Cuando estás estudiando aún no eres muy consciente de lo que significa el mercado laboral. Sí, has oído muchas veces hablar de él porque no dejan de repetirte que tienes que estudiar más y prepararte mejor para luego estar bien formado y encontrar un buen trabajo, pero no eres realmente consciente de lo que te vas a encontrar ahí fuera.
La primera prueba de fuego la tienes con las entrevistas de trabajo. Has acabado la carrera y empiezas a mandar tu currículo a todas las empresas que te interesan y muchas otras que no porque generalmente no estás en condiciones de elegir. Al principio te crees todo lo que te dicen y piensas que aunque no te seleccionen, te llamarán o mandarán una carta agradeciéndote tu esfuerzo e interés por trabajar con ellos. Poco a poco te vas desengañando cuando ves que sólo unas pocas son las que se molestan en decirte que no cuentan contigo.
Y por fin llega tu primera entrevista de trabajo. Tienes la cabeza llena de información sobre lo que debes y no debes hacer en esa primera entrevista de trabajo porque toda persona que te rodea ya se ha encargado de contarte su experiencia personal y otro poquito inventada, así que llegas sin tener bien clara cuál es tu propia idea al respecto. Que si no digas esto o aquello, que vayas bien arreglado, que ojito con la expresión corporal, el tono en que dices las cosas y cómo respondes a las preguntas … Vamos! que estás más pendiente de cómo comportarte para no ser tú mismo que casi ni prestas atención a tu entrevistador.
De mi primera entrevista de trabajo aprendí mucho. No tenía ni idea de qué iba el puesto ni la empresa ni nada, porque como da más caché ponerlo todo en inglés, la oferta de trabajo era ininteligible. Una vez que todo acabó me enteré que se trataba de una consultora inmobiliaria para un puesto de consultor junior en su departamento de investigación de mercado.
Sabiendo que la primera impresión que causas es muy importante y más en estos casos, me vestí de traje para la ocasión. También era la 1ª vez que me ponía un traje que no fuera para bodas, comuniones o eventos similares, así que no tenía ni idea de ponerme la corbata. Estaba solo en casa y el nudo Wilson que me había dejado hecho mi padre la noche anterior (así lo llama él) no me quedaba muy allá porque entre tanto tira y afloja lo destrocé por completo. Y ahora qué?! No podía plantarme en la entrevista sin corbata!!!! Tras unas intentonas por mi parte y ponerme cada vez un poquito más nervioso, no veía solución hasta que por fin me acordé. Sí! Ya está! Era un poco lamentable, pero no se me ocurría otra mejor, así que sin titubeos me bajé al portal a medio vestir y le expliqué al portero mi situación. Parecía que la cosa no podía ser más triste, pero lo fue. Aunque él siempre llevaba corbata no sabía hacerse el nudo porque todas las noches se la quitaba sin deshacerlo!!!! Su mujer se lo hacía. Huelgan las explicaciones sobre quién me hizo a mi también el nudo ante la atenta mirada de unos cuantos vecinos indiscretos.
Iba con tiempo de sobra para llegar a la entrevista ya que no tenía otra cosa que hacer en el día, pero ya poco a poco los acontecimientos se iban precipitando vertiginosamente hacia una espiral rara que no me favorecía en absoluto. Ya me había duchado antes de vestirme pero entre unas cosas y otras casi me empezaba a hacer falta otra ducha. Era verano y se empezaba a notar, pero ya no me podía quitar la corbata con lo que había pasado para llevar un nudo en condiciones.
Cogí el coche y me fui a la entrevista a Aravaca en pleno mes de julio y sin aire acondicionado. Además del típico plano de carretera extendido en el asiento del copiloto, también llevaba una hoja escrita por mí con las indicaciones más precisas del sitio en cuestión. No dejaba de chorrear sudor por la frente mezcla del calor que hacía y mezcla de los nervios que me iban atenazando al ver que no me sobraba mucho tiempo y me secaba con todo lo que veía a mano, primero con la hoja que llevaba escrita que no duró mucho porque se le corrió toda la tinta, luego la corbata que la manché con el sudor porque la hoja destiñó y finalmente con la manga de la camisa. Acabé pareciéndome a un Picasso!.
De nada sirvió toda la logística porque aún así me perdí cuando llegué allí. Como es una situación que tengo ya más que dominada de tanta experiencia a mis espaldas, reaccioné con rapidez y tranquilidad a la 2ª o 3ª vuelta que daba por el mismo sitio. Me detuve a un lado de la calle y en una parada de autobús me acerqué a preguntar al único lugareño de la zona.
No sé muy bien en qué momento de la conversación le invité a subir a mi coche y que me fuera guiando desde dentro o él me lo sugirió, el caso es que con el abono transportes en la mano para demostrarme que no se estaba aprovechando de mi, me empezó a contar de todo … que si el autobús tardaba en pasar, que si cómo había crecido aquello, que si casado, número de hijos y nietos, toda su vida viviendo en Aravaca y por eso la conocía tan bien … ja! Eso es lo que decía, pero cuando llegamos a la zona en cuestión y nos perdimos, me soltó la típica excusa de que todo aquél polígono de negocios era nuevo y claro, que no lo conocía, que ya era mayor para ir por ahí. Le entró cargo de conciencia y hasta que no me dejó en la puerta del edificio donde tenía la entrevista no se bajó. Cuando se enteró que yo iba por una entrevista de trabajo me empezó a dar consejos de cómo actuar, de los nervios y demás que le habían contado sus nietos porque en sus tiempos aquello era distinto. Yo ya temía que se fuera a quedar esperándome toda la mañana junto al coche hasta que yo saliera para ver qué tal me había ido. Me deseó suerte y se fue a otra parada de autobús para ir a la otra punta de la ciudad que era donde tenía que haber ido desde un principio antes de mi irrupción en su vida.
Llegué justo a tiempo a la cita y tras 15 minutos esperando en una salita que me vinieron de maravilla para serenarme, me hicieron pasar a un despacho. El que me tenía que entrevistar no fue, así que me pusieron a un suplente en su lugar. Tras la típica pregunta para romper el hielo de si me ha costado mucho llegar y ante la cual no me atreví a ser sincero y contesté con un escueto “un poquito”, empezó la entrevista en sí.
Después de hablar un poquito de mi C.V., expectativas, el puesto de trabajo en sí y otras cosas, me dicen que quieren hacerme una prueba. Se trataba de elegir entre 2 artículos de prensa que tratan sobre distintos aspectos del mercado inmobiliario y hacer una síntesis/resumen de los mismos. Esto está tirado! pensé. Si en algo soy bueno en esta vida es en sintetizar las cosas e ir al grano.
El primer inconveniente se me presentó cuando me dijeron que no podían dejarme prestado ningún ordenador y que me dejaban una máquina de escribir de las antiguas. No pasa nada, Rafa, no pasa nada, me decía una y otra vez a mi mismo … dónde aprendiste a escribir mecanografía, en una máquina de estas no?!?! Pues entonces…
Eran aproximadamente las 11.30 de la mañana. Me dejaron solo en el despacho sin aire acondicionado, con mi revista inmobiliaria, mi paquete de folios y un bolígrafo. Empecé por leerme ambos artículos a ver cuál me parecía más sencillo de redactar y me hice una especie de planning a seguir en un papel. Llevaba 1 hora aproximadamente de prueba y aún no había usado la máquina de escribir. Me gustó tanto el artículo y la revista que por momentos perdí la noción de por qué estaba yo allí y me encontré ojeando otros artículos que no me habían pedido pero que me parecieron más interesantes que los originarios.
Por fin empecé a escribir y a media cuartilla me di cuenta que no tenía tippex. Y ahora qué, eh!? Qué hago?! Espío en los cajones de la mesa por si lo tienen guardado? Y si entran y me pillan? Estuve 5 minutos pensando y secándome el sudor que me chorreaba por la frente como una cascada y tomo una decisión. No me gustaba cómo iba resumiendo aquél artículo, así que arranco la hoja y empiezo de nuevo con el otro. En esas estaba cuando irrumpen en el despacho para preguntar cómo lo llevaba. Había pasado más o menos hora y media y entre unas cosas y otras no había escrito ni un solo folio. Tartamudeé con mis explicaciones y al ver que no había usado la máquina hasta el momento y que lo más que tenía eran unos apuntes a boli en unos folios, me dicen que si no me importa que se llevan la máquina, que la necesitaban, y que como yo no le estaba dando mucho uso… Que podía seguir haciéndolo a mano!!!.
Pues nada, ahí que me puse con mi mejor letra posible a comenzar la redacción de los artículos. Me sentí como en el primer día de cole después de las vacaciones y tienes que hacer una redacción de qué has hecho en ellas. Ya me dolía la mano de tanto escribir y entran de nuevo en el despacho para preguntarme si había acabado. Pues no! No lo he hecho. Tranquilo, no pasa nada, nosotros nos tenemos que ir a comer pero cuando acabes se lo puedes dejar a la secretaria. Ya te llamaremos más adelante para decirte algo. Y se fue.
Cuando se fue el señor de nuevo del despacho, me levanté para mirarme en el espejo que había en la pared y verme in situ la cara de tonto que se me quedó. Ese momento no podía dejarlo pasar sin verlo claramente. También algo ayudaba el hecho de tener la mitad de la frente manchada de azul por la tinta que destiñó del papel al secarme el sudor. Sería una cámara oculta y detrás del espejo estaban echándose unas risas unos tipos? Lo pensé, vaya si lo pensé.
Dudé unos instantes, escribí un poquito y tras unos cuantos tachones porque ya no estaba concentrado lo dejé. No podía seguir haciendo eso. Llevaba 3 horas ahí metido y había escrito un mísero folio!!!! Salí del despacho, le dije a la secretaria que ya había acabado y me fui. Al pasar por la sala de espera vi a 2 personas más esperando y me dieron ganas de contarles lo que ahí se cocía, que no perdieran su tiempo como lo había hecho yo.
Obviamente nunca más volvimos a saber los unos de los otros, así que seguí haciendo todas las entrevistas que podía y alguna más. En las siguientes fui mejorando un poco al ir puliendo alguno de los fallos que percibí en esta, hasta que llegó la de una Caja de Ahorros. No me llegó en el mejor momento personal y emocional, todo sea dicho en mi descargo.
La oferta era bien clarita y sencilla: Buscamos agentes comerciales para apertura de nuevas sucursales. Ya está ... ya está! Si algo tengo bueno es mi claro perfil comercial y el sacar siempre lo bueno en cualquier situación y aspecto. El puesto es mío sin necesidad de entrevista, pensé.
En realidad esto no me lo creía ni yo, pero tenía que motivarme de alguna manera. Además, existía una remota posibilidad de una vez dentro cambiar rápidamente al departamento inmobiliario, que era el que realmente me interesaba. De ser remota la susodicha posibilidad me lo repetí tantas veces que acabé creyéndome que el puesto real que ofertaban era para ese departamento, lo cual fue mi primer error de una larga cadena de errores.
Me presenté un día para hacer los test psicotécnicos y los pasé a la 1ª, sin necesidad de chuletas ni ir a la recuperación ni revisión de examen para subir nota ni trabajo extra ni nada, de calle, y esto me envalentonó. El problema llegó cuando me citaron para la dinámica de grupo y posterior entrevista personal.
Aquello más que dinámica de grupo creo que fue una terapia de grupo. Viendo la gente que me acompañaba empecé a dudar de si había pasado las pruebas o no, cabía la posibilidad de que fuéramos los suspensos los que estábamos ahí presentes a resultas de lo que me rodeaba. No era de extrañar que los dos entrevistadores que presidían la reunión fueran psicólogos y, alrededor de la mesa, nos sentamos los 8 citados.
Yo llevaba algunas ideas claras a esta prueba: Una es la de hablar el primero o, a lo sumo, el segundo siempre que quieras refutar lo que ha dicho la primera persona. Generalmente el resto de gente no aporta muchas más ideas novedosas que las que han dicho los primeros y así se consigue que el debate se centre en ellos y sean los que lo dirigen. Otra es la típica de llamar a la gente por su nombre para así crear vínculos directos con ellos y, por último, nunca enfrentarse abiertamente a alguien pese a que tenga un criterio completamente al mío. Pues bien, no todos teníamos las mismas ideas.
Previamente a entregarnos el caso que querían debatiésemos, escribimos nuestros nombres en un papel que colocamos delante de nosotros sobre la mesa. La tarea parecía fácil, sobre todo cuando lo indicaba en el papel, pues ya hubo una que puso su profesión y otro el nombre de la empresa que nos hacía la entrevista. Este hecho pasó inadvertido al principio porque todos estábamos más pendientes de lo nuestro que de los demás, pero fue abrirse el debate y ... en fin!
Esperé algunos segundos desde que el entrevistador nos cedió la palabra a ver si alguno se decidía a hablar, lo suficiente para darme cuenta de que si no lo hacía yo aún estábamos hoy ahí sin decir nada nadie. Argumentando mi decisión tomé una posición claramente opuesta a los intereses económicos de la Caja, lo que aprovecharon enseguida algunos para postularse en contra. La primera en abrir el debate en mi contra fue la chica de la profesión en la hojita, aunque para su desgracia duró poco, hasta que otro chico fue a llamarla por su nombre y soltó un: ”perdona, ana ... ana ... analista?!”. La carcajada general fue tal que la pobre chica muerta de vergüenza abandonó la sala de inmediato.
Este incidente fue aprovechado por los psicólogos para recordar el objetivo de las hojitas que teníamos delante de nosotros y así el otro chico cambió lo que puso en un primer momento por su nombre y siguió sentado. Colorado pero sentado.
El debate siguió siempre teniendo como referencia mi argumentación, tanto es así que los entrevistadores solo intervinieron una vez más, a parte de la consabida de ana, para hacerme un par de preguntas sobre mi opinión. El resto de compañeros siguieron el mismo cauce ya fuera apoyando o defendiendo mi teoría, incluso en momentos con más vehemencia de la deseada. Tal fue el enfrentamiento entre dos de los tertulianos que los entrevistadores dieron por finalizada la sesión cuando se empezaron a oir cosas como: ”qué sabrá este listo”, “pero quién te has creído que eres, te crees que lo sabes todo?”, “pero has pensado la tontería que has dicho?” ....
Tras unos momentos tensos esperando en una salita contigua, nos fueron llamando uno a uno para hacernos la entrevista personal. Mientras iban entrando los primeros, el resto se acercaba a hablar conmigo sobre lo que argumenté y su porqué y algunos me dijeron que les gustó. Se pensaban que era un experto en estas situaciones y me pedían consejo sobre cómo debían actuar en la entrevista. Decir que en esos momentos tenía mi ego por las nubes es faltar a la verdad, es decir mucho menos de cómo me sentía. Me estaba gustando tanto que dejé entrar a todos antes que yo fiel a otra teoría que no les quise desvelar: o eres el primero y sientas cátedra, o eres el último y al que más recuerdan.
Efectivamente, fui el último y seguro seguro que aún no se han olvidado de mi.
Conforme iban saliendo los primeros, qué decir tiene que todos nos interesábamos en cómo había ido, que querían saber, qué preguntaban, etc. Varios dijeron que les habían preguntado por sus defectos y esto me marcó. Sin saberlo, este fue el comienzo de mi decadencia.
Por fin llegó mi turno y la psicóloga, incluso antes de sentarme, me entró diciendo que si seguía de acuerdo con mi argumentación, que si no había cambiado de opinión al oir al resto. Le dije que no aunque no muy convencido y eso le gustó, me dijo que lo había hecho muy bien en la dinámica y que había dirigido eso como había querido. Creo que fue un trampa. Me puso a volar para luego ver si me estrellaba y no la defraudé en absoluto, me estrellé de cabeza.
Tras 2 preguntas sin importancia, fue directamente a por mi. Se lo noté en su mirada. Me sonreía abiertamente pero se le notaba claramente que no le había hecho ninguna gracia que le quitara el protagonismo en la terapia. Me alabó al principio pero lo hizo con la boca pequeña, con cierto rencor y envidia. Si no, a qué viene que me pregunte: ”Rafa, háblame de ti...” y ahí lo deje, eh! Qué clase de pregunta es esa en una entrevista de trabajo?!?! Una pregunta tan abierta y con tantos recovecos?!?! Fue a malas.
- Que te hable de mi?! Y le hablé de mi ... vaya si le hablé de mi. Quizá demasiado, no sé yo!. Algunos dirían que me sinceré demasiado y la tomé por una amiga (o incluso psicóloga, que en esos momentos vaya si lo necesitaba!). Bueno, pues soy ... y estuve de 5 o 10 minutos exactos de reloj sin parar de hablar. Como un auténtico comercial!.
- La chica me vio tan envalentonado que me paró con un: “Y no me puedes decir nada bueno sobre ti? Llevas casi 10 minutos hablando y solo me has dicho cosas malas y negativas. Seguro que algo bueno tienes”
Esto me dejó descolocado, desconcertado. Era verdad! Ahora que me paraba a pensar unos segundos no había dicho ni una sola virtud, vamos ni qué virtudes ni chorradas, no le había contado ni siquiera algo neutro, vacío, ni fú ni fá, todo habían sido desgracias, miserias y depresión!!!.
- Bu bu bueno ... es que, la la verdad ... es que ... lo lo que pasa es que no me gusta hablar de mis cosas buenas, pre prefiero que las descubran los demás por sí mismos.
- Pero si los demás no te conocen, cómo las van a ver? Tú tienes que mostrárselas! Vamos, dime alguna, algo que te digan los que te conocen ...
- Alguna? (y me quedé pensando 15-20 segundos mirando al techo!!!! Joé! Si parecía que no tenía ninguna y me las iba a inventar!! Como me estaba poniendo nervioso porque pasaba el tiempo y no respondía pues ...) Que soy muy cabezota. Mi novia me dice que soy un cabezota de narices! jejeje
- Así! Sin más! Y eso es bueno? (creo que no le gustó demasiado mi sonrisa)
- Bu bu bueno ... que soy cabezota pero en el buen sentido. Ta también mis amigos que soy muy pero que muy competitivo. En la vida real nooo, noo, se vaya usted a pensar! Ahí todo me da igual. Soy muy competitivo en el deporte.
Creo que la entrevista no duró mucho más. Se despidió con el clásico “si te elegimos ya te llamaremos” y no me llamaron. Al menos me escribieron para decirme que no, lo cual fue un detalle.
Llevaba una temporada no muy buena a nivel personal con mi novia. Por algún sitio tenía que explotar, jolín!. Y no se me ocurrió elegir mejor momento ni lugar que la entrevista de trabajo.
Por suerte de todo se aprende en esta vida. Ahora trabajo en una empresa en la cual la persona que me contrató se fue esa misma semana. No sé yo qué significará esto, no sé yo ...
La primera prueba de fuego la tienes con las entrevistas de trabajo. Has acabado la carrera y empiezas a mandar tu currículo a todas las empresas que te interesan y muchas otras que no porque generalmente no estás en condiciones de elegir. Al principio te crees todo lo que te dicen y piensas que aunque no te seleccionen, te llamarán o mandarán una carta agradeciéndote tu esfuerzo e interés por trabajar con ellos. Poco a poco te vas desengañando cuando ves que sólo unas pocas son las que se molestan en decirte que no cuentan contigo.
Y por fin llega tu primera entrevista de trabajo. Tienes la cabeza llena de información sobre lo que debes y no debes hacer en esa primera entrevista de trabajo porque toda persona que te rodea ya se ha encargado de contarte su experiencia personal y otro poquito inventada, así que llegas sin tener bien clara cuál es tu propia idea al respecto. Que si no digas esto o aquello, que vayas bien arreglado, que ojito con la expresión corporal, el tono en que dices las cosas y cómo respondes a las preguntas … Vamos! que estás más pendiente de cómo comportarte para no ser tú mismo que casi ni prestas atención a tu entrevistador.
De mi primera entrevista de trabajo aprendí mucho. No tenía ni idea de qué iba el puesto ni la empresa ni nada, porque como da más caché ponerlo todo en inglés, la oferta de trabajo era ininteligible. Una vez que todo acabó me enteré que se trataba de una consultora inmobiliaria para un puesto de consultor junior en su departamento de investigación de mercado.
Sabiendo que la primera impresión que causas es muy importante y más en estos casos, me vestí de traje para la ocasión. También era la 1ª vez que me ponía un traje que no fuera para bodas, comuniones o eventos similares, así que no tenía ni idea de ponerme la corbata. Estaba solo en casa y el nudo Wilson que me había dejado hecho mi padre la noche anterior (así lo llama él) no me quedaba muy allá porque entre tanto tira y afloja lo destrocé por completo. Y ahora qué?! No podía plantarme en la entrevista sin corbata!!!! Tras unas intentonas por mi parte y ponerme cada vez un poquito más nervioso, no veía solución hasta que por fin me acordé. Sí! Ya está! Era un poco lamentable, pero no se me ocurría otra mejor, así que sin titubeos me bajé al portal a medio vestir y le expliqué al portero mi situación. Parecía que la cosa no podía ser más triste, pero lo fue. Aunque él siempre llevaba corbata no sabía hacerse el nudo porque todas las noches se la quitaba sin deshacerlo!!!! Su mujer se lo hacía. Huelgan las explicaciones sobre quién me hizo a mi también el nudo ante la atenta mirada de unos cuantos vecinos indiscretos.
Iba con tiempo de sobra para llegar a la entrevista ya que no tenía otra cosa que hacer en el día, pero ya poco a poco los acontecimientos se iban precipitando vertiginosamente hacia una espiral rara que no me favorecía en absoluto. Ya me había duchado antes de vestirme pero entre unas cosas y otras casi me empezaba a hacer falta otra ducha. Era verano y se empezaba a notar, pero ya no me podía quitar la corbata con lo que había pasado para llevar un nudo en condiciones.
Cogí el coche y me fui a la entrevista a Aravaca en pleno mes de julio y sin aire acondicionado. Además del típico plano de carretera extendido en el asiento del copiloto, también llevaba una hoja escrita por mí con las indicaciones más precisas del sitio en cuestión. No dejaba de chorrear sudor por la frente mezcla del calor que hacía y mezcla de los nervios que me iban atenazando al ver que no me sobraba mucho tiempo y me secaba con todo lo que veía a mano, primero con la hoja que llevaba escrita que no duró mucho porque se le corrió toda la tinta, luego la corbata que la manché con el sudor porque la hoja destiñó y finalmente con la manga de la camisa. Acabé pareciéndome a un Picasso!.
De nada sirvió toda la logística porque aún así me perdí cuando llegué allí. Como es una situación que tengo ya más que dominada de tanta experiencia a mis espaldas, reaccioné con rapidez y tranquilidad a la 2ª o 3ª vuelta que daba por el mismo sitio. Me detuve a un lado de la calle y en una parada de autobús me acerqué a preguntar al único lugareño de la zona.
No sé muy bien en qué momento de la conversación le invité a subir a mi coche y que me fuera guiando desde dentro o él me lo sugirió, el caso es que con el abono transportes en la mano para demostrarme que no se estaba aprovechando de mi, me empezó a contar de todo … que si el autobús tardaba en pasar, que si cómo había crecido aquello, que si casado, número de hijos y nietos, toda su vida viviendo en Aravaca y por eso la conocía tan bien … ja! Eso es lo que decía, pero cuando llegamos a la zona en cuestión y nos perdimos, me soltó la típica excusa de que todo aquél polígono de negocios era nuevo y claro, que no lo conocía, que ya era mayor para ir por ahí. Le entró cargo de conciencia y hasta que no me dejó en la puerta del edificio donde tenía la entrevista no se bajó. Cuando se enteró que yo iba por una entrevista de trabajo me empezó a dar consejos de cómo actuar, de los nervios y demás que le habían contado sus nietos porque en sus tiempos aquello era distinto. Yo ya temía que se fuera a quedar esperándome toda la mañana junto al coche hasta que yo saliera para ver qué tal me había ido. Me deseó suerte y se fue a otra parada de autobús para ir a la otra punta de la ciudad que era donde tenía que haber ido desde un principio antes de mi irrupción en su vida.
Llegué justo a tiempo a la cita y tras 15 minutos esperando en una salita que me vinieron de maravilla para serenarme, me hicieron pasar a un despacho. El que me tenía que entrevistar no fue, así que me pusieron a un suplente en su lugar. Tras la típica pregunta para romper el hielo de si me ha costado mucho llegar y ante la cual no me atreví a ser sincero y contesté con un escueto “un poquito”, empezó la entrevista en sí.
Después de hablar un poquito de mi C.V., expectativas, el puesto de trabajo en sí y otras cosas, me dicen que quieren hacerme una prueba. Se trataba de elegir entre 2 artículos de prensa que tratan sobre distintos aspectos del mercado inmobiliario y hacer una síntesis/resumen de los mismos. Esto está tirado! pensé. Si en algo soy bueno en esta vida es en sintetizar las cosas e ir al grano.
El primer inconveniente se me presentó cuando me dijeron que no podían dejarme prestado ningún ordenador y que me dejaban una máquina de escribir de las antiguas. No pasa nada, Rafa, no pasa nada, me decía una y otra vez a mi mismo … dónde aprendiste a escribir mecanografía, en una máquina de estas no?!?! Pues entonces…
Eran aproximadamente las 11.30 de la mañana. Me dejaron solo en el despacho sin aire acondicionado, con mi revista inmobiliaria, mi paquete de folios y un bolígrafo. Empecé por leerme ambos artículos a ver cuál me parecía más sencillo de redactar y me hice una especie de planning a seguir en un papel. Llevaba 1 hora aproximadamente de prueba y aún no había usado la máquina de escribir. Me gustó tanto el artículo y la revista que por momentos perdí la noción de por qué estaba yo allí y me encontré ojeando otros artículos que no me habían pedido pero que me parecieron más interesantes que los originarios.
Por fin empecé a escribir y a media cuartilla me di cuenta que no tenía tippex. Y ahora qué, eh!? Qué hago?! Espío en los cajones de la mesa por si lo tienen guardado? Y si entran y me pillan? Estuve 5 minutos pensando y secándome el sudor que me chorreaba por la frente como una cascada y tomo una decisión. No me gustaba cómo iba resumiendo aquél artículo, así que arranco la hoja y empiezo de nuevo con el otro. En esas estaba cuando irrumpen en el despacho para preguntar cómo lo llevaba. Había pasado más o menos hora y media y entre unas cosas y otras no había escrito ni un solo folio. Tartamudeé con mis explicaciones y al ver que no había usado la máquina hasta el momento y que lo más que tenía eran unos apuntes a boli en unos folios, me dicen que si no me importa que se llevan la máquina, que la necesitaban, y que como yo no le estaba dando mucho uso… Que podía seguir haciéndolo a mano!!!.
Pues nada, ahí que me puse con mi mejor letra posible a comenzar la redacción de los artículos. Me sentí como en el primer día de cole después de las vacaciones y tienes que hacer una redacción de qué has hecho en ellas. Ya me dolía la mano de tanto escribir y entran de nuevo en el despacho para preguntarme si había acabado. Pues no! No lo he hecho. Tranquilo, no pasa nada, nosotros nos tenemos que ir a comer pero cuando acabes se lo puedes dejar a la secretaria. Ya te llamaremos más adelante para decirte algo. Y se fue.
Cuando se fue el señor de nuevo del despacho, me levanté para mirarme en el espejo que había en la pared y verme in situ la cara de tonto que se me quedó. Ese momento no podía dejarlo pasar sin verlo claramente. También algo ayudaba el hecho de tener la mitad de la frente manchada de azul por la tinta que destiñó del papel al secarme el sudor. Sería una cámara oculta y detrás del espejo estaban echándose unas risas unos tipos? Lo pensé, vaya si lo pensé.
Dudé unos instantes, escribí un poquito y tras unos cuantos tachones porque ya no estaba concentrado lo dejé. No podía seguir haciendo eso. Llevaba 3 horas ahí metido y había escrito un mísero folio!!!! Salí del despacho, le dije a la secretaria que ya había acabado y me fui. Al pasar por la sala de espera vi a 2 personas más esperando y me dieron ganas de contarles lo que ahí se cocía, que no perdieran su tiempo como lo había hecho yo.
Obviamente nunca más volvimos a saber los unos de los otros, así que seguí haciendo todas las entrevistas que podía y alguna más. En las siguientes fui mejorando un poco al ir puliendo alguno de los fallos que percibí en esta, hasta que llegó la de una Caja de Ahorros. No me llegó en el mejor momento personal y emocional, todo sea dicho en mi descargo.
La oferta era bien clarita y sencilla: Buscamos agentes comerciales para apertura de nuevas sucursales. Ya está ... ya está! Si algo tengo bueno es mi claro perfil comercial y el sacar siempre lo bueno en cualquier situación y aspecto. El puesto es mío sin necesidad de entrevista, pensé.
En realidad esto no me lo creía ni yo, pero tenía que motivarme de alguna manera. Además, existía una remota posibilidad de una vez dentro cambiar rápidamente al departamento inmobiliario, que era el que realmente me interesaba. De ser remota la susodicha posibilidad me lo repetí tantas veces que acabé creyéndome que el puesto real que ofertaban era para ese departamento, lo cual fue mi primer error de una larga cadena de errores.
Me presenté un día para hacer los test psicotécnicos y los pasé a la 1ª, sin necesidad de chuletas ni ir a la recuperación ni revisión de examen para subir nota ni trabajo extra ni nada, de calle, y esto me envalentonó. El problema llegó cuando me citaron para la dinámica de grupo y posterior entrevista personal.
Aquello más que dinámica de grupo creo que fue una terapia de grupo. Viendo la gente que me acompañaba empecé a dudar de si había pasado las pruebas o no, cabía la posibilidad de que fuéramos los suspensos los que estábamos ahí presentes a resultas de lo que me rodeaba. No era de extrañar que los dos entrevistadores que presidían la reunión fueran psicólogos y, alrededor de la mesa, nos sentamos los 8 citados.
Yo llevaba algunas ideas claras a esta prueba: Una es la de hablar el primero o, a lo sumo, el segundo siempre que quieras refutar lo que ha dicho la primera persona. Generalmente el resto de gente no aporta muchas más ideas novedosas que las que han dicho los primeros y así se consigue que el debate se centre en ellos y sean los que lo dirigen. Otra es la típica de llamar a la gente por su nombre para así crear vínculos directos con ellos y, por último, nunca enfrentarse abiertamente a alguien pese a que tenga un criterio completamente al mío. Pues bien, no todos teníamos las mismas ideas.
Previamente a entregarnos el caso que querían debatiésemos, escribimos nuestros nombres en un papel que colocamos delante de nosotros sobre la mesa. La tarea parecía fácil, sobre todo cuando lo indicaba en el papel, pues ya hubo una que puso su profesión y otro el nombre de la empresa que nos hacía la entrevista. Este hecho pasó inadvertido al principio porque todos estábamos más pendientes de lo nuestro que de los demás, pero fue abrirse el debate y ... en fin!
Esperé algunos segundos desde que el entrevistador nos cedió la palabra a ver si alguno se decidía a hablar, lo suficiente para darme cuenta de que si no lo hacía yo aún estábamos hoy ahí sin decir nada nadie. Argumentando mi decisión tomé una posición claramente opuesta a los intereses económicos de la Caja, lo que aprovecharon enseguida algunos para postularse en contra. La primera en abrir el debate en mi contra fue la chica de la profesión en la hojita, aunque para su desgracia duró poco, hasta que otro chico fue a llamarla por su nombre y soltó un: ”perdona, ana ... ana ... analista?!”. La carcajada general fue tal que la pobre chica muerta de vergüenza abandonó la sala de inmediato.
Este incidente fue aprovechado por los psicólogos para recordar el objetivo de las hojitas que teníamos delante de nosotros y así el otro chico cambió lo que puso en un primer momento por su nombre y siguió sentado. Colorado pero sentado.
El debate siguió siempre teniendo como referencia mi argumentación, tanto es así que los entrevistadores solo intervinieron una vez más, a parte de la consabida de ana, para hacerme un par de preguntas sobre mi opinión. El resto de compañeros siguieron el mismo cauce ya fuera apoyando o defendiendo mi teoría, incluso en momentos con más vehemencia de la deseada. Tal fue el enfrentamiento entre dos de los tertulianos que los entrevistadores dieron por finalizada la sesión cuando se empezaron a oir cosas como: ”qué sabrá este listo”, “pero quién te has creído que eres, te crees que lo sabes todo?”, “pero has pensado la tontería que has dicho?” ....
Tras unos momentos tensos esperando en una salita contigua, nos fueron llamando uno a uno para hacernos la entrevista personal. Mientras iban entrando los primeros, el resto se acercaba a hablar conmigo sobre lo que argumenté y su porqué y algunos me dijeron que les gustó. Se pensaban que era un experto en estas situaciones y me pedían consejo sobre cómo debían actuar en la entrevista. Decir que en esos momentos tenía mi ego por las nubes es faltar a la verdad, es decir mucho menos de cómo me sentía. Me estaba gustando tanto que dejé entrar a todos antes que yo fiel a otra teoría que no les quise desvelar: o eres el primero y sientas cátedra, o eres el último y al que más recuerdan.
Efectivamente, fui el último y seguro seguro que aún no se han olvidado de mi.
Conforme iban saliendo los primeros, qué decir tiene que todos nos interesábamos en cómo había ido, que querían saber, qué preguntaban, etc. Varios dijeron que les habían preguntado por sus defectos y esto me marcó. Sin saberlo, este fue el comienzo de mi decadencia.
Por fin llegó mi turno y la psicóloga, incluso antes de sentarme, me entró diciendo que si seguía de acuerdo con mi argumentación, que si no había cambiado de opinión al oir al resto. Le dije que no aunque no muy convencido y eso le gustó, me dijo que lo había hecho muy bien en la dinámica y que había dirigido eso como había querido. Creo que fue un trampa. Me puso a volar para luego ver si me estrellaba y no la defraudé en absoluto, me estrellé de cabeza.
Tras 2 preguntas sin importancia, fue directamente a por mi. Se lo noté en su mirada. Me sonreía abiertamente pero se le notaba claramente que no le había hecho ninguna gracia que le quitara el protagonismo en la terapia. Me alabó al principio pero lo hizo con la boca pequeña, con cierto rencor y envidia. Si no, a qué viene que me pregunte: ”Rafa, háblame de ti...” y ahí lo deje, eh! Qué clase de pregunta es esa en una entrevista de trabajo?!?! Una pregunta tan abierta y con tantos recovecos?!?! Fue a malas.
- Que te hable de mi?! Y le hablé de mi ... vaya si le hablé de mi. Quizá demasiado, no sé yo!. Algunos dirían que me sinceré demasiado y la tomé por una amiga (o incluso psicóloga, que en esos momentos vaya si lo necesitaba!). Bueno, pues soy ... y estuve de 5 o 10 minutos exactos de reloj sin parar de hablar. Como un auténtico comercial!.
- La chica me vio tan envalentonado que me paró con un: “Y no me puedes decir nada bueno sobre ti? Llevas casi 10 minutos hablando y solo me has dicho cosas malas y negativas. Seguro que algo bueno tienes”
Esto me dejó descolocado, desconcertado. Era verdad! Ahora que me paraba a pensar unos segundos no había dicho ni una sola virtud, vamos ni qué virtudes ni chorradas, no le había contado ni siquiera algo neutro, vacío, ni fú ni fá, todo habían sido desgracias, miserias y depresión!!!.
- Bu bu bueno ... es que, la la verdad ... es que ... lo lo que pasa es que no me gusta hablar de mis cosas buenas, pre prefiero que las descubran los demás por sí mismos.
- Pero si los demás no te conocen, cómo las van a ver? Tú tienes que mostrárselas! Vamos, dime alguna, algo que te digan los que te conocen ...
- Alguna? (y me quedé pensando 15-20 segundos mirando al techo!!!! Joé! Si parecía que no tenía ninguna y me las iba a inventar!! Como me estaba poniendo nervioso porque pasaba el tiempo y no respondía pues ...) Que soy muy cabezota. Mi novia me dice que soy un cabezota de narices! jejeje
- Así! Sin más! Y eso es bueno? (creo que no le gustó demasiado mi sonrisa)
- Bu bu bueno ... que soy cabezota pero en el buen sentido. Ta también mis amigos que soy muy pero que muy competitivo. En la vida real nooo, noo, se vaya usted a pensar! Ahí todo me da igual. Soy muy competitivo en el deporte.
Creo que la entrevista no duró mucho más. Se despidió con el clásico “si te elegimos ya te llamaremos” y no me llamaron. Al menos me escribieron para decirme que no, lo cual fue un detalle.
Llevaba una temporada no muy buena a nivel personal con mi novia. Por algún sitio tenía que explotar, jolín!. Y no se me ocurrió elegir mejor momento ni lugar que la entrevista de trabajo.
Por suerte de todo se aprende en esta vida. Ahora trabajo en una empresa en la cual la persona que me contrató se fue esa misma semana. No sé yo qué significará esto, no sé yo ...
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