Me levanté pronto ese día y tras despedirme de Sergio después de una semana de vacaciones con él visitando Galicia, la tierra de nuestras familias, abandoné el hotel en el que estábamos dejando el aviso de que pagaría él. Metí todo el equipaje en el coche, incluido el balón gigante que con gran esfuerzo gané la noche anterior jugando a los dardos en una tómbola en Pontevedra y me puse en marcha camino de Gijón.
Se me había estropeado el GPS así que con un mapa de los de siempre extendido en el asiento del copiloto me encaminé hacia la 3ª y última semana de mis vacaciones. Después de dar un par de vueltas absurdas por Pontevedra buscando la salida camino de Vigo y haber solucionado el primero de mis problemas con relativa facilidad, se me enciende el indicador de la gasolina, por lo que todos mis esfuerzos se reconducen a encontrar una estación de servicio.
No estaba la cosa para ir descartando ninguna por no ser Repsol o Campsa que me regalan puntos, así que en la primera que vi allí que me metí. Como estaban todos los surtidores llenos me pongo detrás del más torpe, o al menos eso creí en aquel primer momento. El típico señor parsimonioso que se baja de su flamante coche, chequea las ruedas a ver si tienen la presión adecuada, mirada exhaustiva para ver si su esposa le hizo un rascón al coche el último día que lo cogió, busca los guantes de plástico para no mancharse, lee con detenimiento los tipos de carburante que hay, coge la manguera correcta, echa gasolina, deja la manguera, se quita los guantes, se va a pagar, al servicio a hacer sus cosas y lavarse las manos, comprar una botellita de agua, el marca para él y el hola para ella ... y yo mientras tanto siendo el primero de una hilera de coches que se formaba detrás por momentos.
Por fin llega mi turno e intento demostrar con qué firmeza y resolución actúa la gente joven en estos casos. Me bajo del coche, casi por instinto cojo una manguera, la acerco al depósito y ... vaya! Me he puesto en el lado contrario. Da igual, no pasa nada, estiro la manguera pasándola por encima del maletero y ... joe!! Se habrá atascado?!?! No llega!!! Qué raro? Vuelvo a tirar. Pero tiro como sin darle importancia, sin querer demostrar al resto de la gente que quizá no llegue la manguera, un tirón suave, estirándola poco a poco y, sí, es cierto, no llega más allá de la mitad del maletero!. En fin, no pasa nada, cuelgo la manguera, me monto rápidamente en el coche y chirriando un poquito de rueda echo el vehículo hacia delante y en una rápida maniobra luego hacia atrás arrimándolo todo lo que puedo al surtidor. Me bajo de nuevo, cojo esta vez la manguera correcta y estirándola de nuevo por encima del maletero sin miedo a rayarlo ... Dios, casi! qué poco falta, si le embocadura está tocando el depósito! Bueno, en milésimas de segundo veo la forma de la manguera y pienso que si aprieto saldrá la gasolina como si regara, a presión entrará disparada en el depósito, como si escanciara sidra, vamos! así que lo hago. Y sí, salió disparada sí, y escancié, sí, pero hacia fuera del coche y empezó a chorrear por todo el lateral acabando en mis zapatillas.
No sé por qué la situación me resultó bastante familiar, como si ya la hubiese vivido anteriormente hace muchos años, así que mientras veía la cola de gente que había formado tras de mi que casi llegaba a la carretera y oía un “chaval, que eso no lo puedes hacer!!!, deja ya eso!!!”, me encaminé con aire desenfadado al cajero sin quitarme las gafas de sol en ningún momento para no ser reconocido.
- Hola! Verá soy el del ...
- Sí, el del volvo!
- Eeehhhhh!! Sí, ese mismo. Verá, es que la manguera no me llega hasta el depósito y todo lo que ponga el contador no está en el coche. Bueno, en el coche sí, pero por fuera, y otro poco en el suelo y en mis zapatillas.
- Ya! Si ya te hemos visto, ya! Me dice con una sonrisilla que no me gustó nada. No importa esto, tú saca el coche de ahí que menuda cola has montado y ponlo en otro surtidor de tu lado del depósito.
- Vale, gracias!
Ni que decir tiene que al salir de ahí y ver la cara con la que me estaba mirando todo el mundo y los comentarios que se escuchaban de fondo, cogí el coche y me fui de la gasolinera como si nada. Bueno, no como si nada, muerto de vergüenza, enfadado conmigo mismo y rezando porque en el atasco en el que me había metido nadie tirara una colilla por la ventanilla de su coche, no por que les pusieran una multa, que en esos momentos era lo menos importante, sino porque con el reguero de gasolina que había dejado por el lateral del coche y las ruedas podía salir de ahí ardiendo como una falla de Valencia.
Y vuelta a empezar, a buscar otra gasolinera y esta vez con la premisa de que no fuera autoservicio, porque si a alguien le daba un cortocircuito o algo que no fuera a mi, sino a un profesional de este sector que sabría cómo actuar. Por fin encontré una que reunía todos los requisitos y que aún no tenía mi foto colgada en la vitrina con un “se busca”, es peligroso. Tras comprar unos donuts para el camino y dejar una buena propina por el trabajo que me habían ahorrado, emprendí de nuevo camino a Gijón.
Desde Pontevedra puede parecer que la mejor ruta para ir a Gijón es por el norte, pero no es tal porque no todo son autopistas así que me iría por Benavente para luego subir. Sí, lo sé, desde Astorga hay autopista a León y te ahorras unos cuantos kilómetros, pero en ese momento no se me ocurrió. En fin, que con la boca seca de tanto donut sin tener ni gota de agua me llama mi amiga Laurita y tras varias conversaciones telefónicas con ella desde mil teléfonos distintos porque no tenía batería en el suyo, finalmente me confirma, tal como habíamos hablado días antes, que se venía unos días conmigo a Asturias, el problema es que ella estaba de camino a León. No te preocupes, le dije, que por casualidades de la vida yo voy a pasar por ahí, así que te recojo y en marcha!. Estas casualidades de la vida que sólo existen cuando te equivocas de carretera.
Como no teníamos sincronizados los relojes y ella calculó mal el tiempo, llegué 4 horas antes, horas que empleé en dar una vuelta por la ciudad, seguir paseando, ir de reconocimiento al punto de encuentro en el que habíamos quedado para no perderme luego, seguir comiendo donuts y ponerme a jugar en la PDA a un juego absurdo de bolitas. Cuando llegó la hora h me quité la camiseta de conducir (claro, como cuando salí de viaje no estaba claro que viniera, pues iba con la camiseta que tengo para conducir, una cómoda y vieja que no me agobia en viajes largos y que, ahora, apestaba también a gasolina por motivos obvios) y me puse la que menos usos le había dado en mis vacaciones rociándola en colonia. Todo esto en mitad de León con el coche aparcado en una calle ... parecía un ... no sé, no sé lo que parecía la escena, la verdad!.
Serían las 5 de la tarde cuando llegó Laura con su amiga Gema. Estaban hambrientas y tras varias intentonas en distintas terrazas por fin nos sirvieron algo de comer en una de ellas cerca de la catedral, eso sí, todo frío porque ya no había cocina. Mientras Laura se bebía toda mi cocacola, yo escuchaba la historia tan surrealista que me contaba Gema que habían vivido las 2 el día anterior en Cangas, de donde venían. Habían tenido un problema de liquidez momentáneo y les supuso una gran discusión con la dueña de un hostal por usar la ducha de la habitación antes de pagar. El resto de clientes de la cafetería seguía tomando café ajenos a estar compartiendo terraza con un prófugo de las gasolineras y 2 guapas y peligrosas okupas de duchas.
Mientras hacíamos tiempo a que llegara Rubén, un amigo de Gema y tomarnos unas cañas con ellos antes de partir a Gijón, decidimos dar un paseo para bajar esa comida que ya empezaba a hacer estragos en ellas. Primero, una visita guiada a la catedral de León y sus vidrieras, con las perfectas explicaciones de Gema ... ole, ole y ole! Entre la lección de historia que nos dio, lo bien que lo contó y lo bonito del lugar íbamos flotando ... qué digo flotando! levitando entre los bancos, hasta que nos habló del topo gigante. Por qué, por qué lo hizo?!?! Al ver encima de una de las puertas de entrada lo que parecía un cascarón enorme mezcló la historia con una fábula sobre un topo gigante que una y otra vez echaba abajo la construcción de la Catedral, que no sé yo no sé yo, en fin, me lo creeré pero ... uummmmm, uuuummmm, con reservas, con bastantes reservas. Luego completó la lección magistral con la visita por otra iglesia cercana y las calles más típicas de León. Un placer, sí señor!.
Seguimos haciendo tiempo y nos metemos en una librería para que Laura se comprara cualquier cosa ya que, según ella, se le iban a hacer los días muy largos en mi compañía y necesitaba distraerse de alguna forma. Lo peor de todo es que me convence para comprarme un libro del que no pude ni acabar de ver la película en vídeo de lo que me aburrió. En fin, personalidad que tiene uno. A la hora de pagar temen que les suceda como con la señora del hostal y que no pase la tarjeta, pero no tienen ningún problema y la máquina lee la banda perfectamente, cosa lógica teniendo en cuenta que estábamos en una librería.
Una vez que llega Rubén recorremos de nuevo las calles típicas y nos metemos en un par de bares a tomar unas cañitas rápidas porque ya se acercaba la hora de irnos a Gijón, se hacía de noche y aún nos quedaban más de 2 horas de camino. Insistieron mucho en llevarnos a un bar en el que pides la cerveza y te ponen un aperitivo muy típico de ese sitio y que, según ellos, estaba muy bueno. La verdad es que habrá que volver otra vez a probarlo porque no lo sabemos, fue poner el aperitivo y sólo catamos el nuestro y gracias. Al final, sólo al final, se dieron cuenta que la idea era que Laura y yo probáramos todos y ... bueno, lo entiendo, a ellos también les gustaba, joe!.
Muy amablemente nos ofrecieron quedarnos en León esa noche e irnos al día siguiente a Gijón, pero preferíamos ya descansar allí y levantarnos sin prisas y con calma al día siguiente. Qué majetes, pero Laura estaba agotada de los días anteriores y yo también prefería llegar a mi casa porque al día siguiente había quedado con amigos a comer. Lo agradecimos igual de cualquier forma y quedando pendiente para otra vez emprendimos la marcha a los coches para irnos. Desde el coche de Laura fuimos a por el mío, cosa buena porque así vimos la otra parte de la ciudad que no habíamos llegado a ver en los paseos anteriores. No lo tengo muy claro aún, pero o León tiene un solo sentido de circulación o nos perdimos, porque dimos vueltas alrededor de la muralla que ni te cuento.
Una vez cada uno en su coche, las indicaciones precisas para el viaje ya que Laura tenía el móvil sin batería y sin cargador: Yo, le decía, iré delante todo el camino y cuando quieras algo me haces luces y paro o me adelantas y nos echamos a un lado. Tienes gasolina suficiente? Sí, sí, de sobra. Vale, pues en marcha. Como suele suceder siempre, el chico, en este caso Rubén, nos encaminó casi a la salida y desde ahí nos dio las indicaciones claras y precisas para salir a la autopista en dirección a Gijón, acabando con el típico “es un camino para tontos”. Acto seguido la chica, en este caso Gema, le mira con una cara mezcla de comprensión y paciencia y nos explica otra vez el camino de salida pero más resumido y directo. “Es un camino para tontos” seguía escuchando decir de fondo a Rubén mientras Gema nos daba las últimas explicaciones...
Como acordamos, yo delante en mi coche y Laura detrás en el suyo nos vamos siguiendo las explicaciones recibidas y, en el primer cruce con cierta dificultad, tomo la dirección opuesta a la indicada porque soy despistado, pero no tonto y como el que nos indicaron era para tontos pues no lo cogí. Vamos, que supongo que un poco más largo sí que fue pero llegamos al final, que es lo que importa.
En mitad de la noche y de la autopista de montaña me hacen luces, no me lo podía creer, Laurita me estaba haciendo luces y eso significaba que pasaba algo. Sigo unos metros más para intentar detener el coche en el arcén en una zona que no sea demasiado peligrosa y me bajo corriendo y nervioso hacia su coche...
- Qué pasa Laura, te pasa algo?
- Que no tengo gasolina, que voy en reserva.
- Ya! No pasa nada, tranquila, en la siguiente gasolinera que vea me paro. Para que no se asustara no le quise decir que justo la gasolinera que acabábamos de pasar era la última en unos 50 km.
- No te habrás asustado, no?
- Nooo, qué va! Si siempre suelo parar en este punto en mitad de la noche cuando voy a Gijón, pensé.
Continuamos el viaje y en el 2º y último peaje se acerca a mi coche con la cara desencajada diciendo que está en las últimas últimas, que no llega más. Por suerte, ya estaba cerquita la gasolinera y paramos al poco. Éramos los únicos y aprovecho para llenar el depósito e ir al servicio. Laura fue primero al servicio y tardó en salir, lo que me preocupó un poco y no se me ocurrió pensar otra cosa que si la habían raptado en esa noche tan tenebrosa ... siempre pensando en positivo.
Me pongo a echar marcha atrás para acercar mi coche al de Laura y cambiar las maletas de su coche al mío y a la chica de la gasolinera no se le ocurre otra cosa que pasar por detrás ... pero sí sólo estábamos nosotros!!!! No había ni un solo coche más (salvo el de los posibles raptores, claro!), el de Laura parado en el surtidor y yo maniobrando y ... vamos, que no la atropellé de milagro!! Que casi me atropellas y me dan la baja, me dice. Se puso a echar combustible al coche de Laura y al ver en su maletero que llevaba una tienda de campaña y sacos de dormir entabló una conversación, bueno conversación, un monólogo con nosotros de 5-10 minutos que ni pá qué! Poco le importó que hiciera un frío de narices, lloviera y yo estuviera tiritando o que Laura se encontraba de pena, la cara desencajada y agotada ... pues cuando yo era pequeña, nos decía, me iba con una amiga al prau, ahí cerquita, lo conóceis? No, bueno, pues me iba con ella el viernes al salir del cole al prau y nos cogíamos la tienda y los sacos y nos íbamos a pasar el fin de semana de acampada. Estábamos a unos 2 km de casa, pero aprovechábamos para fumarnos unos porrines y echarnos unas risitas jijijijiji ... qué divertido! Una noche que no avisamos aparecieron nuestros padres y nos vieron riendo por todo y al ver fuera cervezas que habían dejado los de otra tienda se creyeron que estábamos borrachas y no nos dijeron nada jijijiji, menos mal que no pensaron en los porrines jijijiji ... Aguantamos estoicamente porque se lo debíamos ya que casi la dejo debajo de las ruedas. Otro día, a lo mejor hasta entablábamos conversación, pero ese día no era el momento.
Por fin llegamos a casa a eso de las 11.30 de la noche. El viaje había sido duro pero ya sólo teníamos que descansar y al día siguiente ir a comer con mis amigos y dar una vuelta por la ciudad andando, porque en coche ya se la di al entrar. Le enseño la casa, que elija habitación ya que dos días más tarde llegarían otros amigos a la casa y que se ponga cómoda. No le dio tiempo a ponerse cómoda pues lo primero que hizo fue ir al baño. Normal, pensé, cuando uno llega de viaje pues ... y cuando ella salió entré yo porque ese es el baño que siempre uso cuando estoy ahí. En fin, cómo relatarlo ... ufff ... vamos a ver vamos a ver ... las sensaciones no fueron las esperadas, por así decirlo. Cuando salí, me encontré a Laura en el pasillo ... perdona, Rafa, perdona, pero es que ... no sé lo que me pasa, no me encuentro bien, te tenía que haber avisado, perdona, qué vergüenza qué vergüenza ... por favor, no vuelvas a entrar en este baño y déjamelo sola a mi, tú vete al otro ... que vergüenza ... En aquél momento no sé muy bien quién de los dos estaba más sofocado, aunque por distintas razones.
Después de vaciar cada uno sus maletas y hacer las camas, me dice que se sigue encontrando muy mal, que empeora por momentos y que dónde hay una farmacia cerca. Como le da un poco de palo decirme lo que necesita que le compre me acompaña a la farmacia que hay justo enfrente al portal pero, es salir del mismo, y que se va, que se dobla, que no se tiene en pie, que se empieza a poner blanca, pálida, a tener arcadas y conatos de vómito y se sienta en un saliente para tomar aire. Tras unos minutos aguantando parece que el aire le empieza a hacer efecto y se recupera un poco.
Nos acercamos a la puerta de la farmacia que estaba cerrada para ver dónde había otras de guardia y en esas que miro alrededor y ... diantre! Un sereno!!! Corriendo que me voy hacia él y le paro en mitad del paso de cebra
- Hola, buenas noches!
- Buenas noches!
- Perdone, sabría decirnos dónde está la farmacia de guardia más cercana? Es que se encuentra mal, le digo al sereno indicando a Laura, y necesitamos comprar algo para el estómago y alguna cosa más. No era cuestión de especificarle al señor con pelos y señales lo que necesitábamos.
- Pues déjame que piense ... ahh sí! hay dos farmacias de guardia pero están por el centro. Sois de aquí?
- Bueno, no lo soy pero conozco más o menos esto.
- Vale, pues si coges la calle ... bla bla bla ...
- Vaya, pues no lo conozco tanto. Se puede ir andando? Hay que coger coche?
- El sereno se me queda mirando, mira a Laura que sigue con sus convulsiones y tapándose la boca para no vomitarle encima y se hace cargo de la situación. Mirar, si no sabes ir podemos hacer otra cosa, si queréis, podemos hacer una cadena humana de serenos ...
- Laura y yo nos miramos boquiabiertos ... bueno, yo boquiabierto y ella atónita porque si abría una vez más la boca no sabría decir qué podía salir por ahí. Qué?!?!
- Sí, una cadena de serenos. Yo llamo por el walkie a mi compañero de aquella zona, le digo lo que queréis comprar y que lo compre él en la farmacia y luego nos lo vamos pasando uno a uno al hacer la ronda hasta llegar aquí. Eso sí, tardará un poquito hasta que nos pongamos todos de acuerdo.
- Estoooo, bueno, no no no se preocupe, muchas gracias, no no importa, ya vamos nosotros, si nos dice dónde es ya voy yo con el coche y lo buscaré como sea. Gracias de todas formas.
Tras despedirnos del primer eslabón de la cadena de serenos, Laura no se tiene en pie y se sube a casa a descansar mientras yo cojo el coche en busca de la farmacia de guardia. Ahí no le queda más remedio que escribirme en un papel lo que quiere y, de nuevo, a sentirse avergonzada porque no son sólo cosas de estómago, sino también de mujer las que necesita. Entre risas nerviosas, medio lloros, convulsiones y un poco de tiritona se pone sus calcetines rosas para dormir y se mete en la cama a la espera de que yo llegue con el encargo.
Para llegar a la farmacia necesité de la colaboración de otro sereno, del último eslabón de la cadena, el que estaba en ese barrio y que probablemente ya tenía indicaciones de su compañero de hacerme llegar perfectamente a mi destino. Al volver a casa 10-15 minutos más tarde con todo lo indicado, se me cae el alma a los pies al verla llorando en la cama hablando por teléfono con Manu, su novio, porque se encontraba avergonzada.
La cosa no mejoraba mucho ni en lo físico porque seguía mala ni en lo psicológico porque cada minuto que pasaba la cosa se iba enrareciendo. Ahora, a gritos desde el baño, que le dejara papel que se le había acabado. Menos mal que esas lágrimas se convirtieron en risas al ver la situación tan atípica que estábamos viviendo. Estuve un ratillo haciendo guardia hasta que me entró el sueño, pero me fui tranquilo a dormir porque la cama tenía un protector que usan mis sobrinas por si las moscas y le facilité una toalla y un par de palanganas para que no mezclara arriba y abajo si tenía algo que expulsar y si no le daba tiempo a llegar al baño que las tuviera a mano.
Durante la noche fue unas 12-13 veces al baño y optó por el viejo truco de abrir el grifo del agua para que no se oyera nada desde fuera. Por suerte y pese a estar el baño pegado a mi habitación, no oí nada, me dormí del tirón de lo cansado que estaba. A ella le salió bien ese recurso el resto de los días que estuvo en mi casa, pero no sé si mi hermana estará tan contenta cuando llegue la tarifa del agua, ya veremos.
A la mañana siguiente nos despertamos pronto, pero tras una breve charla la dejo durmiendo en el salón y me voy de compras, había que comprar productos para la dieta blanda tipo yogures naturales, yogures con bifidus, jamón york, leche, aquarius, huevos ... y sobre todo papel higiénico que podía escasear visto lo visto. El tipo de dieta que hizo no lo tengo muy claro, porque acabaron las vacaciones y estuve comiendo en Madrid esto durante una semana porque ella lo único que tomaba era una especie de suero bebible que sabía a rayos y, eso sí, mi yogur bebible para el desayuno.
Cuando vuelvo a casa me siento como un okupa ya que no puedo entrar en mi baño y ahora tampoco en el salón porque ella está durmiendo y ha cogido mi sofá. Llama a su amiga Gema para contarle lo que le ha pasado y preguntar si ella va a subir unos días con nosotros y, cual es nuestra sorpresa, cuando ella nos dice que se encuentra igual, que tiene lo mismo!. Por momentos disfruté pensando que las 2 se podían venir unos días de vacaciones conmigo, sería un sueño hecho realidad, pero en aquel momento agradecí que no fuera así porque no sabría que hacer con 2 en el mismo estado ... ufff!!!
Se corrió la voz entre las amigas de Laura de la situación que estaba viviendo conmigo, de esa reacción extraña que había sufrido su cuerpo al solo pensar que íbamos a pasar unos días solos en Gijón, y empecé a recibir llamadas y más llamadas porque Laura estuvo todo el tiempo sin móvil. Nunca tanta chica me había llamado antes al móvil y aunque no eran para mi, qué! me hacía ilusión ... Bea, Gema, Gema, Bea ... y Manu, claro está. Yo tenía otro móvil de repuesto, pero quiero pensar que no se me ocurrió dejárselo en vez de compartir el mío (bueno, es un decir, ya lo sacaba ella a la calle porque lo usaba más que yo) y no que no quise hacerlo para seguir hablando con sus amigas.
Al principio le pasaba pronto el teléfono o lo cogía ella directamente, al final yo estaba hablando 15 minutos y luego se lo pasaba para que hablara un pelín, ya que me habían contado todo a mi. Como ya habíamos compartido lo menos sexy que 2 amigos pueden vivir en un viaje, a partir de ahí se perdió todo tipo de compostura y miramientos ... el poner la lavadora y tender luego la ropa interior del otro estaba a la orden del día.
Tras dormir la siesta nos fuimos a dar una pequeña vuelta por el paseo marítimo y de nuevo comprar ciertos productos para cenar y alquilar un par de pelis, ya que la noche podía ser larga. Además, como seguía sin tarjetas tampoco tenía dinero, por lo que le dejé yo. No le bastaba el consumo del móvil, quería algo más material. Menuda joyita me llevé de vacaciones, no me extraña que al novio no le importara en absoluto. Incluso me tenía que haber pagado!. En fin, intentó recompensar haciéndome unos huevos estrellados de cena para que yo también me pusiera malo y estar en igualdad de condiciones, qué barbaridad qué cacho plato!!! Estaban ricos, todo hay que decirlo.
Ni por la noche dejaba de sonar el teléfono. Ni baño, ni sofá, ni manta, ni móvil, ni dinero, cada vez me iba sintiendo menos en mi casa, pero que ni una peli se pueda ver tranquilo porque mi móvil no dejaba de sonar por ella!!! Tras las pelis una conversación hasta altas horas de la mañana y a descansar.
Al día siguiente se levantó mejor y nos fuimos a comer a Cudillero, pueblo pesquero muy muy bonito que se caracteriza porque tiene una tienda de artículos varios con 2 puertas, pero como una de ellas está al doblar la esquina te hace pensar que son dos tiendas distintas y entras una y otra vez todo ilusionado pensando ver cosas nuevas ... y no.
Teníamos la intención de volver pronto a Gijón porque venían Gordo y Garagorri a mi casa, descansar viendo una de las pelis del día anterior que tantas veces nos interrumpieron y recoger la ropa tendida porque era demasiado premio que ellos vieran la ropa interior por ahí sin haber vivido lo anterior, y a punto estuvimos de no hacerlo porque como las indicaciones de las carreteras están mal, nos pasamos la entrada a la ciudad a la ida, dimos la vuelta y nos la pasamos de nuevo, rectifiqué otra vez y me confundí, y a la 4ª ya me dio Laura un toque de atención y que entrara como fuera en la ciudad de una maldita vez.
Mis amigos encontraron la casa sin problemas, si bien les sorprendió no ver la puerta del piso abierta de par en par como es costumbre ahí. Aún recuerdo la última vez que subí con éstos y otros y salimos por la noche. Me volví antes a casa dejándoles un juego de llaves a cada 2. A la mañana siguiente me levanto y veo la puerta que da al descansillo de la escalera abierta del todo, pienso que menudo pasillo tiene la casa, la retiro, paso a la cocina y ... joe! Qué narices de pasillo ni qué! Vuelvo y veo la puerta abierta. Me asomo al descansillo y no veo a nadie, entro en casa dejando aún la puerta igual pensando que alguien está entrando y saliendo y sigo sin ver a nadie, voy a las habitaciones y todos durmiendo que roncaban. No me lo podía creer, se habían acostado a las 7 de la mañana y pensaron que las llaves sólo se las dejé para entrar y que no me despertaran, pero no para luego cerrar la puerta ... si es que, cómo se me pudo haber pasado decirles eso, aaayyyy!!!
Esa noche salimos todos a cenar y al día siguiente a Tazones de ruta turística. Por la tarde quedamos con Carlitos en Covadonga y fuimos a visitar la Santina. Debajo de la gruta hay una pequeña cascada y una fuentecilla donde la gente tira monedas y pide un deseo. Pues estábamos arriba en la cueva donde está la Santina y Laura me pide una moneda para lanzarla al agua y pedir un deseo. Bueno, me pareció que se anticipaba un poco pero como íbamos a bajar ya, supuse que lo quería ir pensando y demás y le di 1 €. Cuál fue nuestra sorpresa cuando vemos que se retira un poco, medita, cierra los ojos y tira la moneda.
- Pero qué narices estás haciendo?
- Pues pidiendo un deseo! Pero con tan mala suerte que la moneda ha caído entre las rocas y no ha llegado al agua!
- Pero cómo va a llegar si aquí no se piden los deseos, que se piden allí! Le decimos todos señalándole abajo del todo el sitio donde se amontonaba la gente haciendo fotos y pidiendo cosas.
- Y yo qué sabía!?!?! Cómo he visto que esta niña lo hace aquí! Y nos señala a una niña de 2 años que estaba a su lado.
- Sí, bueno –dice el padre- es que la pobre se ha encaprichado y quería tirar desde aquí la moneda. Aunque ya le he dicho que no es el sitio.
Claro, abajo le tuve que dejar otro euro y que lo hiciera correctamente. Sólo espero que con 2 euros que le dejé se acordara de mi en sus peticiones porque da para mucho!!!
Faltaba más de una hora para que abrieran al tráfico el acceso a los Lagos así que Laura y yo en un arranque de insensatez decidimos empezar la subida andando y que nos cogieran por el camino. Vaya idea peregrina! 14 km de subida por una carretera que en algunos tramos no cabe casi más que un coche, arriba con cabras por la carretera, vacas, llena de curvas infernales y ella y yo picados haciendo cómo que disimulábamos: Oye, que si estás cansada, que paramos un poco, eh! ... No, no, tranquilo, yo pararía por ti, si tú lo necesitas ... Yo?!?! Estás tonta? Yo no yo no, tú si acaso ... bueno, pues seguimos un poco entonces porque voy muy bien ... Al final paramos un par de veces tragándonos el orgullo porque no había quién subiera eso!
Al día siguiente, el viernes, dejé bien encarrilada a Laura con las indicaciones perfectas para ir a Madrid, si bien con la condición de que llamara al llegar para saber si estaba bien o no. La primera de las llamadas fue a mitad de camino antes de echarse la siesta en un área de servicio y la última desde Madrid...
- Oye chavales, que dice Laura que ya ha llegado a Madrid, que está muy bien y que se lo ha pasado muy bien aquí con vosotros –dije a mis amigos mientras hablaba con ella por teléfono- que un beso a todos. Aprovecho que está con nosotros Mica, la novia de Gordo y le digo a ella, oye, que dice que eres muy guapa, que ha visto fotos tuyas y que muy guapa.
- Ah, sí! De verdad?! de verdad te ha dicho eso?!?! En serio? Gracias gracias qué ilusión –oigo al otro lado del teléfono-
- Laura! Que no es para ti, que es para Mica, que eso es lo que me dijiste tú de ella...
- Ay, ay, qué vergüenza qué vergüenza!
Finalmente el último día nos fuimos a las fiestas de Quintueles, un pueblo cercano a Gijón. Iba bastante nervioso porque fue mi reencuentro con el perro del masaje. Él también lo estaba, se lo noté. Me vino a saludar nada más bajarme del coche, pero uno de esos saludos de cortesía y poco más ... me había olvidado. Me usó para una noche y ya, sin más. No le dio la mayor importancia. El resto de la noche nos rehuimos las miradas. Acabé la fiesta envuelto en barro por un resbalón desafortunado en un baile frenético en mitad de un lodazal.
A Laurita, mi musa en esta historia, por ser una chica natural y “normal” desde los calcetines rosas que se pone para dormir hasta el pelo escarola que se le pone después de la ducha.
Se me había estropeado el GPS así que con un mapa de los de siempre extendido en el asiento del copiloto me encaminé hacia la 3ª y última semana de mis vacaciones. Después de dar un par de vueltas absurdas por Pontevedra buscando la salida camino de Vigo y haber solucionado el primero de mis problemas con relativa facilidad, se me enciende el indicador de la gasolina, por lo que todos mis esfuerzos se reconducen a encontrar una estación de servicio.
No estaba la cosa para ir descartando ninguna por no ser Repsol o Campsa que me regalan puntos, así que en la primera que vi allí que me metí. Como estaban todos los surtidores llenos me pongo detrás del más torpe, o al menos eso creí en aquel primer momento. El típico señor parsimonioso que se baja de su flamante coche, chequea las ruedas a ver si tienen la presión adecuada, mirada exhaustiva para ver si su esposa le hizo un rascón al coche el último día que lo cogió, busca los guantes de plástico para no mancharse, lee con detenimiento los tipos de carburante que hay, coge la manguera correcta, echa gasolina, deja la manguera, se quita los guantes, se va a pagar, al servicio a hacer sus cosas y lavarse las manos, comprar una botellita de agua, el marca para él y el hola para ella ... y yo mientras tanto siendo el primero de una hilera de coches que se formaba detrás por momentos.
Por fin llega mi turno e intento demostrar con qué firmeza y resolución actúa la gente joven en estos casos. Me bajo del coche, casi por instinto cojo una manguera, la acerco al depósito y ... vaya! Me he puesto en el lado contrario. Da igual, no pasa nada, estiro la manguera pasándola por encima del maletero y ... joe!! Se habrá atascado?!?! No llega!!! Qué raro? Vuelvo a tirar. Pero tiro como sin darle importancia, sin querer demostrar al resto de la gente que quizá no llegue la manguera, un tirón suave, estirándola poco a poco y, sí, es cierto, no llega más allá de la mitad del maletero!. En fin, no pasa nada, cuelgo la manguera, me monto rápidamente en el coche y chirriando un poquito de rueda echo el vehículo hacia delante y en una rápida maniobra luego hacia atrás arrimándolo todo lo que puedo al surtidor. Me bajo de nuevo, cojo esta vez la manguera correcta y estirándola de nuevo por encima del maletero sin miedo a rayarlo ... Dios, casi! qué poco falta, si le embocadura está tocando el depósito! Bueno, en milésimas de segundo veo la forma de la manguera y pienso que si aprieto saldrá la gasolina como si regara, a presión entrará disparada en el depósito, como si escanciara sidra, vamos! así que lo hago. Y sí, salió disparada sí, y escancié, sí, pero hacia fuera del coche y empezó a chorrear por todo el lateral acabando en mis zapatillas.
No sé por qué la situación me resultó bastante familiar, como si ya la hubiese vivido anteriormente hace muchos años, así que mientras veía la cola de gente que había formado tras de mi que casi llegaba a la carretera y oía un “chaval, que eso no lo puedes hacer!!!, deja ya eso!!!”, me encaminé con aire desenfadado al cajero sin quitarme las gafas de sol en ningún momento para no ser reconocido.
- Hola! Verá soy el del ...
- Sí, el del volvo!
- Eeehhhhh!! Sí, ese mismo. Verá, es que la manguera no me llega hasta el depósito y todo lo que ponga el contador no está en el coche. Bueno, en el coche sí, pero por fuera, y otro poco en el suelo y en mis zapatillas.
- Ya! Si ya te hemos visto, ya! Me dice con una sonrisilla que no me gustó nada. No importa esto, tú saca el coche de ahí que menuda cola has montado y ponlo en otro surtidor de tu lado del depósito.
- Vale, gracias!
Ni que decir tiene que al salir de ahí y ver la cara con la que me estaba mirando todo el mundo y los comentarios que se escuchaban de fondo, cogí el coche y me fui de la gasolinera como si nada. Bueno, no como si nada, muerto de vergüenza, enfadado conmigo mismo y rezando porque en el atasco en el que me había metido nadie tirara una colilla por la ventanilla de su coche, no por que les pusieran una multa, que en esos momentos era lo menos importante, sino porque con el reguero de gasolina que había dejado por el lateral del coche y las ruedas podía salir de ahí ardiendo como una falla de Valencia.
Y vuelta a empezar, a buscar otra gasolinera y esta vez con la premisa de que no fuera autoservicio, porque si a alguien le daba un cortocircuito o algo que no fuera a mi, sino a un profesional de este sector que sabría cómo actuar. Por fin encontré una que reunía todos los requisitos y que aún no tenía mi foto colgada en la vitrina con un “se busca”, es peligroso. Tras comprar unos donuts para el camino y dejar una buena propina por el trabajo que me habían ahorrado, emprendí de nuevo camino a Gijón.
Desde Pontevedra puede parecer que la mejor ruta para ir a Gijón es por el norte, pero no es tal porque no todo son autopistas así que me iría por Benavente para luego subir. Sí, lo sé, desde Astorga hay autopista a León y te ahorras unos cuantos kilómetros, pero en ese momento no se me ocurrió. En fin, que con la boca seca de tanto donut sin tener ni gota de agua me llama mi amiga Laurita y tras varias conversaciones telefónicas con ella desde mil teléfonos distintos porque no tenía batería en el suyo, finalmente me confirma, tal como habíamos hablado días antes, que se venía unos días conmigo a Asturias, el problema es que ella estaba de camino a León. No te preocupes, le dije, que por casualidades de la vida yo voy a pasar por ahí, así que te recojo y en marcha!. Estas casualidades de la vida que sólo existen cuando te equivocas de carretera.
Como no teníamos sincronizados los relojes y ella calculó mal el tiempo, llegué 4 horas antes, horas que empleé en dar una vuelta por la ciudad, seguir paseando, ir de reconocimiento al punto de encuentro en el que habíamos quedado para no perderme luego, seguir comiendo donuts y ponerme a jugar en la PDA a un juego absurdo de bolitas. Cuando llegó la hora h me quité la camiseta de conducir (claro, como cuando salí de viaje no estaba claro que viniera, pues iba con la camiseta que tengo para conducir, una cómoda y vieja que no me agobia en viajes largos y que, ahora, apestaba también a gasolina por motivos obvios) y me puse la que menos usos le había dado en mis vacaciones rociándola en colonia. Todo esto en mitad de León con el coche aparcado en una calle ... parecía un ... no sé, no sé lo que parecía la escena, la verdad!.
Serían las 5 de la tarde cuando llegó Laura con su amiga Gema. Estaban hambrientas y tras varias intentonas en distintas terrazas por fin nos sirvieron algo de comer en una de ellas cerca de la catedral, eso sí, todo frío porque ya no había cocina. Mientras Laura se bebía toda mi cocacola, yo escuchaba la historia tan surrealista que me contaba Gema que habían vivido las 2 el día anterior en Cangas, de donde venían. Habían tenido un problema de liquidez momentáneo y les supuso una gran discusión con la dueña de un hostal por usar la ducha de la habitación antes de pagar. El resto de clientes de la cafetería seguía tomando café ajenos a estar compartiendo terraza con un prófugo de las gasolineras y 2 guapas y peligrosas okupas de duchas.
Mientras hacíamos tiempo a que llegara Rubén, un amigo de Gema y tomarnos unas cañas con ellos antes de partir a Gijón, decidimos dar un paseo para bajar esa comida que ya empezaba a hacer estragos en ellas. Primero, una visita guiada a la catedral de León y sus vidrieras, con las perfectas explicaciones de Gema ... ole, ole y ole! Entre la lección de historia que nos dio, lo bien que lo contó y lo bonito del lugar íbamos flotando ... qué digo flotando! levitando entre los bancos, hasta que nos habló del topo gigante. Por qué, por qué lo hizo?!?! Al ver encima de una de las puertas de entrada lo que parecía un cascarón enorme mezcló la historia con una fábula sobre un topo gigante que una y otra vez echaba abajo la construcción de la Catedral, que no sé yo no sé yo, en fin, me lo creeré pero ... uummmmm, uuuummmm, con reservas, con bastantes reservas. Luego completó la lección magistral con la visita por otra iglesia cercana y las calles más típicas de León. Un placer, sí señor!.
Seguimos haciendo tiempo y nos metemos en una librería para que Laura se comprara cualquier cosa ya que, según ella, se le iban a hacer los días muy largos en mi compañía y necesitaba distraerse de alguna forma. Lo peor de todo es que me convence para comprarme un libro del que no pude ni acabar de ver la película en vídeo de lo que me aburrió. En fin, personalidad que tiene uno. A la hora de pagar temen que les suceda como con la señora del hostal y que no pase la tarjeta, pero no tienen ningún problema y la máquina lee la banda perfectamente, cosa lógica teniendo en cuenta que estábamos en una librería.
Una vez que llega Rubén recorremos de nuevo las calles típicas y nos metemos en un par de bares a tomar unas cañitas rápidas porque ya se acercaba la hora de irnos a Gijón, se hacía de noche y aún nos quedaban más de 2 horas de camino. Insistieron mucho en llevarnos a un bar en el que pides la cerveza y te ponen un aperitivo muy típico de ese sitio y que, según ellos, estaba muy bueno. La verdad es que habrá que volver otra vez a probarlo porque no lo sabemos, fue poner el aperitivo y sólo catamos el nuestro y gracias. Al final, sólo al final, se dieron cuenta que la idea era que Laura y yo probáramos todos y ... bueno, lo entiendo, a ellos también les gustaba, joe!.
Muy amablemente nos ofrecieron quedarnos en León esa noche e irnos al día siguiente a Gijón, pero preferíamos ya descansar allí y levantarnos sin prisas y con calma al día siguiente. Qué majetes, pero Laura estaba agotada de los días anteriores y yo también prefería llegar a mi casa porque al día siguiente había quedado con amigos a comer. Lo agradecimos igual de cualquier forma y quedando pendiente para otra vez emprendimos la marcha a los coches para irnos. Desde el coche de Laura fuimos a por el mío, cosa buena porque así vimos la otra parte de la ciudad que no habíamos llegado a ver en los paseos anteriores. No lo tengo muy claro aún, pero o León tiene un solo sentido de circulación o nos perdimos, porque dimos vueltas alrededor de la muralla que ni te cuento.
Una vez cada uno en su coche, las indicaciones precisas para el viaje ya que Laura tenía el móvil sin batería y sin cargador: Yo, le decía, iré delante todo el camino y cuando quieras algo me haces luces y paro o me adelantas y nos echamos a un lado. Tienes gasolina suficiente? Sí, sí, de sobra. Vale, pues en marcha. Como suele suceder siempre, el chico, en este caso Rubén, nos encaminó casi a la salida y desde ahí nos dio las indicaciones claras y precisas para salir a la autopista en dirección a Gijón, acabando con el típico “es un camino para tontos”. Acto seguido la chica, en este caso Gema, le mira con una cara mezcla de comprensión y paciencia y nos explica otra vez el camino de salida pero más resumido y directo. “Es un camino para tontos” seguía escuchando decir de fondo a Rubén mientras Gema nos daba las últimas explicaciones...
Como acordamos, yo delante en mi coche y Laura detrás en el suyo nos vamos siguiendo las explicaciones recibidas y, en el primer cruce con cierta dificultad, tomo la dirección opuesta a la indicada porque soy despistado, pero no tonto y como el que nos indicaron era para tontos pues no lo cogí. Vamos, que supongo que un poco más largo sí que fue pero llegamos al final, que es lo que importa.
En mitad de la noche y de la autopista de montaña me hacen luces, no me lo podía creer, Laurita me estaba haciendo luces y eso significaba que pasaba algo. Sigo unos metros más para intentar detener el coche en el arcén en una zona que no sea demasiado peligrosa y me bajo corriendo y nervioso hacia su coche...
- Qué pasa Laura, te pasa algo?
- Que no tengo gasolina, que voy en reserva.
- Ya! No pasa nada, tranquila, en la siguiente gasolinera que vea me paro. Para que no se asustara no le quise decir que justo la gasolinera que acabábamos de pasar era la última en unos 50 km.
- No te habrás asustado, no?
- Nooo, qué va! Si siempre suelo parar en este punto en mitad de la noche cuando voy a Gijón, pensé.
Continuamos el viaje y en el 2º y último peaje se acerca a mi coche con la cara desencajada diciendo que está en las últimas últimas, que no llega más. Por suerte, ya estaba cerquita la gasolinera y paramos al poco. Éramos los únicos y aprovecho para llenar el depósito e ir al servicio. Laura fue primero al servicio y tardó en salir, lo que me preocupó un poco y no se me ocurrió pensar otra cosa que si la habían raptado en esa noche tan tenebrosa ... siempre pensando en positivo.
Me pongo a echar marcha atrás para acercar mi coche al de Laura y cambiar las maletas de su coche al mío y a la chica de la gasolinera no se le ocurre otra cosa que pasar por detrás ... pero sí sólo estábamos nosotros!!!! No había ni un solo coche más (salvo el de los posibles raptores, claro!), el de Laura parado en el surtidor y yo maniobrando y ... vamos, que no la atropellé de milagro!! Que casi me atropellas y me dan la baja, me dice. Se puso a echar combustible al coche de Laura y al ver en su maletero que llevaba una tienda de campaña y sacos de dormir entabló una conversación, bueno conversación, un monólogo con nosotros de 5-10 minutos que ni pá qué! Poco le importó que hiciera un frío de narices, lloviera y yo estuviera tiritando o que Laura se encontraba de pena, la cara desencajada y agotada ... pues cuando yo era pequeña, nos decía, me iba con una amiga al prau, ahí cerquita, lo conóceis? No, bueno, pues me iba con ella el viernes al salir del cole al prau y nos cogíamos la tienda y los sacos y nos íbamos a pasar el fin de semana de acampada. Estábamos a unos 2 km de casa, pero aprovechábamos para fumarnos unos porrines y echarnos unas risitas jijijijiji ... qué divertido! Una noche que no avisamos aparecieron nuestros padres y nos vieron riendo por todo y al ver fuera cervezas que habían dejado los de otra tienda se creyeron que estábamos borrachas y no nos dijeron nada jijijiji, menos mal que no pensaron en los porrines jijijiji ... Aguantamos estoicamente porque se lo debíamos ya que casi la dejo debajo de las ruedas. Otro día, a lo mejor hasta entablábamos conversación, pero ese día no era el momento.
Por fin llegamos a casa a eso de las 11.30 de la noche. El viaje había sido duro pero ya sólo teníamos que descansar y al día siguiente ir a comer con mis amigos y dar una vuelta por la ciudad andando, porque en coche ya se la di al entrar. Le enseño la casa, que elija habitación ya que dos días más tarde llegarían otros amigos a la casa y que se ponga cómoda. No le dio tiempo a ponerse cómoda pues lo primero que hizo fue ir al baño. Normal, pensé, cuando uno llega de viaje pues ... y cuando ella salió entré yo porque ese es el baño que siempre uso cuando estoy ahí. En fin, cómo relatarlo ... ufff ... vamos a ver vamos a ver ... las sensaciones no fueron las esperadas, por así decirlo. Cuando salí, me encontré a Laura en el pasillo ... perdona, Rafa, perdona, pero es que ... no sé lo que me pasa, no me encuentro bien, te tenía que haber avisado, perdona, qué vergüenza qué vergüenza ... por favor, no vuelvas a entrar en este baño y déjamelo sola a mi, tú vete al otro ... que vergüenza ... En aquél momento no sé muy bien quién de los dos estaba más sofocado, aunque por distintas razones.
Después de vaciar cada uno sus maletas y hacer las camas, me dice que se sigue encontrando muy mal, que empeora por momentos y que dónde hay una farmacia cerca. Como le da un poco de palo decirme lo que necesita que le compre me acompaña a la farmacia que hay justo enfrente al portal pero, es salir del mismo, y que se va, que se dobla, que no se tiene en pie, que se empieza a poner blanca, pálida, a tener arcadas y conatos de vómito y se sienta en un saliente para tomar aire. Tras unos minutos aguantando parece que el aire le empieza a hacer efecto y se recupera un poco.
Nos acercamos a la puerta de la farmacia que estaba cerrada para ver dónde había otras de guardia y en esas que miro alrededor y ... diantre! Un sereno!!! Corriendo que me voy hacia él y le paro en mitad del paso de cebra
- Hola, buenas noches!
- Buenas noches!
- Perdone, sabría decirnos dónde está la farmacia de guardia más cercana? Es que se encuentra mal, le digo al sereno indicando a Laura, y necesitamos comprar algo para el estómago y alguna cosa más. No era cuestión de especificarle al señor con pelos y señales lo que necesitábamos.
- Pues déjame que piense ... ahh sí! hay dos farmacias de guardia pero están por el centro. Sois de aquí?
- Bueno, no lo soy pero conozco más o menos esto.
- Vale, pues si coges la calle ... bla bla bla ...
- Vaya, pues no lo conozco tanto. Se puede ir andando? Hay que coger coche?
- El sereno se me queda mirando, mira a Laura que sigue con sus convulsiones y tapándose la boca para no vomitarle encima y se hace cargo de la situación. Mirar, si no sabes ir podemos hacer otra cosa, si queréis, podemos hacer una cadena humana de serenos ...
- Laura y yo nos miramos boquiabiertos ... bueno, yo boquiabierto y ella atónita porque si abría una vez más la boca no sabría decir qué podía salir por ahí. Qué?!?!
- Sí, una cadena de serenos. Yo llamo por el walkie a mi compañero de aquella zona, le digo lo que queréis comprar y que lo compre él en la farmacia y luego nos lo vamos pasando uno a uno al hacer la ronda hasta llegar aquí. Eso sí, tardará un poquito hasta que nos pongamos todos de acuerdo.
- Estoooo, bueno, no no no se preocupe, muchas gracias, no no importa, ya vamos nosotros, si nos dice dónde es ya voy yo con el coche y lo buscaré como sea. Gracias de todas formas.
Tras despedirnos del primer eslabón de la cadena de serenos, Laura no se tiene en pie y se sube a casa a descansar mientras yo cojo el coche en busca de la farmacia de guardia. Ahí no le queda más remedio que escribirme en un papel lo que quiere y, de nuevo, a sentirse avergonzada porque no son sólo cosas de estómago, sino también de mujer las que necesita. Entre risas nerviosas, medio lloros, convulsiones y un poco de tiritona se pone sus calcetines rosas para dormir y se mete en la cama a la espera de que yo llegue con el encargo.
Para llegar a la farmacia necesité de la colaboración de otro sereno, del último eslabón de la cadena, el que estaba en ese barrio y que probablemente ya tenía indicaciones de su compañero de hacerme llegar perfectamente a mi destino. Al volver a casa 10-15 minutos más tarde con todo lo indicado, se me cae el alma a los pies al verla llorando en la cama hablando por teléfono con Manu, su novio, porque se encontraba avergonzada.
La cosa no mejoraba mucho ni en lo físico porque seguía mala ni en lo psicológico porque cada minuto que pasaba la cosa se iba enrareciendo. Ahora, a gritos desde el baño, que le dejara papel que se le había acabado. Menos mal que esas lágrimas se convirtieron en risas al ver la situación tan atípica que estábamos viviendo. Estuve un ratillo haciendo guardia hasta que me entró el sueño, pero me fui tranquilo a dormir porque la cama tenía un protector que usan mis sobrinas por si las moscas y le facilité una toalla y un par de palanganas para que no mezclara arriba y abajo si tenía algo que expulsar y si no le daba tiempo a llegar al baño que las tuviera a mano.
Durante la noche fue unas 12-13 veces al baño y optó por el viejo truco de abrir el grifo del agua para que no se oyera nada desde fuera. Por suerte y pese a estar el baño pegado a mi habitación, no oí nada, me dormí del tirón de lo cansado que estaba. A ella le salió bien ese recurso el resto de los días que estuvo en mi casa, pero no sé si mi hermana estará tan contenta cuando llegue la tarifa del agua, ya veremos.
A la mañana siguiente nos despertamos pronto, pero tras una breve charla la dejo durmiendo en el salón y me voy de compras, había que comprar productos para la dieta blanda tipo yogures naturales, yogures con bifidus, jamón york, leche, aquarius, huevos ... y sobre todo papel higiénico que podía escasear visto lo visto. El tipo de dieta que hizo no lo tengo muy claro, porque acabaron las vacaciones y estuve comiendo en Madrid esto durante una semana porque ella lo único que tomaba era una especie de suero bebible que sabía a rayos y, eso sí, mi yogur bebible para el desayuno.
Cuando vuelvo a casa me siento como un okupa ya que no puedo entrar en mi baño y ahora tampoco en el salón porque ella está durmiendo y ha cogido mi sofá. Llama a su amiga Gema para contarle lo que le ha pasado y preguntar si ella va a subir unos días con nosotros y, cual es nuestra sorpresa, cuando ella nos dice que se encuentra igual, que tiene lo mismo!. Por momentos disfruté pensando que las 2 se podían venir unos días de vacaciones conmigo, sería un sueño hecho realidad, pero en aquel momento agradecí que no fuera así porque no sabría que hacer con 2 en el mismo estado ... ufff!!!
Se corrió la voz entre las amigas de Laura de la situación que estaba viviendo conmigo, de esa reacción extraña que había sufrido su cuerpo al solo pensar que íbamos a pasar unos días solos en Gijón, y empecé a recibir llamadas y más llamadas porque Laura estuvo todo el tiempo sin móvil. Nunca tanta chica me había llamado antes al móvil y aunque no eran para mi, qué! me hacía ilusión ... Bea, Gema, Gema, Bea ... y Manu, claro está. Yo tenía otro móvil de repuesto, pero quiero pensar que no se me ocurrió dejárselo en vez de compartir el mío (bueno, es un decir, ya lo sacaba ella a la calle porque lo usaba más que yo) y no que no quise hacerlo para seguir hablando con sus amigas.
Al principio le pasaba pronto el teléfono o lo cogía ella directamente, al final yo estaba hablando 15 minutos y luego se lo pasaba para que hablara un pelín, ya que me habían contado todo a mi. Como ya habíamos compartido lo menos sexy que 2 amigos pueden vivir en un viaje, a partir de ahí se perdió todo tipo de compostura y miramientos ... el poner la lavadora y tender luego la ropa interior del otro estaba a la orden del día.
Tras dormir la siesta nos fuimos a dar una pequeña vuelta por el paseo marítimo y de nuevo comprar ciertos productos para cenar y alquilar un par de pelis, ya que la noche podía ser larga. Además, como seguía sin tarjetas tampoco tenía dinero, por lo que le dejé yo. No le bastaba el consumo del móvil, quería algo más material. Menuda joyita me llevé de vacaciones, no me extraña que al novio no le importara en absoluto. Incluso me tenía que haber pagado!. En fin, intentó recompensar haciéndome unos huevos estrellados de cena para que yo también me pusiera malo y estar en igualdad de condiciones, qué barbaridad qué cacho plato!!! Estaban ricos, todo hay que decirlo.
Ni por la noche dejaba de sonar el teléfono. Ni baño, ni sofá, ni manta, ni móvil, ni dinero, cada vez me iba sintiendo menos en mi casa, pero que ni una peli se pueda ver tranquilo porque mi móvil no dejaba de sonar por ella!!! Tras las pelis una conversación hasta altas horas de la mañana y a descansar.
Al día siguiente se levantó mejor y nos fuimos a comer a Cudillero, pueblo pesquero muy muy bonito que se caracteriza porque tiene una tienda de artículos varios con 2 puertas, pero como una de ellas está al doblar la esquina te hace pensar que son dos tiendas distintas y entras una y otra vez todo ilusionado pensando ver cosas nuevas ... y no.
Teníamos la intención de volver pronto a Gijón porque venían Gordo y Garagorri a mi casa, descansar viendo una de las pelis del día anterior que tantas veces nos interrumpieron y recoger la ropa tendida porque era demasiado premio que ellos vieran la ropa interior por ahí sin haber vivido lo anterior, y a punto estuvimos de no hacerlo porque como las indicaciones de las carreteras están mal, nos pasamos la entrada a la ciudad a la ida, dimos la vuelta y nos la pasamos de nuevo, rectifiqué otra vez y me confundí, y a la 4ª ya me dio Laura un toque de atención y que entrara como fuera en la ciudad de una maldita vez.
Mis amigos encontraron la casa sin problemas, si bien les sorprendió no ver la puerta del piso abierta de par en par como es costumbre ahí. Aún recuerdo la última vez que subí con éstos y otros y salimos por la noche. Me volví antes a casa dejándoles un juego de llaves a cada 2. A la mañana siguiente me levanto y veo la puerta que da al descansillo de la escalera abierta del todo, pienso que menudo pasillo tiene la casa, la retiro, paso a la cocina y ... joe! Qué narices de pasillo ni qué! Vuelvo y veo la puerta abierta. Me asomo al descansillo y no veo a nadie, entro en casa dejando aún la puerta igual pensando que alguien está entrando y saliendo y sigo sin ver a nadie, voy a las habitaciones y todos durmiendo que roncaban. No me lo podía creer, se habían acostado a las 7 de la mañana y pensaron que las llaves sólo se las dejé para entrar y que no me despertaran, pero no para luego cerrar la puerta ... si es que, cómo se me pudo haber pasado decirles eso, aaayyyy!!!
Esa noche salimos todos a cenar y al día siguiente a Tazones de ruta turística. Por la tarde quedamos con Carlitos en Covadonga y fuimos a visitar la Santina. Debajo de la gruta hay una pequeña cascada y una fuentecilla donde la gente tira monedas y pide un deseo. Pues estábamos arriba en la cueva donde está la Santina y Laura me pide una moneda para lanzarla al agua y pedir un deseo. Bueno, me pareció que se anticipaba un poco pero como íbamos a bajar ya, supuse que lo quería ir pensando y demás y le di 1 €. Cuál fue nuestra sorpresa cuando vemos que se retira un poco, medita, cierra los ojos y tira la moneda.
- Pero qué narices estás haciendo?
- Pues pidiendo un deseo! Pero con tan mala suerte que la moneda ha caído entre las rocas y no ha llegado al agua!
- Pero cómo va a llegar si aquí no se piden los deseos, que se piden allí! Le decimos todos señalándole abajo del todo el sitio donde se amontonaba la gente haciendo fotos y pidiendo cosas.
- Y yo qué sabía!?!?! Cómo he visto que esta niña lo hace aquí! Y nos señala a una niña de 2 años que estaba a su lado.
- Sí, bueno –dice el padre- es que la pobre se ha encaprichado y quería tirar desde aquí la moneda. Aunque ya le he dicho que no es el sitio.
Claro, abajo le tuve que dejar otro euro y que lo hiciera correctamente. Sólo espero que con 2 euros que le dejé se acordara de mi en sus peticiones porque da para mucho!!!
Faltaba más de una hora para que abrieran al tráfico el acceso a los Lagos así que Laura y yo en un arranque de insensatez decidimos empezar la subida andando y que nos cogieran por el camino. Vaya idea peregrina! 14 km de subida por una carretera que en algunos tramos no cabe casi más que un coche, arriba con cabras por la carretera, vacas, llena de curvas infernales y ella y yo picados haciendo cómo que disimulábamos: Oye, que si estás cansada, que paramos un poco, eh! ... No, no, tranquilo, yo pararía por ti, si tú lo necesitas ... Yo?!?! Estás tonta? Yo no yo no, tú si acaso ... bueno, pues seguimos un poco entonces porque voy muy bien ... Al final paramos un par de veces tragándonos el orgullo porque no había quién subiera eso!
Al día siguiente, el viernes, dejé bien encarrilada a Laura con las indicaciones perfectas para ir a Madrid, si bien con la condición de que llamara al llegar para saber si estaba bien o no. La primera de las llamadas fue a mitad de camino antes de echarse la siesta en un área de servicio y la última desde Madrid...
- Oye chavales, que dice Laura que ya ha llegado a Madrid, que está muy bien y que se lo ha pasado muy bien aquí con vosotros –dije a mis amigos mientras hablaba con ella por teléfono- que un beso a todos. Aprovecho que está con nosotros Mica, la novia de Gordo y le digo a ella, oye, que dice que eres muy guapa, que ha visto fotos tuyas y que muy guapa.
- Ah, sí! De verdad?! de verdad te ha dicho eso?!?! En serio? Gracias gracias qué ilusión –oigo al otro lado del teléfono-
- Laura! Que no es para ti, que es para Mica, que eso es lo que me dijiste tú de ella...
- Ay, ay, qué vergüenza qué vergüenza!
Finalmente el último día nos fuimos a las fiestas de Quintueles, un pueblo cercano a Gijón. Iba bastante nervioso porque fue mi reencuentro con el perro del masaje. Él también lo estaba, se lo noté. Me vino a saludar nada más bajarme del coche, pero uno de esos saludos de cortesía y poco más ... me había olvidado. Me usó para una noche y ya, sin más. No le dio la mayor importancia. El resto de la noche nos rehuimos las miradas. Acabé la fiesta envuelto en barro por un resbalón desafortunado en un baile frenético en mitad de un lodazal.
A Laurita, mi musa en esta historia, por ser una chica natural y “normal” desde los calcetines rosas que se pone para dormir hasta el pelo escarola que se le pone después de la ducha.
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