narices será ese chas! chas! que oigo cada poco?!?!? Y cuando me seco las gafas ... el chaval tenía un mechero en cada mano y cuando lo encendía se le veía la cara desencajada del que lo ha pasado mal toda la noche, pero se quemaba y encendía el de la otra mano.
- Hola! Te estaba esperando, se ha ido la luz y no me puedo dormir, menos mal que ya has llegado. Estás empapado!?!?!? Te dejo una toalla? ... me dijo mientras aparecía y desaparecía de mi visión.

Bien, pensé, llegados a este punto, casi es mejor que directamente me baje los pantalones y que haga conmigo lo que quiera, pero por favor que lo haga ya y me deje dormir tranquilo que si no, no voy a pegar ojo en toda la noche por el miedo. La escena de mi entrada en el hotel era de película porno como mínimo.

Con un ojo abierto y otro cerrado como los perros descansé aquella noche como pude ...
- Ehhh!!! Qué! Qué pasa ... qué pasa ... qué haces? A a dónde vas?
- Tranquilo, Rafa, tranquilo ... que tengo sed y voy a la cocina a beber un poco
- Ah! Ah!! Bu bu bueno ... bueno ... vale ... vale ... uuuffffff!!!!

A la mañana siguiente me puse el despertador antes de lo que habíamos estipulado sin que él lo supiera y le dije que es que me había despertado antes por los nervios del campeonato y ya no me pude dormir, así que pues me levanté. Que si me importa que te hagas unos porretes para llevarlos a jugar al campeonato porque te relaja??!? Nooo, nooo, no ... tranquilo, tú mismo, no te preocupes, yo casi prefiero desayunar un donut.

Por fin empiezan nuestras partidas. Con la chapita identificativa del equipo colgada en el pecho, me autoproclamé como el capitán y llevé al equipo hasta el estrellato, ya que nos estrellamos en la primera ronda ganando la primera de las partidas y perdiendo las 2 siguientes, si bien en mi descarga diré que nos las pusieron después de comer en mi hora de la siesta y, claro, con uno dormido, otro emporrado, otro tembloroso y el último innovando nueva técnica de tiro no se pudo hacer más.

Una vez eliminados, por la noche decidimos ir a comprar bebidas para hacer botellón en una habitación y luego salir de copas. Cuando Garro y yo estamos comprando, recibo una llamada de ... bueno, está claro de quién fue, el único que me llamó en todo el fin de semana. Me cuenta que ha tenido una desgracia familiar y que se tiene que volver a Madrid ese mismo sábado por la noche, que no hay vuelos ni trenes y que si le dejamos 50.000 pts para coger un taxi.

No teníamos tanto dinero entre los 3 para dejarle, así que se quedó toda la noche en la habitación y se fue al día siguiente por la mañana con la gente que le había llevado. No hemos vuelto a saber nunca más de su vida ni coincidido con él en el bar en Madrid, por lo que no sabemos si fue real o no. Aquella noche, por si acaso, nos quedamos en la habitación de al lado jugando a las cartas y me desplumaron con la pocha lo que no está escrito.

Sigo jugando a los dardos de vez en cuando, pero desde que me lo tomo menos en serio, no me importa tanto perder y hablo mientras juego, ya no gano tanto como antes.

martes, 5 de junio de 2007

Las entrevistas de trabajo

Cuando estás estudiando aún no eres muy consciente de lo que significa el mercado laboral. Sí, has oído muchas veces hablar de él porque no dejan de repetirte que tienes que estudiar más y prepararte mejor para luego estar bien formado y encontrar un buen trabajo, pero no eres realmente consciente de lo que te vas a encontrar ahí fuera.

La primera prueba de fuego la tienes con las entrevistas de trabajo. Has acabado la carrera y empiezas a mandar tu currículo a todas las empresas que te interesan y muchas otras que no porque generalmente no estás en condiciones de elegir. Al principio te crees todo lo que te dicen y piensas que aunque no te seleccionen, te llamarán o mandarán una carta agradeciéndote tu esfuerzo e interés por trabajar con ellos. Poco a poco te vas desengañando cuando ves que sólo unas pocas son las que se molestan en decirte que no cuentan contigo.

Y por fin llega tu primera entrevista de trabajo. Tienes la cabeza llena de información sobre lo que debes y no debes hacer en esa primera entrevista de trabajo porque toda persona que te rodea ya se ha encargado de contarte su experiencia personal y otro poquito inventada, así que llegas sin tener bien clara cuál es tu propia idea al respecto. Que si no digas esto o aquello, que vayas bien arreglado, que ojito con la expresión corporal, el tono en que dices las cosas y cómo respondes a las preguntas … Vamos! que estás más pendiente de cómo comportarte para no ser tú mismo que casi ni prestas atención a tu entrevistador.

De mi primera entrevista de trabajo aprendí mucho. No tenía ni idea de qué iba el puesto ni la empresa ni nada, porque como da más caché ponerlo todo en inglés, la oferta de trabajo era ininteligible. Una vez que todo acabó me enteré que se trataba de una consultora inmobiliaria para un puesto de consultor junior en su departamento de investigación de mercado.

Sabiendo que la primera impresión que causas es muy importante y más en estos casos, me vestí de traje para la ocasión. También era la 1ª vez que me ponía un traje que no fuera para bodas, comuniones o eventos similares, así que no tenía ni idea de ponerme la corbata. Estaba solo en casa y el nudo Wilson que me había dejado hecho mi padre la noche anterior (así lo llama él) no me quedaba muy allá porque entre tanto tira y afloja lo destrocé por completo. Y ahora qué?! No podía plantarme en la entrevista sin corbata!!!! Tras unas intentonas por mi parte y ponerme cada vez un poquito más nervioso, no veía solución hasta que por fin me acordé. Sí! Ya está! Era un poco lamentable, pero no se me ocurría otra mejor, así que sin titubeos me bajé al portal a medio vestir y le expliqué al portero mi situación. Parecía que la cosa no podía ser más triste, pero lo fue. Aunque él siempre llevaba corbata no sabía hacerse el nudo porque todas las noches se la quitaba sin deshacerlo!!!! Su mujer se lo hacía. Huelgan las explicaciones sobre quién me hizo a mi también el nudo ante la atenta mirada de unos cuantos vecinos indiscretos.

Iba con tiempo de sobra para llegar a la entrevista ya que no tenía otra cosa que hacer en el día, pero ya poco a poco los acontecimientos se iban precipitando vertiginosamente hacia una espiral rara que no me favorecía en absoluto. Ya me había duchado antes de vestirme pero entre unas cosas y otras casi me empezaba a hacer falta otra ducha. Era verano y se empezaba a notar, pero ya no me podía quitar la corbata con lo que había pasado para llevar un nudo en condiciones.

Cogí el coche y me fui a la entrevista a Aravaca en pleno mes de julio y sin aire acondicionado. Además del típico plano de carretera extendido en el asiento del copiloto, también llevaba una hoja escrita por mí con las indicaciones más precisas del sitio en cuestión. No dejaba de chorrear sudor por la frente mezcla del calor que hacía y mezcla de los nervios que me iban atenazando al ver que no me sobraba mucho tiempo y me secaba con todo lo que veía a mano, primero con la hoja que llevaba escrita que no duró mucho porque se le corrió toda la tinta, luego la corbata que la manché con el sudor porque la hoja destiñó y finalmente con la manga de la camisa. Acabé pareciéndome a un Picasso!.

De nada sirvió toda la logística porque aún así me perdí cuando llegué allí. Como es una situación que tengo ya más que dominada de tanta experiencia a mis espaldas, reaccioné con rapidez y tranquilidad a la 2ª o 3ª vuelta que daba por el mismo sitio. Me detuve a un lado de la calle y en una parada de autobús me acerqué a preguntar al único lugareño de la zona.

No sé muy bien en qué momento de la conversación le invité a subir a mi coche y que me fuera guiando desde dentro o él me lo sugirió, el caso es que con el abono transportes en la mano para demostrarme que no se estaba aprovechando de mi, me empezó a contar de todo … que si el autobús tardaba en pasar, que si cómo había crecido aquello, que si casado, número de hijos y nietos, toda su vida viviendo en Aravaca y por eso la conocía tan bien … ja! Eso es lo que decía, pero cuando llegamos a la zona en cuestión y nos perdimos, me soltó la típica excusa de que todo aquél polígono de negocios era nuevo y claro, que no lo conocía, que ya era mayor para ir por ahí. Le entró cargo de conciencia y hasta que no me dejó en la puerta del edificio donde tenía la entrevista no se bajó. Cuando se enteró que yo iba por una entrevista de trabajo me empezó a dar consejos de cómo actuar, de los nervios y demás que le habían contado sus nietos porque en sus tiempos aquello era distinto. Yo ya temía que se fuera a quedar esperándome toda la mañana junto al coche hasta que yo saliera para ver qué tal me había ido. Me deseó suerte y se fue a otra parada de autobús para ir a la otra punta de la ciudad que era donde tenía que haber ido desde un principio antes de mi irrupción en su vida.

Llegué justo a tiempo a la cita y tras 15 minutos esperando en una salita que me vinieron de maravilla para serenarme, me hicieron pasar a un despacho. El que me tenía que entrevistar no fue, así que me pusieron a un suplente en su lugar. Tras la típica pregunta para romper el hielo de si me ha costado mucho llegar y ante la cual no me atreví a ser sincero y contesté con un escueto “un poquito”, empezó la entrevista en sí.

Después de hablar un poquito de mi C.V., expectativas, el puesto de trabajo en sí y otras cosas, me dicen que quieren hacerme una prueba. Se trataba de elegir entre 2 artículos de prensa que tratan sobre distintos aspectos del mercado inmobiliario y hacer una síntesis/resumen de los mismos. Esto está tirado! pensé. Si en algo soy bueno en esta vida es en sintetizar las cosas e ir al grano.

El primer inconveniente se me presentó cuando me dijeron que no podían dejarme prestado ningún ordenador y que me dejaban una máquina de escribir de las antiguas. No pasa nada, Rafa, no pasa nada, me decía una y otra vez a mi mismo … dónde aprendiste a escribir mecanografía, en una máquina de estas no?!?! Pues entonces…

Eran aproximadamente las 11.30 de la mañana. Me dejaron solo en el despacho sin aire acondicionado, con mi revista inmobiliaria, mi paquete de folios y un bolígrafo. Empecé por leerme ambos artículos a ver cuál me parecía más sencillo de redactar y me hice una especie de planning a seguir en un papel. Llevaba 1 hora aproximadamente de prueba y aún no había usado la máquina de escribir. Me gustó tanto el artículo y la revista que por momentos perdí la noción de por qué estaba yo allí y me encontré ojeando otros artículos que no me habían pedido pero que me parecieron más interesantes que los originarios.

Por fin empecé a escribir y a media cuartilla me di cuenta que no tenía tippex. Y ahora qué, eh!? Qué hago?! Espío en los cajones de la mesa por si lo tienen guardado? Y si entran y me pillan? Estuve 5 minutos pensando y secándome el sudor que me chorreaba por la frente como una cascada y tomo una decisión. No me gustaba cómo iba resumiendo aquél artículo, así que arranco la hoja y empiezo de nuevo con el otro. En esas estaba cuando irrumpen en el despacho para preguntar cómo lo llevaba. Había pasado más o menos hora y media y entre unas cosas y otras no había escrito ni un solo folio. Tartamudeé con mis explicaciones y al ver que no había usado la máquina hasta el momento y que lo más que tenía eran unos apuntes a boli en unos folios, me dicen que si no me importa que se llevan la máquina, que la necesitaban, y que como yo no le estaba dando mucho uso… Que podía seguir haciéndolo a mano!!!.

Pues nada, ahí que me puse con mi mejor letra posible a comenzar la redacción de los artículos. Me sentí como en el primer día de cole después de las vacaciones y tienes que hacer una redacción de qué has hecho en ellas. Ya me dolía la mano de tanto escribir y entran de nuevo en el despacho para preguntarme si había acabado. Pues no! No lo he hecho. Tranquilo, no pasa nada, nosotros nos tenemos que ir a comer pero cuando acabes se lo puedes dejar a la secretaria. Ya te llamaremos más adelante para decirte algo. Y se fue.

Cuando se fue el señor de nuevo del despacho, me levanté para mirarme en el espejo que había en la pared y verme in situ la cara de tonto que se me quedó. Ese momento no podía dejarlo pasar sin verlo claramente. También algo ayudaba el hecho de tener la mitad de la frente manchada de azul por la tinta que destiñó del papel al secarme el sudor. Sería una cámara oculta y detrás del espejo estaban echándose unas risas unos tipos? Lo pensé, vaya si lo pensé.

Dudé unos instantes, escribí un poquito y tras unos cuantos tachones porque ya no estaba concentrado lo dejé. No podía seguir haciendo eso. Llevaba 3 horas ahí metido y había escrito un mísero folio!!!! Salí del despacho, le dije a la secretaria que ya había acabado y me fui. Al pasar por la sala de espera vi a 2 personas más esperando y me dieron ganas de contarles lo que ahí se cocía, que no perdieran su tiempo como lo había hecho yo.

Obviamente nunca más volvimos a saber los unos de los otros, así que seguí haciendo todas las entrevistas que podía y alguna más. En las siguientes fui mejorando un poco al ir puliendo alguno de los fallos que percibí en esta, hasta que llegó la de una Caja de Ahorros. No me llegó en el mejor momento personal y emocional, todo sea dicho en mi descargo.

La oferta era bien clarita y sencilla: Buscamos agentes comerciales para apertura de nuevas sucursales. Ya está ... ya está! Si algo tengo bueno es mi claro perfil comercial y el sacar siempre lo bueno en cualquier situación y aspecto. El puesto es mío sin necesidad de entrevista, pensé.

En realidad esto no me lo creía ni yo, pero tenía que motivarme de alguna manera. Además, existía una remota posibilidad de una vez dentro cambiar rápidamente al departamento inmobiliario, que era el que realmente me interesaba. De ser remota la susodicha posibilidad me lo repetí tantas veces que acabé creyéndome que el puesto real que ofertaban era para ese departamento, lo cual fue mi primer error de una larga cadena de errores.

Me presenté un día para hacer los test psicotécnicos y los pasé a la 1ª, sin necesidad de chuletas ni ir a la recuperación ni revisión de examen para subir nota ni trabajo extra ni nada, de calle, y esto me envalentonó. El problema llegó cuando me citaron para la dinámica de grupo y posterior entrevista personal.

Aquello más que dinámica de grupo creo que fue una terapia de grupo. Viendo la gente que me acompañaba empecé a dudar de si había pasado las pruebas o no, cabía la posibilidad de que fuéramos los suspensos los que estábamos ahí presentes a resultas de lo que me rodeaba. No era de extrañar que los dos entrevistadores que presidían la reunión fueran psicólogos y, alrededor de la mesa, nos sentamos los 8 citados.

Yo llevaba algunas ideas claras a esta prueba: Una es la de hablar el primero o, a lo sumo, el segundo siempre que quieras refutar lo que ha dicho la primera persona. Generalmente el resto de gente no aporta muchas más ideas novedosas que las que han dicho los primeros y así se consigue que el debate se centre en ellos y sean los que lo dirigen. Otra es la típica de llamar a la gente por su nombre para así crear vínculos directos con ellos y, por último, nunca enfrentarse abiertamente a alguien pese a que tenga un criterio completamente al mío. Pues bien, no todos teníamos las mismas ideas.

Previamente a entregarnos el caso que querían debatiésemos, escribimos nuestros nombres en un papel que colocamos delante de nosotros sobre la mesa. La tarea parecía fácil, sobre todo cuando lo indicaba en el papel, pues ya hubo una que puso su profesión y otro el nombre de la empresa que nos hacía la entrevista. Este hecho pasó inadvertido al principio porque todos estábamos más pendientes de lo nuestro que de los demás, pero fue abrirse el debate y ... en fin!

Esperé algunos segundos desde que el entrevistador nos cedió la palabra a ver si alguno se decidía a hablar, lo suficiente para darme cuenta de que si no lo hacía yo aún estábamos hoy ahí sin decir nada nadie. Argumentando mi decisión tomé una posición claramente opuesta a los intereses económicos de la Caja, lo que aprovecharon enseguida algunos para postularse en contra. La primera en abrir el debate en mi contra fue la chica de la profesión en la hojita, aunque para su desgracia duró poco, hasta que otro chico fue a llamarla por su nombre y soltó un: ”perdona, ana ... ana ... analista?!”. La carcajada general fue tal que la pobre chica muerta de vergüenza abandonó la sala de inmediato.

Este incidente fue aprovechado por los psicólogos para recordar el objetivo de las hojitas que teníamos delante de nosotros y así el otro chico cambió lo que puso en un primer momento por su nombre y siguió sentado. Colorado pero sentado.

El debate siguió siempre teniendo como referencia mi argumentación, tanto es así que los entrevistadores solo intervinieron una vez más, a parte de la consabida de ana, para hacerme un par de preguntas sobre mi opinión. El resto de compañeros siguieron el mismo cauce ya fuera apoyando o defendiendo mi teoría, incluso en momentos con más vehemencia de la deseada. Tal fue el enfrentamiento entre dos de los tertulianos que los entrevistadores dieron por finalizada la sesión cuando se empezaron a oir cosas como: ”qué sabrá este listo”, “pero quién te has creído que eres, te crees que lo sabes todo?”, “pero has pensado la tontería que has dicho?” ....

Tras unos momentos tensos esperando en una salita contigua, nos fueron llamando uno a uno para hacernos la entrevista personal. Mientras iban entrando los primeros, el resto se acercaba a hablar conmigo sobre lo que argumenté y su porqué y algunos me dijeron que les gustó. Se pensaban que era un experto en estas situaciones y me pedían consejo sobre cómo debían actuar en la entrevista. Decir que en esos momentos tenía mi ego por las nubes es faltar a la verdad, es decir mucho menos de cómo me sentía. Me estaba gustando tanto que dejé entrar a todos antes que yo fiel a otra teoría que no les quise desvelar: o eres el primero y sientas cátedra, o eres el último y al que más recuerdan.

Efectivamente, fui el último y seguro seguro que aún no se han olvidado de mi.

Conforme iban saliendo los primeros, qué decir tiene que todos nos interesábamos en cómo había ido, que querían saber, qué preguntaban, etc. Varios dijeron que les habían preguntado por sus defectos y esto me marcó. Sin saberlo, este fue el comienzo de mi decadencia.

Por fin llegó mi turno y la psicóloga, incluso antes de sentarme, me entró diciendo que si seguía de acuerdo con mi argumentación, que si no había cambiado de opinión al oir al resto. Le dije que no aunque no muy convencido y eso le gustó, me dijo que lo había hecho muy bien en la dinámica y que había dirigido eso como había querido. Creo que fue un trampa. Me puso a volar para luego ver si me estrellaba y no la defraudé en absoluto, me estrellé de cabeza.

Tras 2 preguntas sin importancia, fue directamente a por mi. Se lo noté en su mirada. Me sonreía abiertamente pero se le notaba claramente que no le había hecho ninguna gracia que le quitara el protagonismo en la terapia. Me alabó al principio pero lo hizo con la boca pequeña, con cierto rencor y envidia. Si no, a qué viene que me pregunte: ”Rafa, háblame de ti...” y ahí lo deje, eh! Qué clase de pregunta es esa en una entrevista de trabajo?!?! Una pregunta tan abierta y con tantos recovecos?!?! Fue a malas.

- Que te hable de mi?! Y le hablé de mi ... vaya si le hablé de mi. Quizá demasiado, no sé yo!. Algunos dirían que me sinceré demasiado y la tomé por una amiga (o incluso psicóloga, que en esos momentos vaya si lo necesitaba!). Bueno, pues soy ... y estuve de 5 o 10 minutos exactos de reloj sin parar de hablar. Como un auténtico comercial!.
- La chica me vio tan envalentonado que me paró con un: “Y no me puedes decir nada bueno sobre ti? Llevas casi 10 minutos hablando y solo me has dicho cosas malas y negativas. Seguro que algo bueno tienes”

Esto me dejó descolocado, desconcertado. Era verdad! Ahora que me paraba a pensar unos segundos no había dicho ni una sola virtud, vamos ni qué virtudes ni chorradas, no le había contado ni siquiera algo neutro, vacío, ni fú ni fá, todo habían sido desgracias, miserias y depresión!!!.
- Bu bu bueno ... es que, la la verdad ... es que ... lo lo que pasa es que no me gusta hablar de mis cosas buenas, pre prefiero que las descubran los demás por sí mismos.
- Pero si los demás no te conocen, cómo las van a ver? Tú tienes que mostrárselas! Vamos, dime alguna, algo que te digan los que te conocen ...
- Alguna? (y me quedé pensando 15-20 segundos mirando al techo!!!! Joé! Si parecía que no tenía ninguna y me las iba a inventar!! Como me estaba poniendo nervioso porque pasaba el tiempo y no respondía pues ...) Que soy muy cabezota. Mi novia me dice que soy un cabezota de narices! jejeje
- Así! Sin más! Y eso es bueno? (creo que no le gustó demasiado mi sonrisa)
- Bu bu bueno ... que soy cabezota pero en el buen sentido. Ta también mis amigos que soy muy pero que muy competitivo. En la vida real nooo, noo, se vaya usted a pensar! Ahí todo me da igual. Soy muy competitivo en el deporte.

Creo que la entrevista no duró mucho más. Se despidió con el clásico “si te elegimos ya te llamaremos” y no me llamaron. Al menos me escribieron para decirme que no, lo cual fue un detalle.

Llevaba una temporada no muy buena a nivel personal con mi novia. Por algún sitio tenía que explotar, jolín!. Y no se me ocurrió elegir mejor momento ni lugar que la entrevista de trabajo.

Por suerte de todo se aprende en esta vida. Ahora trabajo en una empresa en la cual la persona que me contrató se fue esa misma semana. No sé yo qué significará esto, no sé yo ...

lunes, 21 de mayo de 2007

La 1ª borrachera

Quién no se ha emborrachado alguna vez? Y más de una, diría yo! Pero de otras veces quizá no te queden recuerdos tan nítidos como de la 1ª vez. Esa 1ª vez nunca se olvida, así como nunca se olvida el 1er beso a una chica, la 1ª vez que un amigo te vomita en un coche que te habían prestado, la 1ª vez que te echan de un McDonald’s por quedarte en calzoncillos o la 1ª vez que ... en fin! Que hay pasajes de tu vida que los recordarás siempre.

Sobre este tema es distinta la reacción de los padres a la tuya. Dentro de los padres podemos distinguir claramente dos corrientes bien diferenciadas y distanciadas la una de la otra dentro de la doctrina. Veamos ...
A) Están aquellos que cuando se percatan que es tu 1ª borrachera te abroncan hasta la extenuación. Quizá no sea la mejor manera de hacértelo ver porque en ese momento estás que no te enteras de nada en absoluto y que todo te da igual. Aún sientes los bafles de la discoteca retumbando dentro de tus oídos y no percibes ningún sentido correctamente, por lo que te importa poco lo que te griten, chillen o digan porque lo único que quieres es vomitar e irte a dormir. Ellos también lo saben, pero es una forma de desahogarse.
B) Por otro lado están los que te dejan con tu borrachera tranquilo y que la pases tú solito y aprendas la lección. También te dirán 4 cosas bien dichas, pero prefieren que estés en plenitud de sentidos para que te cale más hondo lo que te van a decir.

Sin embargo es común a todos ellos el “qué hemos hecho mal?” “en qué nos hemos equivocado?” “sabías tú que el niño bebía y no me has dicho nada?” “es la primera vez o ha habido antes otras y no nos hemos dado cuenta?” “y ahora qué hacemos con él? Le prohibimos salir más con esos amigos que le emborrachan y le van a llevar por el camino de la amargura?” “si ya te decía yo que no le convenían esas amistades”...

Y nuestra reacción? En todos es la misma. No te apetece un cuerno llegar a casa y que te echen la bronca. Bastante tienes con lo tuyo como para recibir en ese momento consejos de nadie. Sobre todo y muy probablemente porque a quien te los da le habrá pasado también alguna vez en su vida. Además, los consejos ya te los das tú, como el “no volveré a beber en la vida” “a ese sitio no vuelvo nunca más porque dan garrafón” “tenía que haber cenado más” “malditos chupitos!” “la culpa es de Juan por haberme invitado a la 8ª copa cuando yo no quería” ...

Intentas llegar a casa sin hacer ruido para que nadie se entere pero es imposible. La primera ya la lías en la puerta para meter la llave y conseguir abrirla. Porque cerrarla, lo que se dice cerrarla, es fácil ... de un portazo!. No percibes bien los sentidos y las distancias y eso te provoca que te vayas golpeando con toda clase de objetos que hay de camino a tu cuarto. Como te encuentres a algún familiar despierto (o que le has despertado) es la perdición. Le gritas que buenas noches. Estás acostumbrado a dar voces a tus amigos a 1 cm del oído porque es imposible escucharse en la discoteca y aquí no percibes el volumen empleado.

Yo me acuerdo de la 1ª vez. Tenía apenas 17 años y era de las primeras veces que iba a una discoteca. Hasta entonces no había salido mucho con los amigos de bares por la noche y mucho menos había bebido alcohol.

Aunque llevaba moto, no era muy consciente de lo que hacía porque al principio bebía y no subía. Bebía y bebía y volvía a beber y no pasaba nada. En esos momentos haces todo tipo de combinaciones con los alcoholes de mayor graduación pero como te sabe a golosina por culpa del refresco te crees que lo de las borracheras es un mito urbano que se han inventado los padres para que no salgas de casa por la noche y ellos estar más tranquilos. Y no, no es ningún mito urbano.

No debí tomar más de 3 o 4 copas y aquello ya empezó a tomar cuerpo y hacer efecto. Dicen que toda borrachera pasa por una serie de etapas antes de llegar al bajón final, como la del contentillo, exaltación de la amistad, el querer invitar a todos ... aquello empezó a ir tan rápido que me debí saltar más de un paso y llegué directamente al bajón. Algunos tienen borracheras graciosas, otros son pesados de narices y a otros les da el bajón al momento. Yo soy de estos últimos. Me doy cuenta de lo que me está pasando pero ya no hay solución, así que intento estar lo más lúcido posible dentro de la poca lucidez que tuve antes por llegar a ese estado.

Antes de ir aquello a más, decidí irme. Javi se empeñó en acompañarme pese a yo insistirle que si me daba un golpe en moto prefería ir solo. Se empeñó en venir conmigo, no sé si porque no se fiaba de mi estado y quería vigilarme o porque ya no tenía un duro para un taxi o autobús y no le apetecía hacer autostop por la Castellana para volver a casa. El caso es que volvió conmigo y menos mal que lo hizo porque si no estas líneas no las hubiese podido escribir. Me salvó de una buena.

Por suerte la entrada en casa fue mejor de lo que esperaba y nadie notó nada (o eso creo), pero la noche fue dura. Me tumbé en la cama y todo daba vueltas. Sientes como el techo de la habitación sube y baja y el resto de muebles de la misma da vueltas a tu alrededor. Intenté estabilizarme y tomar una referencia con el viejo truco de tocar el suelo, pero fallé. O no, según como se mire. En vez de probar con el pie probé con la mano y, como ya sabemos que pierdes las referencias, me vencí demasiado a un lado de la cama y caí rodando por el suelo. Esa noche alterné suelo, cama y baño varias veces, según me daba.

A la mañana siguiente me llaman los amigos a casa para ver mi estado y que nos vayamos al chalet de mis padres en la sierra a pasar el día. Pienso que lo de preocuparse por mi estado era una excusa, solo querían reírse de cómo estaba e ir a pasar un día al campo. Al no haber teléfonos móviles, la llamada era al fijo de casa, con el consiguiente recado que te transmite quien ha cogido la llamada. Ahí mi hermano se dio cuenta que mi estado no era el normal. No me apetecía lo más mínimo moverme ni para respirar, pero pensé que era mejor que no me vieran así mis padres y acepté. La única condición es que subieran a casa a recogerme porque yo solo no llegaba ni a la puerta de la habitación.

Después de no tener muy claro si pude ducharme o no, pensar que mi dolor de estómago era por hambre y desayunar tostadas, aún con el sello en el brazo que te ponen en la puerta de la discoteca cuando entras y sales varias veces para tomar aire, balbuceando al tener la boca seca y pastosa de la deshidratación y apestando a alcohol propio y tabaco ajeno les digo a mis padres que las aceitunas del día anterior me sentaron un poco mal y que me subo a la sierra a pasar el día. Mis amigos me encontraron donde les dije, tirado en la cama.

Íbamos los mismos 4 de la noche anterior en el coche del padre de dos de ellos y ya sabemos como es esto. Amistad sí, de toda la vida, pero como le manchara el coche al padre de mis amigos me podía dar por muerto. Ya casi lo estaba o esa era la sensación que tenía, pero me amenazaron tanto con lo que me podía pasar si vomitaba en el coche que hasta pensé que mi estado de salud era espectacular.

No es que yo aquel día viera todo negro, que es probable que así fuera, sino que pocas veces he visto un día tan malo como aquel para ir a la sierra. Fue subir al coche y ver el horizonte negro como el betún. Ni en estado pletórico hubiese subido porque era jugarse la vida con una descarga eléctrica, pero daba igual que yo lo dijera porque la contestación era siempre la misma: Rafa, prefieres que tus padres te vean así?. Venga, va, sigamos! Que un rayo nos puede venir bien para hacer el fuego de la barbacoa! -respondía yo-.

Ataviado con el kit de superviviencia que te facilitan en estos casos, véase una minúscula bolsa de plástico para vomitar dentro, me empecé a encontrar mal por momentos. Suerte que la dichosa bolsa era pequeña porque si no me veía con la cabeza entera metida dentro por si fallaba y manchaba fuera. Apenas estábamos por la Universidad Autónoma cuando yo ya no despegaba la cabeza de la bolsa. Notaba como me iba encorvando poco a poco y no podía remediarlo. La respiración era entrecortada, jadeante. Los pies y manos se me estaban agarrotando hasta tal punto que casi ni podía sujetar la bolsa. Yo no dejaba de decirles que por favor pararan, que no me estaba encontrando bien, pero nada, verme así les resultaba más gracioso que otra cosa. Tranquilo, si ahí hay un microclima en tu pueblo, me decían. Ya verás como ahí te sientes mejor ... ves, ves ese rayo de luz, es que está abriendo. Y qué narices iba a ver yo si apenas me dejaban sacar la cabeza de la bolsa!!! Lo que veía era el logo de El Corte Inglés en verde y blanco y poco más.

Pero la cosa se iba complicando poquito a poco. Llegó un momento en que ya no podía ni sostener la bolsa entre las manos. Estaba completamente encorvado sobre el asiento trasero del coche, hecho un ovillo, pálido como una pared blanca, las manos retorcidas hacia adentro con todos los músculos en tensión, los dedos no podía abrirlos y se me caía la bolsa de plástico, no podía con su peso. Le gritaba a Javi que me sujetara la bolsa que yo no podía con ella y empezó a darse cuenta de la situación después de colocármela 3 o 4 veces y que no iba en broma, que me la ponía entre las manos y al abrirme los dedos se me volvían a cerrar solos al instante. Los brazos los tenía como Conan, tensos y duros como el campeón del mundo de culturismo. Yo sólo gritaba una y otra vez que me había quedado así, que me había quedado tonto, que miraran mis manos que no podía controlar mi cuerpo.

Por fin paramos en mitad de la carretera en un pequeño camino que había antes de llegar a Colmenar. Ya nadie se reía en ese coche. Ya nadie hacía bromas sobre mi estado ni la resaca que tenía. Ya nadie eludía el colocarme la bolsa entre las manos para vomitar. Ahora sólo se me oía a mi gritar que me he quedado tonto, que me he quedado tonto! Que no puedo abrir las manos! Que me he quedado así de por vida! ... Mis amigos me intentaban dar un masaje en los brazos para relajarlos pero nada, no servía de nada, estaban tan tensos que yo casi ni los sentía. Sólo veía como una y otra vez me abrían los dedos y estos volvían a retorcerse hacia dentro al instante.

Decidieron sacarme del coche a tomar el aire. Digo sacarme porque yo era incapaz de moverme. Entre dos de ellos me pusieron pie a tierra y me sacaron como un ovillo. Casi salgo rodando del coche. Estaba tan encogido que parecía un chimpancé andando sobre las 4 extremidades, más retorcido que un contorsionista antes de meterse en la urna de cristal. Ya no necesitaba la bolsa de plástico porque no estaba centro del coche. Dos amigos me sujetaban por los brazos mientras intentaba andar. Los primeros pasos fueron como aprender a andar de nuevo. No sentía el suelo al pisarlo, sólo que parecía que llevaba 100 kilos de peso en cada pierna de lo que me costaba arrastrarlas.

Poco a poco los músculos se iban relajando y tras unos 200 metros de paseo en estas circunstancias parecía que volvía a sentirme. Me empezaba a enderezar de nuevo, ya levantaba los pies al andar y, lo más importante, mi auténtica preocupación, los dedos, las manos se volvían a abrir! No porque yo lo hiciera por mi esfuerzo, no, pero daba igual, el caso es que volvían a su posición abierta. Ya luego me preocuparía de abrirlos y cerrarlos yo según me diera la gana, pero ahora dejaban de estar retorcidos hacia adentro.

Durante unos 15 minutos estuvimos ahí parados intentando volver a la vida, intentando sentir mi cuerpo y respirando con normalidad. El día no era como para salir a pasear, pero me daba igual, hasta me hubiese gustado que lloviera en aquel momento para poder sentir el agua.

La cosa se había puesto tan seria que decidimos regresar. Dimos la vuelta en cuanto pudimos y volvimos a Madrid. Después de aquello el ambiente era un poco tenso por los nervios vividos y, si me volvía a pasar, mejor en mi casa con la familia. Eso sí, como aún no había vomitado la maldita bolsita de plástico, que ahora ya podía sujertarla de nuevo por mis propios medios, ahí, bien agarradita entre mis manos por si se me ocurría hacer la gracia en el camino de vuelta. Y al final la usé al entrar en el garaje. Esas rebanadas de pan bimbo del desayuno acompañadas de agua no me dieron el resultado esperado. No era el día apropiado para un desayuno copioso y por poco necesito otra bolsita porque aquella no daba más de sí. Ahora casi no podía sujetarla y no era precisamente porque mis manos volvieran a estar otra vez como muñones, sino por el peso de la misma.

Me acompañaron a casa y ahí que me quedé. Ya no podía disimular más y la excusa de que hacía mal día y por eso regresábamos no se la creía nadie. No porque no fuera verdad lo del día, sino porque se veía antes de salir de casa. Así que sin contar el caminito en coche, les dije que me pasé con las copas la noche anterior. Que no sabía cuál era mi límite pero lo descubrí pronto.

Y claro, estuve el fin de semana entero deambulando por casa entre la cama, el baño y el sofá. Las risas de los hermanos mayores no tardaron en llegar, pero no te queda más remedio que asumirlas sin rechistar. Mis padres optaron por la opción B), la de no agobiar en ese momento y con un simple, “esto es lo que te pasa por beber más de la cuenta, así aprenderás”, se reservaron para mejor momento. Y lo agradecí.

Desde entonces, ya no he vuelto a respirar dentro de una bolsa de plástico.

miércoles, 16 de mayo de 2007

Volver a estudiar

Quién no ha vuelto a estudiar tras acabar el instituto o el colegio? Ya sea una carrera, un módulo, un curso, idiomas, un master o lo que sea, casi todo el mundo ha continuado formándose tras acabar sus primeros estudios.

Y no es fácil, no es fácil sobre todo si han pasado algunos años y ya has perdido el hábito de estudio. Pero lo más duro de todo es el 1er día, esa primera vez que vas a un sitio nuevo y desconocido para ti y que te sacan de tu hábitat, de aquél lugar en que conocías a todos y todos te conocían, de ahí donde te habías formado tus amigos.

A lo largo de mi vida he pasado varias veces por esta situación y siempre me sucede lo mismo. Parece que no aprendo nada de una vez a otra y me cuesta horrores manejarme con soltura. Es más, a veces es tan lenta mi adaptación que acaba el año y no llego a ser yo mismo por completo.

Este año he vuelto a estudiar. Tras un cierto parón en el que había hecho mis pinitos con el inglés he vuelto a una academia a estudiar contabilidad. Hace ya 10 años que la estudié por última vez en la carrera.

Como todo curso que empieza, el primer día es el de los libros, carpetas y material escolar que reparten, así como el de las presentaciones. Esas presentaciones que sirven para ir conociendo un poco a los demás y que rara vez prestas demasiada atención a lo que han dicho tus compañeros porque estás todo el rato pensando en lo que dirás tú cuando te toque: Qué información debo soltar al principio? Les cuento mi vida entera? Me ciño solo a lo importante y que viene al caso? Si no digo todo será ocultar información? Me invento algo? Digo con naturalidad lo que venga en ese momento a la cabeza con improvisación o me preparo una gracia? En esas estamos cuando me toca presentarme. Creo que cada uno muestra algo de su personalidad en estos casos, yo no sé bien qué puede significa en mi, pero yo no dije todo, ni muchísimo menos!

Pasado este primer mal trago, comienzan a explicar desde el principio. Primeros ejercicios y primeros apuntes que tomo. Yo, ahí, sentado en el último pupitre de la clase y preguntándole a un compañero qué es lo último que había dicho el profesor para poder entablar conversación, aunque lo había escuchado perfectamente. Primera mirada del profesor con mala cara por hablar y … llega el recreo. Ese momento que desde el 2º día de clase hasta el último lo deseas como nada en el mundo, pero que el 1º es una pesadilla.

Se levanta la gente, disimulas y te vas al baño mientras dudas varias veces si te paras y le comentas algo absurdo al de al lado. Sales del baño, ya no hay nadie en el pasillo y … qué haces?!?!?! Pues nada, te pones a mirar el móvil como si tuvieras alguna llamada o sms o algo, pero no. No hay nada. El móvil está abarrotado de llamadas que no te han hecho y mensajes que nadie te ha escrito. Entonces echas una mirada a tu alrededor y ... joé! qué interesante!!! Todas las orlas de los graduados en el CEF de todos los cursos colgadas en la pared!!!! … y ahí me tenéis, mirando una tras otra como si conociera a alguien, interesado en ello. Creo que incluso en alguna de ellas me acerqué como si me sonara alguno que vi … je! Luego, cuando pasa un cierto tiempo, reflexionas sobre ello y llegas a la conclusión de que eso es como objetos perdidos, que nadie tiene el más mínimo interés en recoger una foto suya junto con otros tipos que no conoce de nada y pasa de ir a por ellas, por eso las tienen ahí expuestas.

Tras 5 minutos perdiendo el tiempo mirando las orlas (os lo recomiendo encarecidamente), pienso que es mejor entrar en clase, sentarme, y que como soy un tipo que a simple vista irradia curiosidad, tipo de aspecto interesante, ya habrá alguien que se acerque a hablar conmigo. Dicho y hecho. Tomo asiento en mi sitio de la última fila y hago como que repaso lo que hemos dado en clase … pero quién en su sano juicio se pone a repasar algo en el descanso el 1er día?!?!?! Pero que queréis!, no tenía un sudoku a mano.

Al repasar me doy cuenta que me faltan datos de algunos asientos que escribí en la mesa cuando me salí del folio y otros que hice en la hoja del compañero de al lado que lo tengo súper pegado (ya no domino los márgenes de las hojas como antes). Además, estaba esperando el momento de decir a alguien que tengo un amigo que sale en el canal intereconomía diciendo “supongamos” cada poco y otro que sabe porqué se llama el Debe debe y el Haber haber pero que no se lo va a decir a nadie.

Es en esos momentos cuando empiezas a envidiar a aquél que se maneja como pez en el agua en estas situaciones, al extrovertido, al que parece que ha nacido para ir de curso en curso sólo el 1er día y que ya es amigo de todo el mundo. Te gustaría levantarte de tu pupitre y con confianza hablar con los compañeros sobre temas normales ya que casi todos estamos en la misma situación de soledad y desamparo. Lo que pasa es que sólo lo deseas en ese 1er día, en cuanto el curso va avanzando y la gente se va conociendo, los líderes se van diluyendo y ya no se encuentran tan a gusto porque no es tan básica su función.

Y contra todo pronóstico, nada!!! Nadie se acerca y nadie me dice nada!! Tras 10 minutos mirando la misma hoja sin mucho sentido, empiezo a pensar en lo que me espera a partir de ahora … pasar los apuntes a limpio, forrar las carpetas, comprar bolis de distintos colores, hacer chuletas ya pasadas de moda, cuadernos, que mi madre me tome la lección … en fin, qué tiempos casi olvidados.

Por suerte el profesor hizo pasar a todos rápidamente tras un breve descanso. Creo que se dio cuenta de lo mal que lo estaba pasado durante el mismo y no quiso que cundiera en mi el desánimo el primer día, no me quiso alargar la agonía y reanudamos la clase. Este gesto me pareció muy loable por su parte, así que me dije a mi mismo que ahora yo tenía que corresponder, por lo que estuve un buen rato poniendo cara de interesante a lo que él explicaba y, mientras, pensaba en alguna pregunta para hacerle y así animar al resto de compañeros a hacer una clase participativa.

La idea era buena, qué duda cabe, pero no sólo es necesario tener buenas ideas, sino saberlas llevar a la práctica correctamente .... yo levanté la mano para preguntar. Sí, lo hice! Cómo no lo iba a hacer?!?! Si desde pequeño te enseñan en el cole de curas que antes de hablar y preguntar tienes que levantar la mano!! Pues eso, levanté la mano como gesto espontáneo, sin más, como gesto cargado de añoranza al pasado y respeto ante la institución. No era necesario hacer leña de ello. Encontré tan fuera de lugar que recalcaran el hecho de que tenía la mano levantada que me puse nervioso y no pregunté, qué vergüenza!

Al salir de clase coincido en el metro con un compañero. Ya se sabe que las primeras conversaciones son vanas, tópicas y, a veces, hasta te las podías haber ahorrado, pero intentas ser simpático.
- Hola!
- Hola, qué tal!
- Vas a mi clase, verdad?
- Sí.
- Y qué te ha parecido?
- Hombre! pues biiiennn … (es la primera vez que hablo con él y no me quiero decantar hacia ningún lado hasta ver su reacción)
- Yo ya hice un curso de estos este verano, un intensivo, y gracias a él he encontrado trabajo.
- Ah! Sí, qué bien! Y en qué trabajas?
- En contabilidad.

Como en cada contestación se tomaba su tiempo, pues yo esperaba, aunque después de 2 estaciones de metro sin hablar y cuando empiezo a sospechar que se ha acabado la conversación …
- Oye –me dice mirándome a los ojos-, tú crees que es normal que me duelan los pies con zapatos nuevos?
- (le mantuve la mirada unos segundos un tanto aturdido porque no sabía si me estaba tomando el pelo, si lo decía en serio, si era una cámara oculta, o qué narices pasaba). Miramos ambos al suelo, a sus zapatos en concreto, subimos la mirada a la par y … hombre! Es todo lo que se me ocurrió decir, aunque mientras pensaba que este curso iba a dar mucho de sí. Creo que después de eso no hablamos más hasta final de trayecto.

Y qué me decís de la importancia del 2º día, eh?! No es un día cualquiera, en absoluto, es casi el más importante del año, casi más importante que el 1º si cabe. El 1er día llegas, te sientas donde puedes, escuchas y observas. Sí, observas. El qué? Pues está claro!!! Como si ninguno lo hubiera hecho antes! Pues observas con quien te gustaría sentarte al día siguiente y al otro y al otro … porque de donde te sientes el 2º día depende el resto del curso. Ya no hay más oportunidades. O alguna vez os habéis cambiado a mitad de año de sitio … “oye, que ya no me siento más con vosotros que no me acabáis de convencer y me voy junto a aquellos …” y cuando llegas a donde están aquellos “… oye, tú, que este es mi sitio, vete con los otros …”. Por eso, para evitar esta situación no lo hacemos, porque tememos ser repudiados por aquellos y los otros. No hay nombre en la mesa que indique que es tu sitio, pero como cambies … ufff!!!

Y me he decidido. No fui muy descarado y no me senté donde ellas el 1er día, me senté justo detrás o al lado para que no se notara mucho y ya poco a poco iríamos hablando de algo, no hay prisa, hay 9 meses por delante. Llegué pronto y pude escoger sitio, pero es ahí cuando te entran las dudas. Es como cuando vas en coche y están todos los sitios del parking vacíos, no sabes donde dejarlo, dudas, y al final tienes hasta que maniobrar. Pues esto es parecido, casi es mejor que todo el mundo esté sentado y así vas a tiro fijo. Yo llegué, no había nadie y me la jugué por un sitio en concreto. Fue llegando la gente poco a poco y eligiendo sitio.

Llevamos 6 meses y aún no he hablado nada con ellas. No se han sentado ni cerca en una clase de 20 personas, y mira que ya es difícil! Para colmo, me quitaron MI sitio y me tuve que cambiar a la 3ª semana.

El 2º recreo haces un pequeño esfuerzo por integrarte con la gente y con un “vamos fuera?” que le preguntas a tu compañero de pupitre sales de clase. Y ahí te reúnes con unos cuantos compañeros. Las conversaciones no son gran cosa y abundan los silencios más que nada, hasta que en un buen momento pasa una chica guapa por delante y, en cuanto uno suelta, “menuda tía!” ya se ha abierto la veda. Desde ese momento ya hay confianza para hablar de chicas, fútbol, coches y cualquier otro tema de hombres. Y ya te sientes más cómodo con ellos. Ya te has integrado en ese grupo.

Pero el otro día vi mi oportunidad de hablar algo con las niñas, cena con los del curso en la que reservo restaurante y me encargo de todo. Llegamos a la mesa y lo mismo, 2 extremos, me pongo en uno dejando sitio y … ahí se quedó el sitio, vacío. Me repuse y tuve una 3ª oportunidad ya que me encontré a una en el metro en la misma parada que cojo yo en el trabajo. Me puse delante de ella, la saludé y menos mal que no le di 2 besos porque aún hubiera sido más humillante si cabe … quién eres, me dijo? No lo sabes?, le contesté sonriendo porque la broma era buena. La mirada dulce y la sonrisa que me echó me gustó, si no fuera porque me dijo que no, que no lo sabía. Ya no se puede hacer más!.
En cuanto a los recreos (que así los llamamos en el argot), ya me sé de memorieta las últimas 5 promociones del CEF de informática aplicada a la pesca submarina, de técnicos en adquisiciones inmateriales y de licenciados en administraciones de vicios ocultos, así que aún me quedan unas cuantas promociones más por observar sus fotos. Siento que no me va a dar tiempo a verlas todas porque los compañeros del curso son majos y ya le saco partido a los descansos.

lunes, 7 de mayo de 2007

Testigo de boda

Quién no ha sido testigo en una boda? Ya sea de un familiar o amigo, todo el mundo sabe lo que es esto. Quizá antaño entrañaba una responsabilidad que no ha trascendido a nuestros días, que nuestros antepasados no nos han sabido inculcar. Antes, cuando uno era testigo en una boda, era todo un acontecimiento. Te ponías casi a la altura de los novios y cobrabas un protagonismo inusitado.

Los aspectos formales del evento eran prácticamente los mismos que los de ahora, pero la mentalidad es la que ha cambiado radicalmente. Veamos, te dicen que vas a ser testigo en la boda de un buen amigo. Ostras! Si es tan buen amigo y me conoce tan bien, por qué me hace esto? Qué le he hecho yo para merecer esto? Tantos años de amistad no han servido para nada? Y cuando te lo comenta te quedas con una cara de circunstancia que contrasta con la suya de alegría. Sí, si, claro! Cómo no me va a hacer ilusión … ufff!!! Mucha, mucha … no, lo que pasa es que soy un tipo que no deja aflorar sus sentimientos así, al exterior, pero por dentro, por dentro si que lo estoy agradeciendo … Ya!. Y lo primero que piensas es que esa se la guardas, que cuando te toque a ti se va a enterar!

Por qué a mi? Pero no es más amigo tuyo Alberto? Sí, ese, ese ... bueno, es cierto que no le ves desde el instituto, pero esos tiempos unen para siempre!. Nada, ya no te libras, te ha elegido y no tienes manera de evitarlo. Tú hubieras preferido que uno de tantos días que habéis salido por ahí de marcha, te invitara a una buena cena y las copas de la noche, pero va el tío y no conforme con fastidiarte un fin de semana en mitad de tus vacaciones, te hace ponerte un chaqué.

Y como te diga que la boda es fuera de tu ciudad, ya te ha hundido del todo. Empiezas a pensar en el precio del chaqué, del regalo, del hotel, del viaje … ufff! Sí! No tengo novia, bien! Ya no pago dos cubiertos!. Si conmigo no tienes compromiso de ningún tipo! En las bodas invitas a un montón de gente por compromiso porque son amigos de tus padres, porque ellos fueron a las bodas de sus hijos, vecinos, primos y tíos lejanos que no sabes ni sus nombres … si ya tienes gente suficiente en la boda y te va a costar un riñón, por qué hacerle eso a tus mejores amigos? Déjales! Que si quieren ir, pues ya te lo dirán ellos, pero no les digas encima que vayan de testigos.

Para qué están las despedidas de soltero, eh!, para qué! Pues para eso, para que celebres tu boda con los amigos como a todos os gusta. Pues si ya la han celebrado antes contigo de esa manera, no les hagas lo otro! A la boda, pues los compromisos. Yo creo que si se instaurara la tradición de empezar a nombrar testigos a todos aquellos que van a las bodas sin casi relación con los novios, los típicos que hacen bulto, ya verás como dejaban de ir y sólo te juntabas con aquellos que de verdad te importan.

Yo he sido testigo en algunas bodas y creo que lo podía haber hecho algo mejor, lo reconozco, pero de momento la táctica no está saliendo mal del todo. Si no te gusta el protagonismo de ser testigo porque tú vas a seguir siendo igual de amigo que antes pero sin vestirte de chaqué, lúcete, quítale cierto protagonismo al novio que eso no gusta a nadie y ya no te volverán a elegir.

El primer buen amigo que se casó allá por los 22 añitos me lo preguntó … oye, sinceramente, quieres ser testigo de mi boda? Antes de todo hay que ir a la iglesia con un testigo un día normal a firmar que me conoces, que no estoy casado, que soy buen tipo … con que vengas a eso me vale. Pues mira, sí, me hace más ilusión eso. Gracias. Y tan contentos los dos.

Claro, se casó tan joven e inconsciente, digo, tan joven, que luego pasaron varios años hasta que tuve otra boda de un amigo. Como me dijo lo mismo, que fuera primero a la iglesia a firmar lo típico, pues creía que con eso bastaba, que mi función ya estaba realizada. Yo ahí soy bueno, todo hay que decirlo, las cosas como son. De testigo en la liturgia religiosa puedo tener mis lagunas y carencias, pero en esto, en esto soy bueno. Firmo donde me dicen digo a todo que sí y no complico a nadie en su día.

Y llegó el día. Era el primero en casarse dentro de este grupo de amigos y se esperaba con interés. Cuando eres el primero a todo el grupo le hace mucha ilusión y hasta a alguno no le importa ponerse el chaqué porque adquiere cierta relevancia entre el resto … sí, qué pasa, me ha elegido a mi entre todos vosotros jeje. Pero esto es con la primera boda del grupo, luego piensas a mi no, por favor, a mi no!!! No me escojas a mi por lo que más quieras!!!

Creo que la ceremonia estuvo bien, aunque no lo recuerdo mucho porque un hecho me hizo olvidar el resto. Testigos a ambos lados de los novios, muy elegantes todos ellos, pero sobraba una silla, nos preguntábamos de quién sería, quién tenía que sentarse ahí o es que era así aposta, el caso es que sobraba. Llegó la hora de las firmas y mientras esperábamos todos en los bancos, vemos a una de las hermanas del novio andando atropelladamente entre los pasillos de la iglesia mirando a todos lados y con cierta cara de preocupación …
- Rafa, Rafa! Pero qué haces ahí, que te están esperando!
- Esperando para qué?
- Pues para firmar!
- Para firmar el qué?!
- Pues la firma de los testigos, que tienes que firmar como testigo!!!
- (Y ahí estaba yo, mezclado entre el público asistente, en un banco cualquiera y vestido con traje normal … se me había olvidado que era testigo! Pero esas cosas se dicen, hombre, se avisan con la suficiente antelación!) Testigo?!?! Pero si …
- Pues claro! Eres testigo y tienes que firmar!

Y salí. Y vi la silla vacía entre los testigos. Y entendí todo, era la mía. Y vi la cara de mi amigo. Y la de su novia (ya mujer) y las familias. Y vieron la mía. Y supieron que se me había olvidado. Y firmé. Y aguanté el resto del día las risas y bromas de mis amigos al respecto. Y adquirí un protagonismo no deseado. Y no gustó. Y no he vuelto a ser testigo en ninguna boda de este grupo de amigos.

Más adelante también lo fui en la de un hermano, pero bastante fácil. Me informé muy bien anteriormente y no me tenía que poner chaqué ni estar delante ocupando una silla (quizá fui un poco pesado en este punto, pero tenía que dejarlo bien aclarado), podía estar a mis anchas donde yo quisiera, sólo tenía que firmar al final de la ceremonia. Llegado el momento de la firma, por mis experiencias pasadas sabía que te daban un libro y ahí firmabas, pero esta no fue así. No sé si al cura se le olvidó el libro, se le perdió, no tenía libro o yo que sé, pero arrancó una hoja cuadriculada de un cuaderno del colegio y ahí nos hizo firmar a todos con la explicación de que ya luego él lo pasaría al libro auténtico. Cómo? Las iba a falsificar? De momento siguen casados, así que debe ser bueno falsificando firmas.

Tras alguna peripecia más en otras bodas, me vuelven a seleccionar de testigo para la boda de otro grupo de amigos. Y esta era en pleno mes de Julio en Galicia, en mitad de mis vacaciones. Pensé que al fin y al cabo iba a tener suerte porque estaba en Gijón pasando unos días con la familia, así que no me costaría mucho desplazarme a Villagarcía de Arosa para el evento. Los 4 amigos que íbamos nos alojaríamos en Pontevedra en la casa de la abuela de uno de ellos, que está a una media hora de camino del sitio de la boda. Sí, ya! Resulta que aunque ambas ciudades estén en el norte no es tan sencillo ir de una a la otra por autopista, así que unas 5 horitas me llevó el viaje.

El encontrar la casa me costó lo mío y como mis amigos aún no habían llegado, tras deambular una hora por la ciudad dando un paseo, cenar solo y tomarme alguna copa solo en el mismo bar, por fin llegan. Nos instalamos, pequeña salida nocturna por la ciudad y a esperar la boda al día siguiente.

Ese día, hizo muy buen tiempo, cosa de agradecer en el norte ya que la celebración tendría lugar en unas carpas instaladas en los jardines de la casa de la novia en pleno puntal de la ría de Arosa. Aprovechamos para comer por Pontevedra e ir haciendo tiempo hasta la hora de la ceremonia que era por la tarde. Y ahí estábamos, tomando el sol tranquilamente a las 17.00 horas en una terracita mientras apurábamos el último café cuando nos entró la duda:
- (…) Oye, cómo vamos de tiempo? Alguien sabe a qué hora es la boda?
- Sí, yo creo que es a las 18.00 horas, dije. Deberíamos ir pensando en irnos.
- No, qué va! Es a las 18.30. Aún nos queda tiempo.
- Que no, que yo creo que es a las 18.00, que lo vi en la entrada.
- Bueno! En tu entrada no sé qué pondrá, pero en mi invitación ponía que a las 18.30
- Alguno tiene aquí la entrada, invitación, ticket, pasquín, folleto o lo que le hayan hecho llegar los novios para ver la hora?
El no fue unánime. Única vez en que nos pusimos de acuerdo todos a la primera. Sólo teníamos uno y estaba en el coche.
- Bueno, pues le llamamos y que nos diga. Ni que decir tiene que el novio a menos de 2 horas de su boda no está pendiente del tlf móvil por si sus amigos le llaman para saber a qué hora es.

Y este debate nos llevó un buen rato, porque lo malo de ser 4 es que puede darse un empate en las opiniones, cosa que nos sucedió, por lo que se alargó más de la cuenta. Y claro, si se alarga más de la cuenta, los beneficiados son los que dicen que la boda es más tarde. Además, como hacía buen tiempo pues tampoco importaba mucho.

Así que a las 17.30 decidimos irnos a cambiar, ducharnos, ponernos los chaqués y coger el coche para ir a Villagarcía. Fue montarnos en el coche a las 18.05, empezar a leer la invitación y ponernos pálidos y recorrernos un sudor frío por todo el cuerpo. El aire acondicionado a tope no servía más que para congelarnos las gotas de sudor que nos caían por la frente y dejarlas como estalactitas. La boda empieza a las 18.00 horas!!!! Si es que ya os lo dijimos pedazo de … os lo dijimos!!! Y ahora qué? Ahora qué hacemos? Y aparece la voz del tranquilo, del que dijo que empezaba más tarde y se pone a hacer cálculos … No pasa nada, la novia se retrasará unos 15 minutos y si le pisamos bien pues podemos llegar a y media. Creo que por el planito adjunto sé dónde está la iglesia.

Y no lo sabía. Qué iba a saber!. La Iglesia que pensábamos no era esa. Preguntando a los pocos peatones que vimos por la ciudad conseguimos llegar a la puerta pero imposible aparcar. Cuando lo hicimos carrera frenética atravesando calles sin mirar si venían coches mientras nos poníamos la corbata, el chaleco y la chaqueta. Por fin habíamos llegado. Sí, con 45 minutos de retraso, pero la estrategia estaba pensada. Nos quedaríamos al final donde nadie se fijaría en nosotros.

Entramos en la típica iglesia abarrotada de gente, por la puerta de detrás que chirriaba al abrirla. Nos acabamos de poner la chaqueta dentro y vemos que están haciendo cola para la comunión. Bien, eso nos favorecía porque ante tal barullo de gente de pie fuera de su sitio no extrañaría tanto nuestra presencia ahí. Además, si debemos ser como 10 testigos por cada lado, tampoco se notará tanto nuestra ausencia.

No nos da tiempo a serenarnos cuando se nos acerca una señora … los testigos delante, los testigos delante!! Da igual, no se preocupe, aquí estamos bien! El arroz, ya sabe …. Sergio decide romper unilateralmente el pacto de pasar lo más inadvertidos posible y aprovecha la cola de la comunión para avanzar por ella y sentarse en los primeros bancos para disimular un poco. Mientras tanto se nos acerca un señor a y mirándonos con aire de displicencia mientras nos recuerda que somos como los de 4 bodas y un funeral. Por qué? Por qué tanta gente pendiente de nuestros movimientos? Si nosotros no somos los protagonistas, sino los novios!

Sergio va un paso más allá e intenta integrarse del todo cuando le dice al primo del novio que ve un poquito emocionado a éste. Es que no le has visto antes cuando se ha puesto a llorar al entregar los anillos, le pregunta? Bueno, verás, es que … sí, si claro, siiiii. La cosa no iba bien, habíamos llegado 45 minutos tarde y estábamos haciendo de todo menos pasar desapercibidos.

Cuando llegó la hora de los testigos y no firmamos como marcan los cánones, tampoco nos extrañó y no protestamos en absoluto, la verdad. Después de la que se estaba montando no era cuestión de menearlo más. Era la primera vez que podíamos mantenernos al margen y nadie nos echaría de menos.

Por fin acaba la misa y salimos todos fuera. Nos mantuvimos al margen, en un rinconcito sin llamar mucho la atención y saludando a los pocos que conocíamos. Nos estábamos haciendo las pertinentes fotos tras felicitar a la joven pareja, cuando se nos vuelve a acercar otro señor distinto del anterior … menudas horas de llegar, eh! Como los de 4 bodas y un funeral! Sí señor, esto es hacerse notar!. Otra vez, otra vez!!! Pero qué pasó! La gente estaba toda dando la espalda a los novios y el altar y estaban mirando las puertas traseras a ver cuándo llegábamos y estudiando todos nuestros movimientos?!?!? No tenían nada mejor que hacer?

Abandonamos el lugar en cuanto vimos salir a los novios para que se enfriara un poco el ambiente y se olvidaran de nosotros. Nos fuimos un poco perplejos al enterarnos que todo había ido en nuestra contra desde el primer instante, porque no es que la novia se retrasa un poco para dar tiempo al novio a llegar (la quintaesencia de la impuntualidad, por otra parte), noooo, qué va, sino que se había plantado en la iglesia 5 minutos antes de la hora señalada y había empezado la ceremonia sin el padre del novio!!!!. Sí que tenía ganas de casarse la chica, madre mía!. En fin, que pensamos que la cosa estaba un poquito tensa pero con unas cañas de por medio y el aperitivo anterior a la cena aquello cambiaría. Pero no, error. Con bebida de por medio no es que se olviden de uno y la cosa mejore, al revés, sino que la gente pierde el control de sus actos y luego pasa lo que pasa.

La vista desde los jardines era impresionante y el día acompañaba. Los camareros pasaban con bandejas entre los invitados, pero extrañamente pese a encontrarnos en Galicia, tierra de buen comer por excelencia, había más bebida que comida, lo que se vio reflejado al instante en el comportamiento de la gente y, más en concreto, en el de mis amigos.

Pasamos a las mesas en la carpa y primera sorpresa. No sólo nos sorprendió que la mesa principal no era de las clásicas ya que no estaban los padres de ninguno de los novios sino éstos con algún hermano y algún que otro amigo que sí había sido puntual al evento. Miramos y miramos en las listas y Javi no aparecía por ningún lado. Será que no le habían invitado y estaba de gorrón? Pero si iba de testigo! Será que el novio se enfadó con nosotros por la impuntualidad y mandó eliminar a alguno de nosotros y él pagó el pato? Si era así, bueno, habría que aceptarlo.

Yo no estaba en la misma mesa que Sergio y David, así que decidí esperar con Javi a que todo el mundo ocupara su lugar y, si sobraba un sitio en mi mesa, es que simplemente se habían olvidado de marcarlo en el dibujito de las mismas. Dicho y hecho. Con todo el mundo sentado sobraban 2 sitios en mi mesa y ahí que nos sentamos. Fue sentarnos y la manera de romper el hielo la que os podéis imaginar … hombre! Los amigos del novio verdad? Debéis ser buenos tipos porque mira que siendo testigos llegar 45 minutos tarde a la boda de un amigo. De cañas en el bar de al lado, eh! Yo lo hacía con los amigos cuando era joven, pero no siendo testigo. Me habéis recordado a esta película que … cómo se llamaba? Le preguntaba el graciosillo a su esposa. Ya! Jejeje pensaba yo para mis adentros mientras ya me empezaba a resultar pesada la gracia.

Nos habíamos reservado para la cena sin comer mucho aperitivo porque nos imaginábamos el típico atracón norteño, y más viendo el tamaño de los hermanos de la novia que varios de ellos pasaban de los dos metros de altura y no habían pasado hambre en su vida, por decirlo de una forma suave. Pero no, de nuevo nos equivocamos. Todo muy rico pero escaso. Se veía la porcelana del plato por todos sitios.

Tras conversaciones claramente prescindibles con los compañeros de la mesa llegó la hora de las copas y el baile. Se hizo bastante pesada la sobremesa porque no dejaban de interrumpir con regalos absurdos cada poco. Y decidimos, por fin, ser puntuales en algo. Fuimos los primeros en llegar a la mesa de las copas y, tras nosotros, el resto de invitados.

Otra vez, otra vez la misma gracia de otro de los invitados al vernos en la zona de la bebida, otra vez recordándonos que si la película, que si … se habían puesto todos de acuerdo para hacernos la misma gracia? Porque ya dejaba de ser gracioso y original!. Nos dedicamos a lo nuestro, unos bailes, unas copas, unos bailes, más copas, más copas que bailes y la cosa empezó a tomar un cariz que no nos estaba beneficiando lo más mínimo a ojos de los demás, porque nosotros estábamos encantados.

Ya habíamos caído mal a la familia de él por llegar tarde a la ceremonia y a nuestro amigo por la misma razón e intentar ligar con su hermana delante de su marido, así que nos faltaba la familia de la novia para hacernos notar. No había mucha chica joven en edad de merecer así que nos animamos con las madres y abuelas de los presentes a sacarlas a bailar. La pista de baile y el rincón de bebidas era nuestro. Sólo éramos 4 amigos entre todos los invitados, pero allá donde pasaba algo estábamos nosotros como centro de atención. No podíamos opinar de la ceremonia porque vimos 5-10 minutos y la cena rica pero un poco escasa. Era aquí donde sí estábamos disfrutando. Aunque a alguno se le fue de las manos.

Vi pronto que la cosa se complicaba y que era el menos perjudicado de los amigos, así que dejé de beber a la 3ª copa. Quedaban mínimo 2-3 horas hasta coger el coche y teníamos que recorrer unos 40 km por la noche. Al final de la noche me alegré de la decisión tomada cuando por 2ª vez vi caerse al dueño del coche sobre la mesa de las bebidas. En ese momento el alcohol sirvió de anestésico para no notar que se había astillado un par de costillas con los golpes (algo bueno tiene que tener el alcohol, digo yo!). Otro amigo no tenía carné y al 3º en discordia lo perdimos por un tiempo y posteriormente lo encontramos tirado en el suelo durmiendo tras unos matorrales rodeado de su vomitona. Tenía bastantes papeletas para que me tocara conducir y me tocó.

La vuelta en el coche hasta Pontevedra fue aún mayor odisea si cabe. El alcohol actúa de forma diferente en cada persona y, mientras a alguno le dio por dormirse en el coche y despertar vomitando, a otro le dio por la hiperactividad y aquello parecía una barca de lo que se movía por su culpa.

Dimos mucho de qué hablar en una ceremonia a la que casi ni asistimos y más aún en una celebración en la que más de la que la mitad de los amigos tiene problemas en recordar. A los 2 días, ya de vuelta en Madrid, el novio me dejó en el buzón el DNI y la tarjeta de crédito de uno de mis amigos. Desde el día de la boda, hace ya unos 3 años, no le hemos vuelto a ver.